REFLEXIONES

28- Junio

DOMINGO 13º

  TIEMPO ORDINARIO    
(A)

"Toma tu cruz y sígueme"

 

REFLEXIÓN - 1

SEGUIMIENTO, NEGACIÓN Y CRUZ

1. Hoy hablamos más de seguimiento que de imitación, ya que no se trata de copiar materialmente a Jesús, sino de captar su persona, su palabra y su obra para traducirlas al momento presente. El seguimiento de Cristo es la base fundamental de la vida religiosa y de toda vida cristiana.

2. El Nuevo Testamento habla constantemente del seguimiento de Jesús que deben practicar sus discípulos; un seguimiento que incluye la donación total de la persona. Jesús invita a sus discípulos a seguirle hasta la muerte y la resurrección. Dicho de otra manera: la adhesión a Cristo es un acto personal que entraña una decisión pública, ya que atañe a la construcción del reino. Los evangelios sinópticos relatan los primeros seguimientos del Jesús histórico; Juan y Pablo describen el seguimiento del Cristo resucitado. En el fondo, lo que caracteriza al seguimiento es la praxis, el compromiso profundo y total, ya que lo característico del seguimiento está en la vida.

3. En el marco del itinerario de Jesús hacia Jerusalén, el seguimiento es la clave del discipulado. Siempre van unidos seguimiento, negación y cruz. Pero la negación y la cruz no tienen un sentido negativo. Negarse no es cerrarse, sino todo lo contrario: vencer al propio yo para abrirse a los demás. La cruz tampoco tiene sentido en sí misma; no es más que el precio que conlleva la entrega. Recordemos que la cruz era suplicio cruel y afrenta vergonzosa. Por consiguiente, la negación y la cruz -en cuanto actos positivos vitales- son criterios de discernimiento. De este modo, el discípulo se identifica con el Señor.

4. La opción personal por Cristo exige renunciar, entre otras cosas, a la familia y a uno mismo (en el sentido de que no hay que absolutizar ni divinizar nada que no sea Dios). Esa opción se basa en el amor a Dios y al prójimo -el mandamiento nuevo-, teniendo en cuenta que en el trabajo por el reino hay profetas y místicos que responden con una entrega radical, «justos» o «militantes» que hacen de su vida un servicio, y sencillos «ayudantes» que hacen lo que buenamente pueden...

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Quiénes son hoy los seguidores de Jesús?

¿Por qué nos cuesta tanto seguir a Jesús?

CASIANO FLORISTAN

(mercaba)

 

REFLEXIÓN - 2

PALABRAS DIFÍCILES

Texto difícil de comprender cuando no se ha entendido el valor que Jesús le da al Reino de Dios y la salvación que se obtiene a través de su Persona. Jesús llega a la cumbre de su discurso de envío; ha exhortado a sus discípulos a ir y llevar su Buena Nueva y a no tener miedo ante las adversidades. Hoy escuchamos el final de su discurso de envío donde nos pide radicalidad en nuestra opción. Para Jesús no parece existir valor más grande que el valor de difundir el amor de Dios entre los hombres. Para Él, todo lo demás pasará: las persecuciones, los temores, las bienes materiales e incluso la familia. Al final, sólo permanecerá nuestro amor como testimonio del amor de Dios por su pueblo.

Jesús es muy claro, su seguimiento implicará muchas veces ruptura, contradicción, enfrentamiento y si el seguimiento lo pide, a veces la muerte (como le sucedió a Jesús mismo y a muchos otros mártires). Quien haya buscado seguir a Cristo con sincero corazón no le parecerán tan extrañas estas palabras de Cristo. Decidir en nuestro interior vivir como cristianos a veces ha implicado división y lucha con nuestra voluntad, nuestra afectividad y nuestras costumbres.

ACTUALIDAD

¿Cómo aceptar esta radicalidad en nuestra vida diaria? Tendríamos que comenzar por aceptar el amor de Dios por nuestras vidas. Reconocer lo importante que esto ha sido en nuestras vidas para poder tener la fuerza de dejar aquello que nos separe de ser testigos de su amor. Nadie es capaz de dar testimonio de lo que no ha experimentado. Aun menos sería capaz una persona de dejar a su familia o sus “seguridades” por hacer la voluntad de un Dios al que no ha conocido personalmente. Por esto mismo, la experiencia del amor en la persona de Jesús es el inicio de cualquier renuncia o separación. Es como un matrimonio que deja su familia, sus costumbres o sus comodidades por el amor que se tienen el uno al otro. Sólo desde el amor se comprenden las renuncias que hace la pareja al casarse y tener hijos. De la misma manera sucede en el cristianismo: sólo desde la experiencia del amor de Dios y del deseo de hacer sólo su voluntad podemos comprender las renuncias de las que habla Cristo en el Evangelio.

Héctor M. Pérez V. 

(mercabá)

 

REFLEXIÓN - 3

INCORPORADOS A CRISTO

"Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo -dice S. Pablo- fuimos incorporados a su muerte".

Somos, pues, crucificados, muertos y sepultados a semejanza de Cristo. Nuestra primera identificación con Cristo lo es en su muerte. Nosotros morimos con Cristo. La pila del bautismo es a la vez sepulcro y seno materno. Allí morimos al pecado para nacer a la vida nueva. Allí murió nuestro hombre viejo con su cuerpo de pecado para salir de aquella sepultura del agua como nuevas creaturas.

El bautismo consagra y transforma nuestro ser. Nos incorpora a Cristo y participamos su muerte y resurrección, así nos libera del pecado y nos vivifica con la vida de Jesús; somos en Él hijos de Dios.

Pero todo es en el momento del bautismo una realidad embrionaria que exige el crecimiento, el desarrollo, el despliegue por toda la vida. Es una realidad dinámica. Al recibir el sacramento, comenzó el bautismo que luego tiene que ir cayendo sobre cada acto, sobre cada realidad de los 15, 18, 25, 50, 65 años. Hay que ir bautizando cada palmo de nuestra vida; ir muriendo en todo al mal, al pecado, y en todo resucitando, viviendo como Cristo para Dios y los hombres. Y al morir físicamente se consumará el bautismo: morir con Cristo y como Cristo para pasar al Padre con Cristo resucitado.

Hay que ir tomando conciencia progresiva del bautismo e incorporándonos progresivamente a Cristo a medida que crecemos hasta tener en la adultez una auténtica conversión personal a JC.

El bautismo se orienta a la eucaristía. Tanto, que decimos que la eucaristía termina al cristiano. La eucaristía es el encuentro personal con el Cristo al que nos ha incorporado el bautismo. Bautizados que no comulgan, una contradicción. Deben venir a comulgar, no como bautizados a la fuerza, sino como hombres que diariamente van bautizándose, van sometiendo a Cristo todo lo que aún no le ha sido incorporado: nuestra manera de pensar, de hablar o de vivir que no esté sometida a Cristo.

Ideal de muchos: morir comulgando. Ideal cristiano: comulgar muriendo.

(mercabá)