PRESENTACIÓN
Una gran
herencia y una gran responsabilidad le ha dejado David a su
hijo Salomón.
El
también debe ser un rey "según el corazón de
Dios".
Entiende
Salomón que Dios es el que debe reinar por medio de él,
pero se da cuenta de su juventud y de lo arduo de la tarea,
sobretodo si quiere ser un rey justo y discernir con equidad
sobre el bien y el mal.
Así,
pues, se dirige a Gabaón, un alto importante donde él
solía ofrecer sacrificios, ya que aún no existía el
templo de Jerusalén.
Allí
tiene un sueño y el Señor le invita a pedir lo que quiera,
que se lo dará. "Pídeme lo que quieras".
Él
pedirá sabiduría para juzgar con rectitud a su pueblo, un
pueblo heredado de David su padre, que caminó en presencia
de Dios con fidelidad, justicia y rectitud de corazón.
Al
comienzo de su reinado quiere ser un buen sucesor de su
padre.
Salomón,
en este momento, no entiende la sabiduría como más
adelante la entenderán los libros sapienciales, sino más
bien como un saber hacer y estar en medio de su pueblo.
Le agradó a Dios que no
le pidiera larga vida y riquezas o la muerte de sus
enemigos.
1REYES
3,
5. 7-12
En
aquellos días, el Señor se apareció en sueños a
Salomón y le dijo:
Pídeme
lo que quieras.
Respondió
Salomón:
Señor
Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a
David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un
muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se
encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso,
incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón
dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el
mal del bien, pues ¿quién sería capaz de gobernar
a este pueblo tan numeroso?
Al
Señor le agradó que Salomón hubiera pedido
aquello y Dios le dijo:
Por
haber pedido esto y no haber pedido para ti vida
larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino
que pediste discernimiento para escuchar y gobernar,
te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e
inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá
después de ti.
Palabra
de Dios
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