PIDE
LO QUE QUIERAS
Imaginemos que el
Señor nos hace la misma oferta que a Salomón:
"Pídeme lo que quieras".
Tal
vez nos pondría en un aprieto, pues son tantas las
cosas que necesitamos... Esa salud, que no acaba de
arreglarse, esos euros, que nos han complicado la
economía y, por más que se estiren, no llegan a fin de
mes, esa situación familiar que pasa por una crisis y
que nos está haciendo sufrir a todos, esa presencia del
mal en el mundo que, como cizaña, quisiéramos que el
Señor la arrancara de raíz.
Salud,
dinero y amor, paz, poder sobre los demás...
Puede
ser que creamos que éste es el camino de la felicidad.
De hecho, vivimos en una sociedad obsesionada por las
cosas: tener, consumir, darse todos los placeres que se
pueda...
Y,
aunque nos damos cuenta de que la felicidad que dan las
cosas es efímera, nos amarramos a ella como si fuera la
única tabla de salvación.
Salomón
pidió al Señor un corazón dócil para saber dónde
estaba el bien y hacerlo.
Todos
queremos ser felices, felices de verdad, desde dentro,
no sólo en la fachada y para la galería.
Ese
es el tesoro escondido, la piedra de gran valor. Quien
los encuentra, ha encontrado todo, lo demás ya no
interesa.
Pero
hay que arriesgarse, hay que vender todo y comprar el
campo; hay que vender todas las piedras de mediana y
baja calidad, para comprar la perla fina.
El
tesoro, la piedra fina es el Señor, su vida, su
misterio, su palabra, su salvación
Vivir
en él y desde él es el camino de la verdadera
felicidad, la que enraíza en el corazón y la que
permanece en medio de los avatares de la vida; la
felicidad que llegará a su plenitud en la vida para
siempre.
Arriesguémonos,
compremos el campo que encierra el tesoro, vendamos
todas la piedras y adquiramos la de gran valor. No nos
arrepentiremos.
Si
el Señor llena los vacíos que vamos dejando, nuestra
vida gana en sentido y plenitud.
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