REFLEXIONES

26 - Julio

DOMINGO 17º

  TIEMPO ORDINARIO   
 
(A)

" El tesoro escondido y la piedra preciosa"

 

REFLEXIÓN - 1

PIDE LO QUE QUIERAS

Imaginemos que el Señor nos hace la misma oferta que a Salomón: "Pídeme lo que quieras".

Tal vez nos pondría en un aprieto, pues son tantas las cosas que necesitamos... Esa salud, que no acaba de arreglarse, esos euros, que nos han complicado la economía y, por más que se estiren, no llegan a fin de mes, esa situación familiar que pasa por una crisis y que nos está haciendo sufrir a todos, esa presencia del mal en el mundo que, como cizaña, quisiéramos que el Señor la arrancara de raíz.

Salud, dinero y amor, paz, poder sobre los demás...

Puede ser que creamos que éste es el camino de la felicidad. De hecho, vivimos en una sociedad obsesionada por las cosas: tener, consumir, darse todos los placeres que se pueda...

Y, aunque nos damos cuenta de que la felicidad que dan las cosas es efímera, nos amarramos a ella como si fuera la única tabla de salvación.

Salomón pidió al Señor un corazón dócil para saber dónde estaba el bien y hacerlo.

Todos queremos ser felices, felices de verdad, desde dentro, no sólo en la fachada y para la galería.

Ese es el tesoro escondido, la piedra de gran valor. Quien los encuentra, ha encontrado todo, lo demás ya no interesa.

Pero hay que arriesgarse, hay que vender todo y comprar el campo; hay que vender todas las piedras de mediana y baja calidad, para comprar la perla fina.

El tesoro, la piedra fina es el Señor, su vida, su misterio, su palabra, su salvación

Vivir en él y desde él es el camino de la verdadera felicidad, la que enraíza en el corazón y la que permanece en medio de los avatares de la vida; la felicidad que llegará a su plenitud en la vida para siempre.

Arriesguémonos, compremos el campo que encierra el tesoro, vendamos todas la piedras y adquiramos la de gran valor. No nos arrepentiremos.

Si el Señor llena los vacíos que vamos dejando, nuestra vida gana en sentido y plenitud.

 

 

REFLEXIÓN - 2

EL BECERRO DE ORO

No creo que la división de la sociedad en inmovilistas y progresistas refleje la realidad. Sucede que también al lenguaje llega la moda, y cuando pone en circulación reiterada determinados vocablos éstos acaban por vaciarse de contenido y no significar nada. Tal parece ocurrir con las palabras inmovilismo y progresismo. Aparte de ser dos banderas externas para que el personal se aliste en uno u otro bando, en la praxis unos y otros coinciden en usos, modos y maneras, y si en el inmovilismo puede haber un fondo de falta de conversión, también el progresismo puede esconder la intención de aparentar situarse en línea de salida, pero sin voluntad de innovar nada.

Todos adoran en la misma catedral los mismos becerros de oro: dinero, poder y placer. El dinero, verdadera polución atmosférica que intoxica a la persona sin que se dé cuenta, pulpo de infinitos tentáculos que llegan a aprisionarlo todo. El poder que corrompe: sacrifica, sin escrúpulos, personas, familias, derechos humanos, libertad y bien común. Funciona como un severo puño de hierro, aunque a veces use, para dulcificarse, mullidos guantes de esponja. El placer, agazapado tras el eufemismo del bienestar, alcanza esta impresionante y preocupante cota: importa más "tener más placer" que "ser más hombre". (...) Acercándonos, ahora, al evangelio del día, no sé qué tiene que ver toda esta feria con el Reino de Dios, y, sin embargo, al discípulo, al cristiano -no huido del mundo sino inmerso en el asfalto- se le pide que su escala de valores arranque del Reino de Dios, y que luche por "hacerse con lo que tiene verdadero valor", que compre el tesoro, que encuentre la perla fina.

(mercaba)

 

REFLEXIÓN - 3

DESCUBRIR EL TESORO

La concisa y clara parábola del tesoro (junto con la de la perla) constituye uno de los textos relevantes de Mateo. Se trata de un texto que explica la manera cómo vivían los primeros seguidores de Jesús, y lo que quería decir para ellos ser el nuevo pueblo de Dios: qué quería decir para ellos ser comunidad, ser Iglesia. Y, al mismo tiempo, es un texto que nos tendría que hacer replantear las mismas cuestiones a todos nosotros, después de dos mil años de historia cristiana.

Ahora, cuando leemos en el Evangelio que nos llama a dejarlo todo, a convertir nuestra vida, a buscar el Reino de Dios sin preocuparnos de la comida ni del vestido, a utilizar nuestros talentos para dar de comer al hambriento o bebida al sediento, a perdonar indefinidamente... lo encontramos una exigencia difícil, algo que nos hace sentir incómodos. Y resulta que, según Mateo, no lo es. Porque lo que viene primero no son esas exigencias sino el haber descubierto que hay un tesoro que vale más que todas las cosas, y que, por tanto, lo más normal será hacer todo lo que sea necesario para conseguir el tesoro. ¿Cuál es ese tesoro? Es el Reino de Dios. Y, ¿qué es el Reino de Dios? Para aquellas gentes que escuchaban a Jesús, es liberarse de la Ley y descubrir un Dios que es Padre, cercano, y que propone una manera de vivir no fundamentada en mandamientos arbitrarios sino en el poner la propia vida al servicio de todo aquello que pueda crear felicidad y bien para todos. Jesús ofrece poder experimentar que eso es la mayor alegría que un hombre pueda desear, y es por eso que Jesús llegó hasta dar la vida. Con la certeza de que ese objetivo del Reino, que al fin y al cabo es el propio Dios, se realizará un día plenamente, en la vida eterna de Dios, el Padre.

Los primeros seguidores de Jesús descubren ese tesoro. Y no sólo individualmente, sino colectivamente. Porque esto es la Iglesia: el conjunto de personas que se sienten unidas por ese mismo descubrimiento, y que se reúnen para animarse a vivirlo personalmente, cada uno en su lugar, y al mismo tiempo para ser colectivamente modelo en medio del mundo: para mostrar que hay una forma de vivir personal y colectiva que realmente funciona y da felicidad. Esa era, precisamente, la evangelización que realizaban los primeros cristianos: el ejemplo de las comunidades.

¿Y nosotros, como personas y comunidades, dos mil años después?

J. LLIGADAS

(mercaba)