INTRODUCCIÓN 

23 - Agosto

DOMINGO 21º

  TIEMPO ORDINARIO   
 
(A)



" Te daré las llaves del Reino de los Cielos"

 

 

 

INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO

Capítulo IV

DIVERSAS FORMAS DE CELEBRAR LA MISA

I. MISA CON EL PUEBLO

Liturgia de la palabra

128. Concluida la colecta, todos se sientan. El sacerdote puede presentar a los fieles, con una brevísima intervención, la Liturgia de la Palabra. El lector se dirige al ambón y, del leccionario colocado allí antes de la Misa, proclama la primera lectura, que todos escuchan. Al final el lector dice: Palabra de Dios, y todos responden: Te alabamos, Señor.

Entonces, según las circunstancias, se pueden guardar unos momentos de silencio, para que todos mediten brevemente lo que escucharon.

129. Después, el salmista, o el mismo lector, recita o canta los versos del salmo y el pueblo, como de costumbre, va respondiendo.

130. Si está prescrita una segunda lectura antes del Evangelio, el lector la proclama desde el ambón, mientras todos escuchan, y al final responden a la aclamación, como se dijo antes (n. 128). En seguida, según las circunstancias, se pueden guardar unos momentos de silencio.

131. En seguida, todos se levantan y se canta Aleluya u otro canto, según corresponda al tiempo litúrgico (cfr. núms. 62-64).

132. Mientras se canta el Aleluya u otro canto, si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone y lo bendice. Después, con las manos juntas, y profundamente inclinado ante el altar, dice en secreto: Purifica mi corazón.

133. Entonces si el Evangeliario está en el altar, lo toma y, precedido por los ministros laicos que pueden llevar el incensario y los cirios, se dirige al ambón, llevando el Evangeliario un poco elevado. Los presentes se vuelven hacia el ambón para manifestar especial reverencia hacia el Evangelio de Cristo.

134. Ya en el ambón, el sacerdote abre el libro y, con las manos juntas, dice: El Señor esté con ustedes; y el pueblo responde: Y con tu espíritu; y en seguida: Lectura del Santo Evangelio, signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen también todos los demás. El pueblo aclama diciendo: Gloria a Ti, Señor. Si se usa incienso, el sacerdote inciensa el libro (cfr. núms. 276-277). En seguida proclama el Evangelio y al final dice la aclamación Palabra del Señor, y todos responden: Gloria a Ti, Señor Jesús. El sacerdote besa el libro, diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio.