EL
ESCÁNDALO DE LA CRUZ
-"Pedro
se lo llevó aparte y se puso a increparlo"
Recordemos el pasado domingo: ¡Pedro había captado
mucho! Recordemos que, dócil a una inspiración, había
hecho, en nombre propio y en nombre de sus compañeros,
la gran profesión de fe en Jesús, el Cristo. En cambio
hoy no ha entendido casi nada.
Incluso
se atreve a querer dar lecciones al Maestro. Como
nosotros que a veces entendemos algo pero, otras nada...
Pedro
no entendía aún, como nosotros a menudo, que el camino
del amor -que es el único camino de los seguidores de
Jesús, porque es el único camino de Jesús- tiene que
estar abierto hasta la muerte, hasta dar la vida si es
preciso. Por eso, Pedro y nosotros nos escandalizamos y,
entonces, nos convertimos no en una ayuda, sino en un
estorbo para Jesús. Porque la actitud de Pedro y la
nuestra, a menudo, está hecha de "carne y
hueso" y no de Espíritu... Hecha de aciertos y
desaciertos; de luz y de oscuridad; de aceptación dócil
y alegre del misterio que envuelve nuestra vida y la de
los demás o de rebelión tozuda a la voluntad de Dios,
cuando sus caminos no coinciden, del todo, con nuestros
caminos... Menos mal que lo que cuenta es saberlo
reconocer y, después, continuar adelante, de nuevo, con
esperanza.
-"El
que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga".
Los
que escuchaban a Jesús estaban acostumbrados a ver
condenados a muerte, avanzando hacia el patíbulo,
cargados con la propia cruz en la cual tenían que ser
ajusticiados. Pero cuidado, porque a través de esta
dura imagen Jesús no se limita a invitarnos al
seguimiento que puede llegar hasta el martirio cruento,
sino que incluye la necesidad de aceptar la vivencia de
este martirio hecha en clave ascética; o sea, hecha
realidad en la vida de cada día, en la de cada uno de
los seguidores.
El
seguimiento de Jesús supone, pues, haber hecho una
serie de opciones y rupturas: he escogido esto y, por
tanto, he renunciado a aquello. Y es preciso que, a
menudo, revisemos nuestra vida para ver si, de hecho,
hay renuncias y hay fidelidades: porque nuestra vida no
está hecha para ser guardada, sino para ser entregada,
de golpe o poco a poco... Seguir a Jesús es
preguntarse, muchas veces: ¿qué haría él en mi
lugar? ¿Cuál sería su respuesta ante este hecho? ¿Enfrente
de esta situación?...
-"Si
uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la
pierda por mí, la encontrará" Lo que salva o
condena no es el hecho de pertenecer a un grupo, sino, básicamente,
la respuesta sincera a la propia conciencia que en
nosotros está, además, enriquecida e iluminada por la
fe.
Y
he aquí la gran paradoja anunciada y vivida por Jesús:
la Vida es fruto de la muerte; no solamente en el último
día, sino cada día. Por eso es preciso perderla para
encontrarla -de nuevo- purificada; es preciso pasarla
por dentro de Jesús y de su Evangelio, para nos sea
devuelta con olor de eternidad. Porque "la vida nos
es dada y la merecemos dándola". ¡Porqué perder
es ganar! Con otras palabras: Jesús nos dice que amar
es dejarse vencer por el amor; dejarse vencer por el
otro. Por eso, concretando, los esposos que nunca se
dejan vencer el uno por el otro, se quedarán sin
matrimonio; los amigos, sin amistad; los miembros de una
familia, sin hogar... y el cristiano que no se deja
vencer nunca por Jesús y su Evangelio, se quedarán sin
Jesús y sin Evangelio... Solo y sin fe.
Celebrar
la Eucaristía es fortalecer nuestra capacidad de
entenderlo y de vivirlo. ¡Es aprender a perder para
ganar!
PERE
VIVO
(mercaba)
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