"...CONMIGO
LO HICISTEIS"
Bien
lo dijo Jesús: "mi reino no es de este
mundo", ni como los de este mundo.
Por
eso, su forma de estar tampoco es como la de los reyes y
autoridades de este mundo.
Los
reyes y las autoridades viven en los palacios, las
mansiones, rodeados de sirvientes y fuerzas de
seguridad; cristo, nuestro rey, en el tiempo que
compartió su vida con nosotros, fue el hijo del
carpintero de Nazareth, en la Galilea de Palestina; y
sus súbditos unos pocos hombres y mujeres, algunos de
no muy buena reputación.
Qué
pocas veces vemos a los reyes, a los jefes de este mundo
compartiendo su vida con las personas más necesitadas y
en los lugares más difíciles. Alguna vez, y cuando ha
sucedido algo, y van rodeados de guardaespaldas y
con todo bien revisado y programado. Y, por supuesto,
que no falten los fotógrafos y la prensa.
Cristo,
nuestro rey, no sólo visita a los pobres y a los
necesitados, sino que ha hecho de su casa la suya, de su
vida la suya, de su persona, la suya. Tanto se ha
identificado con ellos, que servir, defender, estar al
lado de los pobres y necesitados, será la clave para
entrar y participar en su Reino.
Y es
que, como decía el profeta Ezequiel en la primera
lectura, cuando los pastores, los jefes, han abandonado
al rebaño, Él, el Señor, se hace pastor que se
preocupa de cada uno en su situación: descarriados,
heridos, enfermos...
Todos
estamos llamados al Reino de Dios, a compartir con
Cristo su resurrección, todos estamos llamados a la
Vida.
Y,
cuando el Señor vuelva, pedirá cuentas de cómo le
hemos servido (recordemos el Evangelio de la semana
pasada)
Un
servicio que va más allá de encender unas velas en la
iglesia, de una cantinela de oraciones hechas más con
la rutina que con el corazón.
Un
servicio que pasa por estar a su lado en los
hambrientos, en los sedientos, en los emigrantes, en los
desnudos, en los enfermos y encarcelados... en fin, en
lo último, en la escoria. Ahí hay que buscar al que
llamamos "Señor Dios del Universo". Ahí no
vayamos a buscar a los reyes y jefes de este mundo.
Es
verdad que el Señor está con nosotros en la
Eucaristía, en el Sagrario, en las especies
sacramentales del pan y el vino, pero no es menos verdad
que también los pobres, los necesitados, los últimos,
son su Sagrario, porque Él está en ellos.
No
lo olvidemos: al atardecer de la vida, me examinarán
del amor.
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