LA
AUDACIA DEL AMOR
Seguimos escuchando la
enseñanza de Jesús en su Sermón de la Montaña. Nuestro
auténtico Maestro sigue profundizando en la ley del A.T.,
proponiéndonos las características del obrar cristiano.
¿Qué es ser cristiano
sino ir haciendo nuestro el proyecto de vida de Cristo?
¿y nuestra su mentalidad, y su escala de valores, por
encima -y a veces en contra- de la mentalidad y los
valores de esta sociedad en la que vivimos? Por eso,
cada domingo somos invitados a mirarnos al espejo de
Cristo: a escuchar y aceptar su Palabra viva,
orientadora. Hoy, sobre nuestra relación con el prójimo.
-La ley del amor
Ya desde el A.T., como
hemos escuchado en la primera lectura, se nos urge a que
amemos: a que evitemos el odio, o el silencio cuando es
cómplice del amor fraterno, o la venganza, o el rencor.
Se nos da ya una buena
"medida" de amor: amar al prójimo como a ti mismo...
Se nos dice que así
imitamos a Dios y somos santos como Él. ¿Cuál es la
actitud de Dios que debemos imitar? Nos lo ha hecho
repetir el salmo responsorial: "el Señor es compasivo y
misericordioso".
No podemos decir que
honramos a Dios si luego no imitamos su manera de actuar
con nosotros: lento a la ira, comprensivo, perdonador,
rico en clemencia... La caridad con el hermano aparece
como una consecuencia absolutamente ligada a nuestra fe
en Dios. Jesús, en el evangelio, ha concretado más esta
ley del amor. Ya no debe regir para los suyos la ley del
talión, aunque todavía hoy sea lo más espontáneo: ojo
por ojo (no me habla, pues yo no le hablo; me critica,
pues yo le critico a él). Los seguidores de Jesús deben
aprender la nueva ley, la ley del amor. No vengarse del
mal con el mal, sino intentar vencerlo con el bien.
"Poner la otra mejilla", regalarle también la túnica",
"recorrer con él no sólo una milla, sino dos", son
expresiones muy plásticas del nuevo estilo.
El amor es dar
gratuitamente. Lo otro (saludar al que ya nos saluda,
tratar bien al que ya nos trata bien o para que nos
trate bien) es más bien negocio. Cristo no nos enseña
sólo un estilo civilizado de convivencia, sino uno
claramente superior: un estilo basado en el amor
gratuito, desinteresado, cosa que no nos enseña
precisamente este mundo.
-Un amor bien entendido
Amar no significa
siempre callar. El silencio a veces sería colaboración
con el mal. A veces el amor incluye, como ya nos dice la
primera lectura, la corrección fraterna: unos padres no
pueden consentir los malos caminos de sus hijos, los
hijos deben saber decir también una palabra oportuna a
sus padres, y lo mismo en la comunidad parroquial o en
la religiosa. Amar no debe significar cruzarse de brazos
y renunciar a una posible acción comprometida en la
lucha contra las situaciones injustas.
Pero lo que sí comporta
este nuevo estilo es hacer estas cosas desde una actitud
de amor, y no de rencor o de venganza. Lo de la mejilla
o lo de la túnica no hay que tomarlo necesariamente al
pie de la letra, sino desde su urgencia de actitud
pacífica, no violenta ni vengativa. Cuando a Jesús le
dieron una bofetada, en la Pasión, no puso la otra
mejilla, sino que preguntó serenamente por qué le
golpeaban, qué mal había hecho.
-Tenemos buenos
maestros de esta ley del amor
El modelo primero, que
nos proponen las lecturas de hoy, es Dios mismo. "Sed
santos como yo", decía la primera lectura. Y ya hemos
visto qué retrato de santidad de Dios nos ofrecía el
salmo: el Dios lleno de misericordia. También en el
evangelio se motiva nuestra actitud fraterna con los
demás mirando a Dios: "así seréis hijos de vuestro
Padre": Dios, al hacer llover o salir el sol sobre
todos, nos da ejemplo de un corazón universal y no
vengativo.
El que mejor nos ha
podido enseñar esta doctrina es Cristo Jesús, que con su
modo de actuar y sus palabras nos ha dado este mensaje
de perdón y de amor. En Él es donde mejor hemos podido
experimentar en verdad que Dios es amor. Es Él el que ha
cumplido en plenitud la nueva ley del amor. Y no porque
no luchara contra el mal, ni se callara ante las
situaciones que intentaba corregir. Cristo denunció el
mal. Pero perdonó. Murió pidiendo a Dios que perdonara a
los que le mataban. Dios nos enseña a superar la ofensa
con el amor, no con otra ofensa justiciera.
-La novedad y la
audacia de esta ley del amor
Una vez más aparece que
el estilo de vida que nos enseña Jesús es claramente
nuestro, contra corriente, difícil, audaz. No sólo nos
dice que no odiemos. Nos pide más: que amemos incluso al
"enemigo", aunque estemos luchando contra el mal. La
gran fuerza que transformaría el mundo si los cristianos
la entendiéramos en la práctica, es el amor. Cuando,
antes de ir a comulgar con Cristo en la Eucaristía, nos
damos el gesto de paz con los de al lado, éste es un
gesto amable, pero serio: es nuestro compromiso de que
entendemos el "amén" que damos a Cristo como íntimamente
relacionado con el "amén" que en la vida le vamos a
decir a nuestros hermanos.
J. ALDAZABAL (+)
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