LAS
OBRAS DE DIOS
Vivimos
en una época en la que, para muchos, su gran Dios son
las cosas materiales: lo que se mide, lo que se pesa, lo
que se compra o lo que se vende.
Tener,
consumir, pasárselo bien..., se ha convertido, para
algunos, en lo más importante de su vida.
¿Y
tú crees en Dios?, ¿es que lo has visto?. Algunas
veces nos hemos encontrado con alguien que nos hace
estas preguntas.
Y
es que Dios no está de moda, no entra en los esquemas
materialistas. Y, aunque algunos lo intentan, a Dios no
se le compra ni se le vende. Él se regala en sus obras.
Y ya se sabe el razonamiento: si se regala, es que vale
poco.
Cuando
los israelitas hacen su peregrinación al Sinaí, en el
camino hacia la tierra prometida, allí les espera
Yhavhé, el Dios que se definía, se manifestaba, a
través de sus obras.
Quiere
hacer un pacto con ellos; el Señor con los esclavos
huidos de Egipto. Y lo primero que les dice: "Mirad
lo que he hecho por vosotros".
Si
aceptáis mis mandamientos, seréis mi propiedad ante
todos los pueblos; es decir, vuestra conducta, vuestros
comportamientos, será la mejor prueba de mi existencia
como Dios que salva. El
mensaje del evangelio es similar.
En
la segunda lectura encontramos también el "mirad
lo que he hecho por vosotros": "La prueba de
que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros".
Y
este es el mensaje que el cristiano debe dar al mundo
con palabras y hechos: Dios es amor y debemos vivir en
el amor; Dios nos ha perdonado, debemos perdonarnos unos
a otros; Dios es un Dios que libera de la esclavitud,
nosotros debemos esforzarnos para que en el mundo las
personas sean libres, respetuosas, acogedoras...
Nosotros somos signo de la existencia y de la presencia
de Dios en el mundo.
Hoy
también hay muchas personas que andan por la vida como
ovejas sin pastor. Hoy también la mies es mucha y los
obreros pocos. Y si, por una parte, hay que pedir al
dueño de la mies que envíe obreros a su mies, los que
ya lo somos, todos, sacerdotes, religiosos y religiosas
y seglares, laicos, todos debemos trabajar la parte del
campo que se nos ha confiado: a unos la comunidad
cristiana, a otros el campo de su carisma religioso: la
escuela, los hospitales, el servicio a los pobres, la
oración; a los seglares, a los laicos, especialmente el
campo de la familia, del mundo del trabajo, las
organizaciones sociales y políticas, el campo de la
educación...
Si
cada uno cuidamos la parcela que el Señor nos ha
asignado, su presencia será más comprendida, su
salvación más acogida y habrá menos ovejas sin
pastor.
La
Eucaristía nos fortalece en nuestra vida cristiana para
que, como aquellos apóstoles y discípulos, seamos
signos y portadores del amor de Dios a los hombres.