PRESENTACIÓN
Que me escuche tu gran bondad, Señor, ya que nadie
quiere oír mis gritos de angustia.
Están diciendo falsedades a cerca de mí.
Todos se me echan encima y me hundo como
en el cieno, como aquel al que el agua le llega al
cuello.
Cuánta gente me odia, más que los
cabellos de mi cabeza.
En ti he confiado, en ti, Señor, he
puesto mi esperanza, por ti he aguantado afrentas y
he sido como un desconocido para mis hermanos.
Tú, Señor, y el celo de tu Templo, es lo
más importante para mí. No me importa que los demás
no lo entiendan.
Por eso, Señor, escúchame, y que tu
bondad sea la respuesta.
Mirad al Señor, sobretodo los pobres y
los humildes, porque Él escucha vuestros gritos.
No
tengáis miedo de nadie, pues vuestro refugio es
inexpugnable.
SALMO 68
Que
me escuche tu gran bondad, Señor.
Por ti
he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen
sobre mí.
R. Que
me escuche tu gran bondad, Señor.
Pero
mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu
gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí.
R. Que
me escuche tu gran bondad, Señor.
Miradlo,
los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
R. Que
me escuche tu gran bondad, Señor.
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