PRESENTACIÓN
Quien
por el bautismo ha sido sumergido en la muerte de Cristo
y, por el Espíritu Santo, ha recibido la vida nueva, es
ya de Cristo; ya no tienen sentido en él las obras de la
carne, es decir, del pecado.
Toda la persona, cuerpo y espíritu, participa de la vida
nueva que da el "Espíritu que resucitó a Jesús de entre
los muertos".
Así, toda la persona, cuerpo y espíritu, participa de la
resurrección de Cristo.
El cuerpo, la carne, no es una cárcel del alma destinada
a desaparecer con la muerte, para que el alma, liberada,
viva eternamente en Dios.
Toda nuestra persona participa de la muerte y
resurrección de Cristo y toda nuestra persona acoge con
gratitud la salvación y toda nuestra persona, a través
de sus obras y comportamientos, expresados mediante su
corporalidad, responde a esa vida nueva que se le ha
dado.
ROMANOS
8,
9. 11-13
Hermanos:
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al
espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en
vosotros.
El que no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de Cristo.
Si el Espíritu del que resucitó
a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
el que resucitó de entre los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales, por el mismo Espíritu que habita en
vosotros.
Así, pues, hermanos, estamos en deuda,
pero no con la carne para vivir carnalmente.
Pues si vivís según la carne, vais a la muerte;
pero si con el Espíritu dais muerte a las obras
del cuerpo, viviréis.
Palabra
de Dios
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