LOS
YUGOS
Qué
duro de mollera el ser humano.
Todavía
no nos hemos dado cuenta que la violencia no es camino
de paz y fraternidad.
Cuando
el poder y el prestigio de una nación se mide por el
número de sus soldados y la cantidad de sus armas y
vehículos de combate, algo va mal.
Cuando
países poderosos y mercaderes de armar venden sus
arsenales sobrantes a pueblos que están en la miseria y
el hambre, para que se destrocen entre sí y quedarse
después con sus materias primas, algo va muy mal.
Por
eso siempre han estorbado aquellas personas que se han
opuesto a la guerra, a la violencia, y han defendido que
el único camino para la paz verdadera y la fraternidad
humana pasa por el cambio del corazón.
Mientras
no exista la mirada limpia de la gente sencilla que cree
en el Dios Amor, que cree en Dios, Padre bueno, que
quiere que todos seamos felices, que vivamos como
hermanos compartiendo la tierra común, casa para todos,
no cambiarán las cosas.
Mientras
los sabios, los entendidos, los poderosos tengan en sus
manos las llaves del mundo, estaremos perdidos, nunca
tendremos el mundo que Dios quiere.
No
nos extrañe que el destino de los sencillos, de los no
violentos, de los que aman de verdad al prójimo,
empezando por Jesús, sea la muerte.
No
creáis que van a ser los fuertes y los poderosos
vuestro refugio en los momentos difíciles; no creáis
que ellos os van a cobijar en las horas bajas; no
creáis que sus promesas os van a dar la libertad. Cada
uno va a lo suyo: a sus intereses personales o de grupo.
"Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os
aliviaré", dice Jesús.
Para
él, el único interés somos nosotros ; por eso podemos
encontrar el él descanso, fuerza, ilusión y esperanza.
Los
yugos de los fuertes y poderosos aplastan y destruyen;
el yugo del Señor es suave, pues es la libertad de los
hijos de Dios.
Aprendamos
del Señor, manso y humilde de corazón y en nuestros
ambientes seamos constructores de paz, fraternidad y
libertad.