SEMBRADORES
Qué
bella estampa la de los grandes campos de trigo en los
que la lluvia temprana y tardía han hecho germinar y
madurar las semillas. La belleza de los verdes en
primavera y los amarillos en la época de la siega.
Cuántas
veces Jesús veía a los sembradores de Galilea, tierra
fértil, echando las semillas a voleo y cayendo la
semilla en todo tipo de terrenos: en el camino, entre
piedras y zarzas, en tierra buena.
Tomando
Jesús estas imágenes de la vida del campo, Jesús
comparó la palabra de Dios con la semilla que echa el
sembrador y el fruto que produce la semilla según el
terreno en la que cae.
Generalmente
cuando reflexionamos esta parábola pensamos en la
semilla que recibimos y en la clase de terreno que
somos.
Pocas
veces nos hemos puesto en el lugar del sembrador.
Siempre hemos pensado que los sembradores son otros y
que nosotros sólo somos terreno. Pongámonos en la
parte de los sembradores.
Jesús
es el primer sembrador; y no sólo el sembrador, él es
también la semilla, pues la Palabra de Dios encarnada.
Por
el Bautismo hemos sido asociados a él y a su misión.
Por lo tanto, todos somos sembradores de la palabra de
Dios.
Una
tentación: llevar la semilla de la palabra de Dios
sólo a los buenos terrenos, para que no se pierda.
No;
la palabra de Dios, por medio de una buena palabra, de
un buen consejo, de una amonestación, de un buen
ejemplo, hemos de sembrarla en todas partes: en la casa,
en el trabajo, en medio de vecinos y amigos... aunque
nos parezca que no sirve para nada,, aunque creamos que
son terrenos malos.
Echemos
buenas semillas a voleo, caigan donde caigan. . Sólo el
Señor sabe el terreno en el que ha caído, cuándo
germinará y dará fruto; tal vez en el momento más
inesperado y cuando nadie se acordaba de la semilla.
Echemos semillas, muchas semillas de buenas palabras y
buenas obras. eso es lo que nos pide el Señor. a
nosotros se nos pide sembrar, no que las semillas
germinen y den fruto