El
verano en la Manga es época de mucho
movimiento y estrés.
Venimos
a descansar y nos vamos más cansados que
al comienzo: los cambios en los horarios,
las comidas, la casa, que no es en la que
habitualmente se vive, generalmente la de
la playa más pequeña y más incómoda,
las visitas, las compras, las diversiones
y, sobre todo, las horas bajo el sol y los
baños en la playa...
Y
es que no todos pueden pagarse un hotel
donde se les dé todo hecho. Muchos más
no tienen vacaciones de ningún tipo.
Al
final decimos: "Estoy de vacaciones y
no tengo tiempo para nada".
Algunos
se hicieron buenos propósitos: "este
verano leeré un poco más",
"dedicaré un poco más de tiempo a
la reflexión y la meditación",
"Iré a la Eucaristía con más
frecuencia", "no me faltará un
tiempo para la oración y la
contemplación, por la mañana a la salida
del sol o por la tarde en el bello
crepúsculo de la Manga
Al
final, hemos ido corriendo de un sitio a
otro y nos vamos como vinimos.
Y
sin embargo, sobre todo en este tiempo,
necesitamos momentos de silencio,
tranquilidad y oración.
Hemos
escuchado en la palabra de Dios cómo
Elías, en un momento difícil de su vida
se marcha al monte del Señor para
encontrarse a solas con Él y compartir
sus angustias y situaciones; hemos
escuchado cómo Jesús, después del día
ajetreado en el que dio de comer a unos
"cinco mil hombres, sin contar
mujeres y niños", se retiró a orar,
a encontrarse a solas con el Padre.
¿Es
que no necesitamos nosotros de ese
silencio?
Si
queremos vivir con verdadero espíritu
cristiano es imprescindible la oración,
personal y comunitaria, el encuentro con
el Señor fuera de los ruidos, las
tensiones, el estrés... Qué bien lo
tenemos en la Manga. Cuando aún no ha
comenzado el jaleo de las playas o cuando
ya ha pasado. Qué tranquilidad para
pasear y orar al amanecer o a la puesta
del sol; en la iglesia ante el sagrario o
en los jardines de oración de las
parroquias...
Los
tiempos no son fáciles para la vivencia
de la fe, la sociedad ya no acompaña como
en el pasado. A veces nuestra vida
cristiana y la Iglesia están como barca
en medio de un mar en fuerte oleaje.
"Ánimo, soy yo, no tengáis
miedo", nos dice Jesús.
Si
tenemos fe, caminaremos sobre el agua, es
decir, superaremos las dificultades y
dudas personales y ambientales; pero para
eso tenemos que ir hacia Jesús que nos
dice, como a Pedro: "Ven".
Con
él amainan los vientos y el mar
embravecido se calma.
La
Eucaristía es encuentro con el Señor.
Si
él camina con nosotros, caminamos
seguros.
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