PALABRA DE DIOS 

 


 

PRIMERA LECTURA
Isaías 56, 1. 6-7

El Deuteronomio decía que ningún extranjero sería admitido a la asamblea del Señor.
      Pero el tercer libro de Isaías abre la casa de Dios a los extranjeros cuando guarden el derecho y practiquen la justicia, cuando cumplan la ley del Señor.


 


PRESENTACIÓN

El Deuteronomio decía que ningún extranjero sería admitido en la asamblea de Yhavhé nunca jamás.

Después del destierro, esta prescripción ya no vale.

Al comienzo de la tercera parte del libro de Isaías, ya se establecen las condiciones de admisión de los paganos en el culto del templo.

El tercer Isaías reflexiona el tema de la universalidad de la salvación.

Algunos textos del tercer Isaías están escritos un siglo después de la vuelta del destierro.

No han salido los planes y esperanzas de reconstruir el reino de David y un Templo que dominen sobre los imperios circundantes. Con todo, no pierden la conciencia de ser el pueblo de Dios y Jerusalén y el Templo, el centro del universo.

Por eso se abren las puertas a los extranjeros, se acaba el "nunca jamás" del Deuteronomio.

Las condiciones para entrar a la presencia de Dios ya no son de raza, sino de cercanía al Señor, que se concretará en: "guardar el derecho y practicar la justicia", "amar al Señor y ser sus servidores", "guardar el sábado y cumplir la Alianza"

Quienes vivan así, entrarán en la Ciudad Santa y en la Casa del Señor; vendrán con su oración y serán escuchados, con su ofrenda y será aceptada.

ISAÍAS 56. 1. 6-7

Así dice el Señor:
Guardad el derecho, practicad la justicia,
que mi salvación está para llegar
y se va a revelar mi victoria.

A los extranjeros que se han dado al Señor,
para servirlo,
para amar el nombre del Señor
y ser sus servidores,
que guardan el sábado sin profanarlo
y perseveran en mi alianza:
los traeré a mi Monte Santo,
los alegraré en mi casa de oración;
aceptaré sobre mi altar
sus holocaustos y sacrificios,
porque mi casa es casa de oración
y así la llamarán todos los pueblos.

Palabra de Dios

 

 

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 66

PRESENTACIÓN

La cosecha había sido abundante ("la tierra ha dado su fruto") e Israel daba gracias a Dios entonando este salmo.

Pero la gran cosecha es que todos los pueblos del mundo acojan al Señor como su Dios y Salvador. Ese es el verdadero fruto

"Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben"

¿Hay cosecha mejor que esa?

"Conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación"

Sin eso, ¿qué son todas las cosas del mundo?

El pueblo elegido, el pequeño resto de Israel debe cumplir la misión de hacer partícipe a todas las naciones de la bondad y de los planes de salvación de Dios, de los que ha sido depositario, para que todos los pueblos den gracias a Dios.

"La tierra ha dado su cosecha:
Dios, nuestro Dios, nos bendice.
¡Dios nos bendiga y teman ante Él
todos los confines de la tierra!"

 

SALMO 66

R/. OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
R/. OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

Que canten de alegría las naciones,
porque riges la tierra con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
R/. OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
R/. OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

 

SEGUNDA LECTURA
Romanos 11, 13-15. 29-32

Después de haber dicho Pablo que quisiera ser un proscrito, lejos de cristo, por su pueblo, ahora reafirma a los cristianos convertidos del paganismo, que va a seguir siendo su apóstol y que ojalá despierte en ellos celos en su pueblo y se conviertan a Cristo.

 

PRESENTACIÓN

Deseaba tanto San Pablo que su pueblo acogiera a Cristo, que "quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo" (domingo pasado), con tal de que aceptaran al Mesías.

Con todo, él sigue en su ministerio, en su servicio a los gentiles, tal como el Señor mismo le indicó. Esa es ahora su tarea y no la va a dejar.

La Iglesia del Señor está formada por judíos y gentiles, y los judíos ya no son una mayoría.

Con todo, el nuevo pueblo de Dios no puede dejar perder las grandes riquezas que recibió de Dios el antiguo, el pueblo de Israel.

Dios no abandona a Israel, pero éstos no han acogido a quien era la plena realización de las promesas hechas desde antiguo.

Esto ha servido para que otros, los gentiles, llegaran a Cristo.

Ojalá, dirá, algunos de los de mi raza tomen celos y se unan a nosotros.

Si su rechazo de Cristo ha posibilitado el encuentro de los gentiles con Él, ¿qué pasaría si todo Israel acogiera a Jesucristo, Señor y Mesías?

Los gentiles, como "olivos silvestres" se han injertado en "la raíz santa" de las promesas de salvación de Dios, mientras que los judíos han sido desgajados de la raíz: Cristo. Pero espera que "sus hermanos, los de su raza y sangre", vuelvan a injertarse de nuevo en este árbol de la vida.

ROMANOS 11, 13-15. 29-32

Hermanos:

A vosotros, gentiles, os digo:

Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos.

Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida?

Los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

Vosotros en otro tiempo, desobedecisteis a Dios; pero ahora, al desobedecer ellos, habéis obtenido misericordia.

Así también ellos que ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia.

Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
Mateo 4, 23

Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino curando las dolencias del pueblo.

 

EVANGELIO
Mateo 15, 21-28

Jesús marcha a Tiro y Sidón y allí le sale al encuentro una mujer pagana cuya hija tiene "un demonio muy malo", le pide a Jesús que cure a su hija. Él responde con la doctrina de la época: primero es Israel.
      Ella insiste y su fe hace que Jesús cumpla sus deseos.

 


 

PRESENTACIÓN

Según doctrina común de la época, el anuncio de la salvación comenzaba por la casa de Israel. A los extranjeros, los paganos (los "perros") se haría después.

En este contexto hay que leer el pasaje del evangelio dedicado a la siro-fenicia.

Podríamos enlazar este pasaje con el de la multiplicación de los panes. Comieron los judíos y sobraron doce cestos, pues a los paganos no les daban ni las sobras.

El evangelio de San Mateo nos presenta a una mujer de profunda fe en Jesús. Pondrá en su boca expresiones como: "Señor, Hijo de David", "Señor".

La fe de esa mujer, que se contenta con las migajas, tiene para Jesús más fuerza que la doctrina común de la época.

Los extranjeros, los paganos (los "perros"), también son hijos; la salvación de Dios es universal. Ellos también están llamados a sentarse a la mesa de los discípulos.

No hay que hacer acepción de personas, tanto si se trata de judíos como de paganos, de hombres como de mujeres, de pobres como de ricos.

Todos están llamados a sentarse a la misma mesa, todos están llamados a compartir, todos están llamados a ser hermanos, hijos del mismo Padre, que alimenta a todas sus criaturas.

MATEO 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón.

Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

-Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

El no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

-Atiéndela, que viene detrás gritando.

El les contestó:

-Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:

-Señor, socórreme.

El le contestó:

-No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso:

-Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Jesús le respondió:

-Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra de Dios