INTRODUCCIÓN 

 


 


 

 

INTRODUCCIÓN

 

EL BANQUETE DEL SEÑOR
Miguel Payá - Página franciscanos

Capítulo III
LA PREPARACIÓN
Le reconocieron al partir el pan

Cuando Jesús, la noche antes de morir, instituyó la Eucaristía y dijo: «Haced esto en memoria mía», quiso que recordásemos su muerte y resurrección, y que, a través de este recuerdo, su sacrificio redentor se hiciera presente entre nosotros para comunicarnos toda su eficacia salvadora. Pero, como la muerte y la resurrección del Señor son la síntesis y la culminación de toda su vida y de toda su predicación, hacer memoria de ellos significa recordar de algún modo todo lo que Jesús hizo y dijo. Sobre todo hay que hacer memoria de una serie de acontecimientos y alusiones, que encontramos a lo largo de toda la vida de Jesús, y que preparan y explican la importancia y sentido de esta comida tan especial que es la Eucaristía.

Más aún, Jesús mismo, al instituir la Eucaristía, quiso relacionar, tanto su signo de banquete como su significado profundo, con una serie de acontecimientos y profecías de la Antigua Alianza. De ahí que los escritos del Nuevo Testamento, y la propia liturgia eucarística, utilicen con frecuencia una serie de pasajes del Antiguo Testamento, a los que consideran como figuras de la Eucaristía y también como claves para entenderla: «Aunque Cristo estableció con su sangre la nueva alianza, los libros íntegros del Antiguo Testamento, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento y a su vez lo iluminan y lo explican» (Vaticano II, Dei Verbum, 16).

Asumiendo estas convicciones, nosotros intentaremos ahora penetrar en la inmensa riqueza de la Eucaristía; primero, desde su prehistoria, es decir, desde aquellas figuras del Antiguo Testamento que la anuncian, y, después, desde algunos hechos y dichos de Jesús que la preparan y explican.