PALABRA DE DIOS 

 


 

PRIMERA LECTURA
Isaías 22, 19-23

El mayordomo de palacio era el más importante después del rey. Tenía poder absoluto.
     Se nos presenta a un mayordomo infiel, a quien se destituye, y a su sucesor. Todos esperan mucho de ellos.
     La túnica, el fajín y, sobre todo, las llaves, son el signo de su poder.
     


 


PRESENTACIÓN

En la literatura profética son frecuentes los oráculos de condena, generalmente a colectivos (Israel, Asiria, los ricos, el pueblo, el rey, como representante del pueblo...).

En este texto de hoy, se condena a un particular, a Sebna, un mayordomo del rey Ezequías.

El pueblo está pasando por dificultades y hambrunas y él se está construyendo un gran mausoleo.

Por otra parte, parece que ha caído en desgracia del rey, tal vez por su política pro-egipcia. El profeta ve en ello un castigo de Dios.

Así, pues, éste le anuncia que se le quitarán todos los poderes y pasarán a Eliacín, más de acuerdo con él. Con todo, tampoco Eliacín colmará las expectativas de ser "padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá". Queda, pues, abierta la promesa.

Si se trae este texto en este domingo, no es tanto por los personajes que aparecen en él, cuanto por los símbolos que marcan su poder: la túnica, el fajín o la banda y, sobre todo, las llaves.

Las llaves son signo del amplio poder concedido por el rey sobre su casa. "Lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá". El funcionario es un plenipotenciario.

El texto prepara la venida del plenipotenciario de Dios, el que tiene las llaves del Reino de los Cielos: Cristo.

Y Cristo pasa el poder de las llaves a Pedro. Y, así, lo que ate en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desate en la tierra quedará desatado en el cielo.

ISAÍAS 22, 19-23

Así dice el Señor a Sobna, mayordomo de palacio:

Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.

Aquel día llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá.

Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá.

Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna

Palabra de Dios

 

 

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 137

PRESENTACIÓN

Tal vez este salmo fuera compuesto para un rey que da gracias por un favor recibido y pide a Dios que siga favoreciéndole

"Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
pues Tú has escuchado las palabras de mi boca.

Debemos tener un corazón agradecido, pues siempre, el Señor, nos sorprende con su generosidad. Cuando uno grita al Señor, el lo escucha

"El día que grité, tú me escuchaste
aumentaste la fuerza en mi alma".

Todos los reyes de la tierra tienen que dar gracias al Señor, pues su gloria es grande.

No podemos acercarnos a Él con autosuficiencia; él ve al humilde y le agrada su conducta.

Por eso, en medio de nuestras angustias, nos da la vida y nos libra de los enemigos.

"Yhavhé lo acabará todo por mí.
¡Oh Yhavhé, es eterno tu amor,
no dejes la obra de tus manos!

 

SALMO 137 

R/. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti.
Me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre.
R/. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R/. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

El Señor es sublime, se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R/. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

 

SEGUNDA LECTURA
Romanos 11, 33-36

Se concluye la larga reflexión sobre la Historia de la Salvación con un pequeño himno que exalta la sabiduría u la misericordia de Dios. Acaba con una alabanza: " A Él la gloria por los siglos de los siglos".

 

PRESENTACIÓN

La salvación de Dios es universal. Todos, judíos y gentiles, están llamados a ella.

Cristo - Mesías es el cumplimiento de las promesas de Dios.

Israel, depositario de las promesas, lo ha rechazado, los gentiles, que en otro tiempo vivieron lejos, se han acercado.

A Pablo le duele el alejamiento de su pueblo, estaría dispuesto a ser un proscrito, lejos de Cristo, si sirviera para que su pueblo se acercara a Jesús - Mesías.

Pero Dios no ha rechazado a su pueblo, sigue fiel a sus promesas.

Espera San Pablo que su pueblo vuelva al Dios de las promesas, al no poder estar separado de aquel a quien se unió con Alianza eterna.

Como colofón a esta reflexión sobre el Plan de Salvación de Dios, incluye un himno de acción de gracias a la misericordia de Dios y a su inmensa sabiduría

¡Qué gran generosidad, sabiduría y conocimiento el de Dios! - ¿Quién puede entrar en lo profundo de sus designios? - ¿Quién puede exigirle nada? - ¿Acaso necesita nuestros consejos?

No hay sabiduría humana que pueda abarcarle, que pueda penetrar en su misterio.

El universo entero procede de él en origen, meta y desarrollo.

"A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén".

ROMANOS 11, 33-36

Hermanos:

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!

¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!

¿Quién conoció la mente del Señor?

¿Quién fue su consejero?

¿Quién le ha dado primero para que él le devuelva?

El es el origen, guía y meta del universo.

A él la gloria por los siglos. Amén.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
Mateo 16, 18

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

 

EVANGELIO
Mateo16, 13-20

Se ha llamado a este texto la "escena de Cesarea".
      Jesús interroga a los suyos sobre lo que se dice de él; también lo que dicen ellos.
      Pedro, en nombre de todos, responde y Jesús le da el poder de las llaves; también el de atar y desatar.


 

PRESENTACIÓN

Nos encontramos ante uno de los temas importantes del Evangelio de San Mateo. Ha sido objeto de muchas reflexiones y discusiones.

Lo más traído y llevado es el tema de las llaves y el poder de atar y desatar.

Pero el marco es mucho más amplio.

A partir de la "confesión de Cesarea", como se le llama a este texto, Jesús va a orientar ya sus pasos hacia Jerusalén, donde tendrá lugar la pasión, muerte y resurrección (Mt16,21).

El texto de hoy es muy rico en temas importantes.

Empieza con la pregunta de Jesús: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?"; "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

La respuesta de Simón marca la fe de los Apóstoles y la fe de la Iglesia. "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Así ha definido Simón Pedro a Jesús, por revelación de Dios.

Y Jesús define a Simón Bar-Jona: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

A esta misión encomendada a Pedro, le añade una prerrogativa, que es del propio Jesús - Mesías: el poder de las llaves. Él es quien posee las llaves de la casa del Padre, del Reino de los Cielos y le confía a Pedro asumir la función de abrir y cerrar, hacer entrar y salir, tener la plena confianza del Señor, ser su mayordomo, ser el plenipotenciario.

Junto al poder de las llaves, el poder de atar y desatar, pero ejercido en colegialidad con los demás Apóstoles (Mt 18, 18, Jn 20, 22-23)

Jesús va poniendo las bases del nuevo Pueblo de Dios, un pueblo de hermanos, un cuerpo animado por el Espíritu, del que Él mismo es la Cabeza.

Un pueblo, presidido, en el Señor, por Pedro y los Apóstoles, el Papa y los Obispos, en comunión con él.

Un pueblo de hermanos que acogen el carisma del gobierno de quienes presiden en el Señor (1Tes 5, 12), con fe y libertad.

Pedro será la cabeza visible de esta familia que, junto con los Doce, animan, guían, corrigen... para que todos caminemos por las sendas del Señor.

MATEO 16, 13-20

En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe y preguntaba a sus discípulos:

-¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?

Ellos contestaron:

-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

El les preguntó:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Jesús le respondió:

-¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora te digo yo:

-Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Y les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Palabra de Dios

MINISTERIO DE SERVICIO

En las culturas antiguas del Medio Oriente existían en los palacios reales algunas personas muy importantes que gozaban de la confianza del rey, por ejemplo, el copero, que servía el vino al rey probándolo primero, por si estaba envenenado; otro era el mayordomo, al que se le habían dado las llaves del palacio y la ciudad y que gozaba de plenos poderes: abrir y cerrar el palacio y la ciudad, procurar que todo funcione bien, que todo y todos estén seguros.

En este contexto se colocan las palabras de Jesús a Pedro: "Te daré las llaves del reino de los cielos".

Es un cargo de total confianza. Nosotros, ¿no dejamos las llaves de nuestra casa sólo a aquellos en los que confiamos?

Esa confianza se la ha ganado Pedro acogiendo, desde la fe, la revelación del Padre a cerca de Jesús y proclamada con fuerza: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". 

Y tú eres la Roca sobre la que edificaré mi Iglesia, antesala del Reino; y te doy las llaves; pongo en ti toda mi confianza; tú abres y cierras; tú atas y desatas.

En la primera lectura, cuando Isaías anuncia a Sobná que se le va a quitar de su puesto y se le va a dar a Eliacím, dice de éste: "Será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá".

Este es el cometido de Pedro y los Apóstoles, del Papa y los Obispos: ser padres del nuevo pueblo de Dios.

El ministerio de Pedro y los apóstoles, del Papa y los Obispos, es un ministerio de servicio a los hermanos.

La Iglesia no es una mera sociedad civil, una asociación ciudadana, un partido político; la Iglesia es una comunión de hermanos, reunida por Jesucristo y animada por el Espíritu Santo; es, pues, una comunidad de fe; es un cuerpo con muchos miembros, cada uno con su función y con una cabeza, que es Cristo.

Desde esta perspectiva entendemos que el ministerio de Pedro y los Apóstoles, del Papa y los Obispos, es un ministerio de servicio al crecimiento de este cuerpo, para que se desarrolle con salud y fuerza.

Por eso, desde la fe en Jesucristo, acogemos la palabra y la guía de los pastores: el Papa, ayer Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, hoy Francisco cada uno con su estilo, con su forma, con su carácter, pero todos el sucesor de Pedro; los Obispos, ayer D. Miguel Roca, D. Javier Azagra, D. Manuel Ureña, Don Juan Antonio Reig hoy D. José Manuel Lorca, cada uno son su estilo, con su forma, con su carácter, pero todos sucesores de los Apóstoles, por eso los acogemos y les escuchamos.

Siguiendo sus palabras y sus orientaciones, que son las de Jesús para hoy y para nosotros, vamos creciendo como cristianos y como Iglesia.

Guiados por los pastores, todos construimos la Iglesia del Señor; primero siendo auténticos cristianos, viviendo nuestra fe personal y comunitariamente, dando testimonio, con nuestra vida, en nuestros ambientes, sin avergonzarnos de aquel en quien creemos: Jesucristo, Hijo de Dios y nuestro salvador.

Sintámonos comunidad de hermanos: todo es de todos y todos nos preocupamos de todo. Alejemos la mentalidad de socios de un club que vienen, exigen y se van. Entre hermanos nadie es criado de nadie y todos son servidores de todos.

Cristo, Cabeza, primer servidor del Cuerpo: ha dado su vida; los pastores, servidores de los miembros del Cuerpo, para su crecimiento y vitalidad; todos servidores de todos.

La Eucaristía nos une y nos alimenta.