MATEO
16, 13-20
En
aquel tiempo llegó Jesús a la región de
Cesarea de Felipe y preguntaba a sus discípulos:
-¿Quién
dice la gente que es el Hijo del Hombre?
Ellos
contestaron:
-Unos
que Juan Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o uno de los profetas.
El
les preguntó:
-Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón
Pedro tomó la palabra y dijo:
-Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús
le respondió:
-¡Dichoso
tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te
lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre que está en el cielo.
Ahora
te digo yo:
-Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo
que ates en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra, quedará
desatado en el cielo.
Y
les mandó a los discípulos que no dijeran a
nadie que él era el Mesías.
Palabra
de Dios
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MINISTERIO
DE SERVICIO
En
las culturas antiguas del Medio Oriente
existían en los palacios reales algunas
personas muy importantes que gozaban de la
confianza del rey, por ejemplo, el copero,
que servía el vino al rey probándolo
primero, por si estaba envenenado; otro
era el mayordomo, al que se le habían
dado las llaves del palacio y la ciudad y
que gozaba de plenos poderes: abrir y
cerrar el palacio y la ciudad, procurar
que todo funcione bien, que todo y todos
estén seguros.
En
este contexto se colocan las palabras de
Jesús a Pedro: "Te daré las llaves
del reino de los cielos".
Es
un cargo de total confianza. Nosotros,
¿no dejamos las llaves de nuestra casa
sólo a aquellos en los que confiamos?
Esa
confianza se la ha ganado Pedro acogiendo,
desde la fe, la revelación del Padre a
cerca de Jesús y proclamada con fuerza:
"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Y
tú eres la Roca sobre la que edificaré
mi Iglesia, antesala del Reino; y te doy
las llaves; pongo en ti toda mi confianza;
tú abres y cierras; tú atas y desatas.
En
la primera lectura, cuando Isaías anuncia
a Sobná que se le va a quitar de su
puesto y se le va a dar a Eliacím, dice
de éste: "Será padre para los
habitantes de Jerusalén, para el pueblo
de Judá".
Este
es el cometido de Pedro y los Apóstoles,
del Papa y los Obispos: ser padres del
nuevo pueblo de Dios.
El
ministerio de Pedro y los apóstoles, del
Papa y los Obispos, es un ministerio de
servicio a los hermanos.
La
Iglesia no es una mera sociedad civil, una
asociación ciudadana, un partido
político; la Iglesia es una comunión de
hermanos, reunida por Jesucristo y animada
por el Espíritu Santo; es, pues, una
comunidad de fe; es un cuerpo con muchos
miembros, cada uno con su función y con
una cabeza, que es Cristo.
Desde
esta perspectiva entendemos que el
ministerio de Pedro y los Apóstoles, del
Papa y los Obispos, es un ministerio de
servicio al crecimiento de este cuerpo,
para que se desarrolle con salud y fuerza.
Por
eso, desde la fe en Jesucristo, acogemos
la palabra y la guía de los pastores: el
Papa, ayer Juan XXIII, Pablo VI, Juan
Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, hoy
Francisco
cada uno con su estilo, con su forma, con
su carácter, pero todos el sucesor de
Pedro; los Obispos, ayer D. Miguel Roca,
D. Javier Azagra, D. Manuel Ureña, Don Juan Antonio
Reig hoy D. José Manuel Lorca, cada uno son su estilo,
con su forma, con su carácter, pero todos
sucesores de los Apóstoles, por eso los
acogemos y les escuchamos.
Siguiendo
sus palabras y sus orientaciones, que son
las de Jesús para hoy y para nosotros,
vamos creciendo como cristianos y como
Iglesia.
Guiados
por los pastores, todos construimos la
Iglesia del Señor; primero siendo
auténticos cristianos, viviendo nuestra
fe personal y comunitariamente, dando
testimonio, con nuestra vida, en nuestros
ambientes, sin avergonzarnos de aquel en
quien creemos: Jesucristo, Hijo de Dios y
nuestro salvador.
Sintámonos
comunidad de hermanos: todo es de todos y
todos nos preocupamos de todo. Alejemos la
mentalidad de socios de un club que
vienen, exigen y se van. Entre hermanos
nadie es criado de nadie y todos son
servidores de todos.
Cristo,
Cabeza, primer servidor del Cuerpo: ha
dado su vida; los pastores, servidores de
los miembros del Cuerpo, para su
crecimiento y vitalidad; todos servidores
de todos.
La
Eucaristía nos une y nos alimenta.
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