"NO
ME ACORDARÉ MÁS DE ÉL"
"No
me acordaré más de él, no hablaré más
en su nombre", decía Jeremías (1ª
lectura)
Es
la tentación de aquel que cree que su
vida, su testimonio cristiano, no sirve
para nada o, peor aún, que le complica la
existencia.
Cuántos
cristianos, ante la mínima dificultad, se
echan atrás, niegan o disimulan que lo
son.
A
veces hay cristianos que se encuentran en
difíciles encrucijadas: apoyar a grupos,
asociaciones o partidos a los que se
sienten cercanos, pero que tienen algunos
presupuestos contrarios al Evangelio y a
la doctrina de la Iglesia. ¿Qué hacer?
No faltan los que, con cualquier excusa,
abandonan la Iglesia.
Siempre
la tentación de abandonar, la tentación
de quedarnos dentro de nuestros templos,
con nuestras misas, rosarios, novenas...,
pero sin salir a anunciar la salvación
que Dios nos ha otorgado mediante la
entrega de Jesús en la cruz como
sacrificio.
Jeremías
no cayó en la tentación de abandonar
porque la palabra de Dios era en él
"fuego ardiente" y no podía
callarse.
Jesús
también fue tentado para que abandonara
la tarea, la misión que el Padre le
había encomendado. Primero en el
desierto, después del bautismo, y, ahora
de forma más sutil. Pedro, quien acaba de
proclamar que Jesús es "el Mesías,
el Hijo de Dios vivo" y a quien
Jesús acaba de nombrarle la Roca sobre la
que edificará la Iglesia, tras el anuncio
de Jesús de que va a padecer mucho, ser
ejecutado y resucitar al tercer día,
quiere impedírselo: "¡No lo permita
Dios, Señor! eso no puede pasarte".
"Quítate de mi vista Satanás, que
me hacer tropezar".
La
sociedad de consumo, de tener más que del
ser; los medios de comunicación, sobre
todo la televisión; el mundo de la
informática. internet, el teléfono...
Las
ideas y los comportamientos que recibimos
a través de ellos, están conformando un
tipo de pensamiento y conducta no
aceptable, en muchos casos, por un
seguidor de Jesucristo.
Algunos
sectores de la sociedad, siempre que
pueden, aprovechan para denigrar la
religión, las creencias, la fe cristiana,
la Iglesia, a los cristianos,
especialmente a los pastores.
En
un ambiente enrarecido en lo referente a
lo religioso, los creyentes sienten la
tentación de abandonar o esconderse.
Jeremías
siguió adelante; el Señor era
"fuego ardiente" en él.
Jesús
no se echó atrás; murió para cumplir el
plan de salvación del Padre y resucitó
para que nosotros tuviéramos vida.
En
nosotros va a depender del lugar que el
Señor ocupe en nuestra vida.
El
Señor, es fuego ardiente en mí, daré la
cara por Él con mis palabras y mi
conducta. Cargaré, si es necesario, con
la cruz del Señor y le seguiré.
El
Señor está apagado en mí, me
esconderé, seré cristiano vergonzante,
como mucho iré a la iglesia a cumplir.
Que
la Eucaristía robustezca nuestra fe para
que demos testimonio de Cristo aun en
situaciones adversas.
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