"SI
MI HERMANO ME OFENDE
¿CUÁNTAS VECES LE TENGO QUE PERDONAR?
¡Justicia!,
¡Queremos justicia!, ¡Que se haga justicia!...
Y
en la administración de la justicia queremos que se
vaya más allá de la ley del Talión.
"Ojo
por ojo, diente por diente", decía la ley del
Talión. El lenguaje, típico de la época, suena
fuerte, pero el contenido es una buena norma de
justicia: a nadie le hagas más de lo que te ha hecho a
ti (ojo por ojo, diente por diente)
Sin
embargo, muchas veces pretendemos que se vaya más
allá: dos ojos por ojo, tres dientes por diente.
Cuántos
que se dicen cristianos, piensan sólo en clave de
justicia; cuántos no ven otra solución a los delitos
que la cárcel, el destierro o la pena de muerte.
Para
la sociedad, para la comunidad humana, tan diversa y
plural, son necesarias las leyes que ordenen la
convivencia; leyes que deben ser justas, como mínimo;
leyes que hay que acatar.
Pero
para la persona religiosa, para la persona que cree en
Dios y, sobre todo para el cristiano que conoce al Dios
revelado por Jesucristo, mediante sus palabras y obras,
no basta con llegar a la justicia.
Dios
es justo, pero, si nos paga según nuestras culpas,
estamos perdidos.
Jesús
nos revela que, por delante de la justicia, Dios pone el
amor, la misericordia y el perdón; más aún,
condiciona su perdón al que nosotros damos al hermano.
"Perdona
la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados
cuando lo pidas"
"No
tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de
sus pecados?
Qué
claro ha sido el libro del Eclesiástico en la primera
lectura.
-
¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿hasta siete?
-
No hasta siete, sino hasta setenta veces siete
"Perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a
los que nos ofenden".
También
Jesús lo deja bien claro.
Es
evidente que una sociedad irá creciendo como tal, en la
medida en que la justicia va dando paso al perdón,
cuando hay arrepentimiento.
Dios,
el rey de la parábola, nos perdona todo cuando se lo
pedimos (¿qué ser finito puede arreglar cuentas con el
infinito?)
Pero
si somos incapaces de arreglar cuentas con el hermano,
de perdonarle, Dios vuelve a pedirnos cuentas de la
deuda que tenemos con Él, y que no podemos pagar.
No
olvidemos las palabras del salmo 102
"El
Señor es compasivo y misericordioso
lento a la ira y rico en clemencia".