REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

¿QUIÉN HIZO LO QUE QUERÍA EL PADRE?

La parábola que nos trae hoy el Evangelio trata de un comportamiento que se da en la mayoría de las familias que tienen varios hijos. Esta el "buenecito", el que dice a todo "sí, papá", "sí, mamá", aunque no tenga intención de obedecer, y el que ha salido más respondón, más impulsivo, que dice lo que le sale de dentro, aunque sea un "no quiero", cuando el padre o la madre le mandan hacer algo.

Jesús habla de un hijo de los "buenos" hacia afuera. Le importa más la fachada, que lo vean, que todos hablen bien de él, que tenga una buena reputación.

Cuánto de esto hay en la Iglesia y en la sociedad. Vivir para aparentar, para que digan. Si hablamos de cristianos, podríamos decir que son cristianos de "cartón piedra", como los decorados de los teatros, como los antiguos poblados de las películas del oeste rodadas en Almería.

- Vete a trabajar en la viña.

- Sí, voy enseguida.

Pero no fue. No hizo lo que quería el padre.

El otro hijo tenía peor fama, parecía alejado del padre, pero era sincero.

- Vete a trabajar a la viña.

- No quiero.

Pero, después, se arrepintió y fue. Hizo lo que quería el padre.

Ante los demás, ante los "buenos", ha agraviado al padre, no ha cumplido el mandamiento de honrarle, es un pecador.

Cuántas veces hacemos divisiones demasiado superficiales a cerca de las personas: buenos y malos, sin mirar más allá del comportamiento externo.

Porque el que dijo: "no quiero", se arrepintió y fue a la viña y cumplió con lo que quería el padre, que era lo verdaderamente importante.

Y Jesús les dijo palabras muy duras a aquellos sumos sacerdotes y letrados: "Los publicanos y las prostitutas os llevarán la delantera en el reino de los cielos".

Pobres y pecadores eran los preferidos de Jesús porque estaban abiertos a la conversión y al perdón.

El que se cree justo (¿quién es justo ante Dios?), se cierra a la misericordia.

Quién más quién menos,  todos somos el hijo del "no quiero". Y seremos de los preferidos en la medida que nos arrepintamos y hagamos lo que el Padre quiere.

La Eucaristía es alimento y premio de los que hemos ido a trabajar a la viña del padre, aunque en algún momento le hayamos dicho "no quiero".

 

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

RECHAZADO Y ACOGIDO

En el evangelio de hoy y en el de los dos próximos domingos vamos a leer tres parábolas de Jesús dirigidas todas ellas "a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo". Tienen en común el hecho de que Jesús se ve rechazado por los notables del pueblo, aquellos que deberían haberlo aceptado desde el principio. En estas notas al evangelio de hoy vamos a fijarnos en primer lugar en la parábola y luego en sus aplicaciones.

1. De entrada Jesús invita a sus interlocutores a juzgar lo que va a proponerles ("¿qué os parece?") y la interpelación se repite de nuevo al final ("¿Quién de los dos...?"). Los dos hijos tipifican los dos grandes grupos en que se dividía el pueblo de Israel: los "justos "y los "pecadores", pero ambos son considerados como hijos y son objeto del amor del Padre, al tiempo que tienen también necesidad de perdón. La parábola describe sus actitudes contrarias. En primer lugar la del que es considerado pecador: su respuesta cortante ("no quiero"), que muestra la desobediencia al deber más importante para con los padres, hace que los oyentes de Jesús lo caractericen como tal; pero éste es capaz de arrepentirse y hacer la voluntad de su padre. La segunda actitud -el segundo hijo caracteriza a aquellos que se creen "justos"- sería la de los que dicen y no hacen; los que en el momento decisivo no obedecen.

Toda la fuerza de la parábola está en el hacer o el dejar de hacer, que es lo que en definitiva cuenta ante Dios.

2. Las palabras de Jesús ("os aseguro...") se dirigen a los notables del pueblo diciéndoles que ellos son los que dicen y no hacen, que externamente son piadosos pero que en realidad no cumplen la voluntad de Dios. En cambio, "los publicanos y las prostitutas", considerados como personas cuya conversión era imposible a causa de su clase de vida, sustituyen a los primeros en el camino hacia el Reino.

A esta primera aplicación de la parábola se añade otra, aplicando el hecho de que los pecadores aceptan la predicación del Reino y los justos la rechacen a una situación histórica muy concreta e importante: la predicación de Juan Bautista. Los que creyeron en él y manifestaron con hechos concretos su conversión -como el primer hijo- se encuentran ahora dispuestos para aceptar a Jesús. Los que no se tomaron seriamente al Bautista van experimentando un endurecimiento que les impide convertirse incluso después "de ver esto", es decir, el cambio que con ocasión del Bautista y sobre todo de Jesús, experimentan los considerados pecadores.

A lo largo de todo el texto -tanto de la parábola como de las aplicaciones- se dan continuas referencias en tono polémico hacia aquellos que no quieren aceptar la predicación de Jesús y se escandalizan del Evangelio.

J. ROCA

(mercaba)

 

 

 

REFLEXIÓN - 3

INSTALARSE EN LA FE

Pero no fue...

Son bastantes los cristianos que terminan por instalarse cómodamente en su fe sin que su vida apenas se vea afectada lo más mínimo por su relación con Dios.

Se diría que su fe es un añadido, un complemento de lujo o una nostalgia que se conserva todavía de los años de la infancia. Pero no algo nuclear que anima su vivir diario. Cuántas veces la vida de los cristianos queda cortada en dos. Actúan, se organizan y viven como todos los demás a lo largo de los días, y el domingo dedican un cierto tiempo a dirigirse a un Dios que está ausente de sus vidas el resto de la semana.

Cristianos que se desdoblan y cambian de personalidad según se arrodillen para orar a Dios o se entreguen a sus ocupaciones diarias. Dios no penetra en su vida familiar, en su trabajo, en sus relaciones sociales, en sus proyectos o intereses.

La fe queda convertida así en una costumbre, un reflejo, una "relajación semanal" como diría J. Onimus y, en cualquier caso, en una prudente medida de seguridad para ese futuro que tal vez exista después de la muerte.

Todos hemos de preguntarnos con sinceridad qué significa realmente Dios en nuestro diario vivir. Lo que se opone a la verdadera fe no es, muchas veces, la increencia sino la falta de vida.

¿Qué importa el credo que pronuncian nuestros labios, si falta luego en nuestra vida un mínimo esfuerzo de seguimiento sincero a Jesucristo?

¿Qué importa -nos dice Jesús en su parábola- que un hijo diga a su padre que va a trabajar en la viña, si luego en realidad no lo hace? Las palabras, por muy hermosas y conmovedoras que sean, no dejan de ser palabras.

¿No hemos reducido, con frecuencia, nuestra fe a palabras, ideas o sentimientos? ¿No hemos olvidado demasiado que la fe es una actitud ante Dios que da un significado nuevo y una orientación diferente a todo el comportamiento del hombre?

Los cristianos no deberíamos ignorar que, en realidad, no creemos lo que decimos con los labios sino lo que expresamos con nuestra vida entera.

Los creyentes hemos llenado de palabras muy hermosas la historia de estos veinte siglos, hemos construido sistemas doctrinales monumentales que recogen el pensamiento cristiano con hondura, pero la verdadera fe hoy y siempre la viven aquellos hombres y mujeres que saben traducir en hechos el evangelio.

JOSE ANTONIO PAGOLA

(mercaba)