Nos
presenta el texto del profeta Isaías a Dios como el
"Señor de los Ejércitos", como el rey que va
delante de los suyos en la batalla. Es una imagen muy
corriente en el lenguaje religioso de una época en la que
Dios es centro de todas las cosas.
Un rey
victorioso que "juzgará a los ejércitos del cielo en
el cielo y a los reyes de la tierra en la tierra"
(24,21).
Un rey
victorioso que "es baluarte del pobre, baluarte del
desvalido en la angustia, reparo del aguacero, sombra en la
canícula" (25, 4).
Este rey
victorioso, "Señor Dios de los Ejércitos",
preparará en el monte Sión, lugar del Templo y de la
presencia divina, el banquete del triunfo para todos.
Un
banquete en el que los manjares que se pongan sobre la mesa,
superan a los de las mesas de los reyes de la tierra.
Y es que
el texto tiene una proyección escatológica, es decir, mira
al final de los tiempos, al banquete del Reino de los
Cielos. Por eso se emplea el futuro: el Señor
"preparará", "arrancará",
"enjugará", "aquel día se dirá"...
Hay una
victoria final sobre aquella a la que sólo puede vencer
Él: la Muerte.
Vencida
la muerte, se acabaron los velos del luto y las lágrimas de
los rostros; vencida la muerte, puede comenzar, para todos,
la fiesta que no se acaba.
"Aquel
día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien
esperábamos nos salvara: celebremos y festejemos su
salvación".
Así, pues, este himno
de los salvados es un canto a la esperanza y a la alegría.
El enemigo puede ser fuerte, pero nuestro destino no es la
muerte. Nuestro destino es sentarnos a la mesa del "Rey
de la Victoria".
ISAÍAS
25,
6-10a
Preparará
el Señor de los ejércitos
para todos los pueblos, en este monte,
un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares enjundiosos, vinos generosos.
Y
arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
El
Señor Dios enjugará
las lágrimas de todos los rostros,
y el oprobio de su pueblo
lo alejará de todo el país
-lo ha dicho el Señor-.
Aquel
día se dirá:
Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara:
celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.
Palabra
de Dios
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