PALABRA DE DIOS 

 


 

PRIMERA LECTURA
Isaías 25, 6-10a

Aquel día, el día del Señor, es comparado con una gran fiesta en la que que no falta el banquete abundante de manjares suculentos y vinos de solera; un día en el que ya no habrá lágrimas ni sufrimientos.
     Aquel día se dirá: "Aquí esta nuestro Dios"


 


PRESENTACIÓN

Nos presenta el texto del profeta Isaías a Dios como el "Señor de los Ejércitos", como el rey que va delante de los suyos en la batalla. Es una imagen muy corriente en el lenguaje religioso de una época en la que Dios es centro de todas las cosas.

Un rey victorioso que "juzgará a los ejércitos del cielo en el cielo y a los reyes de la tierra en la tierra" (24,21).

Un rey victorioso que "es baluarte del pobre, baluarte del desvalido en la angustia, reparo del aguacero, sombra en la canícula" (25, 4).

Este rey victorioso, "Señor Dios de los Ejércitos", preparará en el monte Sión, lugar del Templo y de la presencia divina, el banquete del triunfo para todos.

Un banquete en el que los manjares que se pongan sobre la mesa, superan a los de las mesas de los reyes de la tierra.

Y es que el texto tiene una proyección escatológica, es decir, mira al final de los tiempos, al banquete del Reino de los Cielos. Por eso se emplea el futuro: el Señor "preparará", "arrancará", "enjugará", "aquel día se dirá"...

Hay una victoria final sobre aquella a la que sólo puede vencer Él: la Muerte.

Vencida la muerte, se acabaron los velos del luto y las lágrimas de los rostros; vencida la muerte, puede comenzar, para todos, la fiesta que no se acaba.

"Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos nos salvara: celebremos y festejemos su salvación".

Así, pues, este himno de los salvados es un canto a la esperanza y a la alegría. El enemigo puede ser fuerte, pero nuestro destino no es la muerte. Nuestro destino es sentarnos a la mesa del "Rey de la Victoria".

ISAÍAS 25, 6-10a

Preparará el Señor de los ejércitos
para todos los pueblos, en este monte,
un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares enjundiosos, vinos generosos.

Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.

El Señor Dios enjugará
las lágrimas de todos los rostros,
y el oprobio de su pueblo
lo alejará de todo el país
-lo ha dicho el Señor-.

Aquel día se dirá:
Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara:
celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.

Palabra de Dios

 

 

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 22

PRESENTACIÓN

El Señor Dios de los Ejércitos es un Pastor que cuida y guía a los suyos. Junto a él estaremos seguros, no nos faltará nada.

"El Señor es mi Pastor: nada me falta"

¿Qué mejor que estar junto a él, que tanto se preocupa por nosotros?

Como un pastor,

"me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas"

Con él no me extraviaré del camino a seguir, aunque a veces sea difícil y arriesgado, aunque camine por cañadas oscuras.

"Nada temo, porque tú vas conmigo"

Al final me hace compartir su Reino, me sienta a su mesa y me unge. Porque es un Dios bueno y fiel a sus promesas.

Por eso, mi único deseo es

"habitar en la casa del Señor
por años sin término".

 SALMO 22

R/. HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR,
POR AÑOS SIN TÉRMINO 

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar:
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R/. HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR,
POR AÑOS SIN TÉRMINO 

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R/. HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR,
POR AÑOS SIN TÉRMINO 

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R/. HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR,
POR AÑOS SIN TÉRMINO 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.
R/. HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR,
POR AÑOS SIN TÉRM
INO

 

SEGUNDA LECTURA
Filipenses 4, 12-14. 19-20

Termina San Pablo su carta agradeciendo a la comunidad de Filipos la ayuda y la preocupación que han tenido con él en los momentos difíciles en los que se encuentra, aunque ha aprendido a vivir en toda situación, próspera o adversa. Y eso por la fuerza que Cristo le da.
     Con todo, es agradecido y les asegura que el Señor será generoso con ellos.
     Acaba con una alabanza a Dios, nuestro Padre.

 

PRESENTACIÓN

Algunos estudiosos del Nuevo Testamento, ven en la carta a los Filipenses la fusión de varias notas que Pablo enviaría a la comunidad de Filipos desde la cárcel, tal vez, situada en Éfeso, población cercana, que posibilitaría las visitas y la ayuda de la comunidad a Pablo.

Así, éste se muestra agradecido, pues la comunidad ha expresado su interés por él de una manera muy concreta.

Pablo, en su situación, no siente la escasez, no porque tenga muchas cosas, sino porque ha aprendido a vivir "en estrechez y en abundancia", ya que ha pasado por todo.

Y la fuerza para superar toda situación, aunque sea muy adversa, es Cristo, que es aquel que le conforta.

Con todo, no desprecia la ayuda de los filipenses, al contrario, agradece que hayan tomado como suyas las dificultades por las que está pasando.

Les recuerda con qué cariño siempre han estado a su lado, solucionando sus problemas materiales, cosa que no hicieron otras Iglesias.

Todo ello producirá sus intereses en su cuenta ante el Señor, que proveerá a sus necesidades por medio de Cristo.

Despide la carta dando gracias y alabando a Dios, el Padre de la gloria.

FILIPENSES 4, 12-14. 19-20

Hermanos:

Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso hiciste¡s bien en compartir mi tribulación.

En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús.

A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
Efesios 1, 17-18

El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama.

 

EVANGELIO
Mateo 22, 1-14

Tercera parábola que Jesús dirige a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo.
      Hoy el rey, el Señor, les envía sus criados a invitarles a la fiesta de la boda del hijo. No quieren ir, más aún, algunos mataron a los criados.
      La fiesta está preparada, los elegidos no quieren ir, pues que venga todo el que quiera, dice el rey. Sólo hace falta venir con el traje de fiesta.


 

PRESENTACIÓN

Se proclama hoy la tercera de las parábolas que Jesús dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo.

Las tres tienen el mismo trasfondo: el rechazo de Israel a Jesús.

La parábola de hoy nos habla de un rey que celebra la boda del hijo y de los convidados a la boda, que ponen excusas para no ir, aún más, acaban matando a los criados que van a invitarlos.

"Tengo preparado el banquete... todo está a punto. Venid...".

"No hicieron caso".

La respuesta del rey: prender fuego a la ciudad y enviar a los criados a invitar a la boda a todos los que encuentren por el camino.

Nos encontramos, pues, ante una parábola construida con un esquema semejante a la de los viñadores de la semana pasada: los mismos personajes y los mismos castigos.

El primer convidado por el rey (Dios) a la boda del hijo (Jesús), es el pueblo de Israel, que rechazó la invitación, quedándose en sus cosas, en su Ley.

El hijo se casa, ya está aquí, está presente. Dos veces manda criados el rey: los profetas y los apóstoles de Cristo . No sólo no les escuchan, sino que les persiguen.

La destrucción de Jerusalén, tal vez el texto hace referencia a ella cuando dice: "prendieron fuego a la ciudad", puede ser un momento de apertura de la fe a los gentiles, a los paganos.

Por eso manda llamar a todos. Todos caben en el banquete del Reino. Todos pueden sentarse a la mesa del Señor.

Pero hay que llevar el vestido de bodas, es decir, hay que convertirse a Cristo de verdad. Aceptar venir a la boda y sentarse a la mesa, exige un comportamiento concreto. Decir "sí" a la invitación, es decir "sí" al seguimiento.

Recordemos el final del evangelio del domingo pasado: "Se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos".
 

MATEO 22, 1-14

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:

-El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda.

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:

-La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:

-Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?

E1 otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:

-Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.]

Palabra de Dios