REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

"A DIOS LO QUE ES DE DIOS"

 Cuando llegan las épocas de elecciones, los políticos están enzarzados unos contra otros: que si los programas están bien, que si están mal, que si ganarán unos, que si lo harán los contrarios, que si "te apoyo si me das...", que si "te critico si no me das"...Hoy hay temas más graves sobre la mesa: rompemos España o no.

Entre nosotros, nuestros "políticos", les hemos oído hace poco, se llenan la boca diciendo que lleva en sus proyectos los programas más sociales, que son los que se preocupan más de los más débiles... Las más de las veces sólo palabras bonitas para la galería. De hecho hay proyectos que se llenan la boca diciendo que están a favor de los pobres, pero que nunca les ayudarán a salir de la pobreza, pues se quedarían sin sus votos; prefieren tenerlos pobres, aunque sea mantenidos con unas migajas.

Momentos importantes de la política suelen ser la aprobación de los presupuestos. El caso es que haya unos presupuestos, para tener unas inversiones.

El tema de subir o bajar impuestos está en todas las pugnas políticas.

Y sabemos que, si bajan de un sitio, y se cacareará la bajada, calladamente, sin que nadie se entere, se subirá de otra parte. Sólo saldrán a la palestra las subidas tradicionales: el alcohol, el tabaco y los carburantes. El caso es que cada vez hay que pagar más impuestos, directos e indirectos.

Y es que con esos impuestos, dirán los políticos, os damos educación, la sanidad, las pagas de los jubilados y parados, las carreteras...  Sin pagar impuestos no se puede hacer nada; no se puede dar nada gratis...

Es lógico que lo común se pague en común, en proporción a lo que cada uno tiene.

¿Es lícito pagar el impuesto al César? ¿a los "césares" de turno?

Jesús no entra en una cuestión que le ponen para hacerle caer. En otra ocasión, en la que tocaba pagar impuestos, Jesús le dice a Pero que, aunque el dueño de toda la tierra no tiene porqué pagarlos, que vaya al lago, saque un pez y tome las dos monedas que lleva en la boca y que pague por los dos.

A él le interesa otro tema.

Si con los impuestos pagamos a los jefes de la tierra lo que nos dan, ¿cómo pagamos a Dios lo que nos da?

Los jefes de la tierra cobran y, después, dan. Dios da y, después, espera nuestra respuesta, no la exige, no mete en la cárcel si no se responde.

Él nos ha dado la vida, la creación, para que la compartamos como buenos hermanos, él está siempre a nuestro lado para que vayamos seguros por el camino de la vida. Y, cuando rompimos con él por el pecado, nos dio lo que más quería, su Hijo, que, muriendo por nosotros en la cruz, nos devolvió la amistad con Él y nos abrió las puertas de su Reino para que vivamos eternamente en su compañía. Él, que es Amor, se ha dado total y gratuitamente a nosotros.

¿Damos a Dios lo que es de Dios?

¿Cómo estamos respondiendo?

La Eucaristía, otro gran regalo. El Pan de la Palabra, el Cuerpo y Sangre de Cristo, la fraternidad...

No seamos tacaños con Dios.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

UNA PREGUNTA CON MALA INTENCIÓN

El impuesto al César recordaba a los judíos que eran un pueblo dominado por los extranjeros, por los paganos. Y esto era una afrenta al Pueblo de Dios. Frente a la cuestión del impuesto se adoptaron en Israel diversas actitudes: Mientras los saduceos (los colaboracionistas de aquellos tiempos) no tenían inconveniente en pagar y someterse a un poder que los privilegiaba, los fariseos lo hacían de mala gana y los zelotes se negaban en absoluto. Estos últimos, nacionalistas exaltados, habían hecho de ello una cuestión de conciencia. Creían que pagar al César era tanto como negar que Dios es el único Señor de Israel.

La pregunta era comprometedora en extremo y estaba formulada con la peor intención. Ponía a Jesús entre la espada y la pared, entre los saduceos y los zelotes, entre el César y el pueblo, entre la autoridad de Dios y el poder temporal.

Evidentemente no hay que suponer que Jesús no llevaba consigo ni siquiera un denario (una moneda de plata equivalente a unos cincuenta céntimos de euro), menos aún que no lo hubiera visto nunca. Si les pide que le enseñen un denario es sólo para poner en evidencia su hipocresía y su mala intención. Pues si llevan dinero del César, si lo utilizan corrientemente en la vida, es claro que reconocen de hecho su autoridad. Y si es así, ¿por qué han de negarse a pagar sus impuestos? Era un principio generalmente admitido por todos que el poder político se extendía tanto como el curso de la moneda. Según este principio, diríamos hoy que no es posible aceptar los dólares americanos sin reconocer de hecho su autoridad. Aunque Jesús no dice expresamente qué es del César y qué es de Dios, es claro que no todo es del César. Y en este sentido Jesús pone coto a cualquier absolutismo y recorta la autoridad del estado. Por otra parte Jesús critica también cualquier concepción teocrática que identifique los intereses y los derechos de una nación con la misma voluntad de Dios. Pone también límites a cualquier clericalismo. Digamos que la respuesta de Jesús condena por igual la deificación del estado y la suplantación de Dios por los que dicen representarlo.

EUCARISTÍA

 

 

 

REFLEXIÓN - 3

MONEDA DE CAMBIO

Ha pasado a nuestro refranero y constituye una máxima de sabiduría humana.

Aquella pregunta con la que quisieron acorralar a Jesús era realmente ingeniosa, llena de un doble filo, pero no de menor calidad fue la respuesta, con un talento que dejó a sus demandantes boquiabiertos.

Las cuerdas contra las que quieren empujar a Jesús serán las que en definitiva le llevarán a la muerte, humanamente hablando. Los fariseos le acusarán de blasfemo ante el Pueblo escogido ("razón" religiosa) y de insurrecto o revo-lucionario ante el emperador romano y su representante en Jerusalén ("razón" política).

El lazo que tienden a Jesús no es más que una primera entrega muy habilidosa de esa voluntad de los fariseos de colocar a Jesús en una batalla que Él nunca tuvo ni en la que jamás estuvo: Dios y el César. Así de envenenado era el transfondo de esa pregunta tan aparentemente inocente e inicua.

El Señor no va a desprestigiar ni a ensalzar al gobierno político de turno, que en aquel caso detentaba Roma y su César. La intención de Jesús y su pretensión salvífica no consistía ni en derrocar al César ni tampoco en perpetuarlo. Jesús se movía en otro plano y eran otros sus planes: los del Padre, su Reino de Dios.

Por esto Él no dejará de proclamar su misión, el por qué ha venido a nuestra historia. De esta manera no caería en la tentación espiritualista ni en la politiquera.

Con la historia en la mano, no es indiferente uno que otro César, porque no todos han favorecido igualmente el debido respeto a Dios y el debido respeto al hombre.

El verdadero gobernante no es el que se compromete con el hombre pero haciéndolo contra Dios, ni tampoco el religioso que se presenta como aliado de Dios, pero marginando a los hombres.

El discurso cristiano sobre el "César" y Dios es una "moneda de cambio", en la que sin identificar al "César" y todo lo que significa de gestión política, económica, cultural, social, etc., con el plan de Dios, puedan caminar lo más próximo posible.

El cristiano de hoy, sin nostalgias medievales, aspira a crear esa ciudad sobre el monte de la que habla la Escritura, esa civilización del amor de la que han hablado San Pablo VI y San Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Sin dualismos y maniqueísmos torpes y fáciles, ojalá que cada generación cristiana hagamos una ciudad propia de nuestro tiempo, pero en la que Dios tenga sitio y el hombre dignidad, ya que donde no cabe Dios malamente le va bien al hombre, y donde no cabe el hombre es que han expulsado a Dios.

Mons. Fr. Jesús Sanz Montes, ofm