IMÁGENES
DE CRISTO
Cuánto
nos duele escuchar, aun entre nuestros familiares más
cercanos: "Yo no creo en Dios", "todo eso
eso es una tontería, invento de los curas". O
cuando alguien va torciendo el camino, te acercas y se
lo dices, te responden: "Déjame en paz; yo hago de
mi vida lo que quiero, soy libre". O cuando se
revuelven y te dicen: ¿A ti para qué te ha servido
creer en Dios? ¿tienes más dinero, más salud, más
amor?
En
nuestro tiempo hay muchos que ponen la felicidad en
metas muy cortas y en aspectos muy superficiales.Son los
grandes mitos de nuestro tiempo: el dinero, el placer
fácil, el sexo, la eterna juventud, la fama, el rechazo
de todo aquello que suponga esfuerzo, sacrificio, ir a
contracorriente...
Y,
con el apoyo de los medios de comunicación, se ha
marcado todo un estilo de vida con el que, en muchos
aspectos, el cristiano no puede estar de acuerdo.
"Y
es que...", decimos, el gobierno, los partidos, el
cine, la televisión, el trabajo de las madres, la
escuela laicista... están propiciando una sociedad
donde auténticos valores se están echando por la
borda.
Puede
ser que haya parte de verdad en esto; pero, para
nosotros, los cristianos, no es toda la verdad.
Es
muy fácil, a la hora de hacer nuestras reflexiones,
echar las culpas a los otros: el ambiente, el gobierno,
los medios de comunicación social... ¿Y nosotros?,
¿somos signos de que se puede ser feliz, de que se
puede construir un mundo mejor viviendo de otra manera?
¿o también nosotros hemos caído en la trampa y
vivimos igual que todo el mundo?
"Tres
cosas hay en la vida: salud dinero y amor; y el que
tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios".
Así decía la vieja canción y, tal vez, nos hemos
quedado con este ideal de vida.
Nuestro
problema como cristianos, al menos en muchos, es que nos
hemos acomodado, es decir, nos hemos hecho cómodos; y
estamos perdiendo nuestra condición de signos.
En
el Bautismo Dios nos consagró y nos dio el Espíritu
para una misión: ser signos de la salvación que nos ha
traído el Hijo, "Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo".
Y,
habiendo acogido nosotros la salvación, deberíamos ser
en el mundo imágenes de Cristo, para que Cristo siga
hablando y actuando por medio de cada uno de nosotros.
Y,
así, si Cristo es el Siervo de Yhavhé, nosotros, como
él, debemos estar en actitud de servicio, entrega,
ayuda, dando la vida por todos, especialmente por los
más necesitados de la vida nueva.
Y
si Cristo es luz de las naciones, nuestra forma de vivir
debe marcar caminos, iluminar situaciones oscuras, sacar
a la luz todo lo que atenta contra las personas y les
impide crecer como tales y como hijos de Dios creados a
su imagen y semejanza.
Y
si Cristo es la salvación, hemos de vivir como personas
que han aceptado esa salvación y, con nuestra vida,
demostrar que hay un mundo nuevo, un mundo de luz, una
ruptura con las esclavitudes que nos atenazan, que se
puede ser feliz siguiendo a Jesucristo, viviendo según
el Evangelio.
Y
si Cristo es el Cordero que quita el pecado del mundo,
aunque las secuelas del mal son una larga sombra, el
cristiano debe esforzarse para acortarla, para que se
pueda creer que el mal no tiene la última palabra.
El
alimento del Pan, Cuerpo y Sangre de Cristo, la Palabra
de Dios y la comunidad reunida en su nombre fortalezca
nuestra fe, para que cumplamos la misión que se nos ha
encomendado: ser imágenes de Cristo y de su salvación.