INTRODUCCIÓN

EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo III
LA PREPARACIÓN
Le reconocieron al partir el pan
2. EL ANUNCIO DE LA
EUCARISTÍA EN LA VIDA DE JESÚS
e) Jesús lava los pies a
sus discípulos
Aparentemente, este relato de san Juan (cf.
Jn 13,1-20) no dice nada de la Eucaristía. Pero, sucedió «la
víspera de la fiesta de la pascua», sabiendo Jesús «que le
había llegado la hora de dejar el mundo para ir al Padre», y
mientras «estaban cenando». Es decir, en el mismo momento en
que, según los demás evangelistas, Jesús instituyó la
Eucaristía. ¿Qué llevó al evangelista Juan a sustituir una
cosa por otra? ¿No será que nos quiere descubrir el sentido
que tiene la misma Eucaristía, de la que ya nos habló largo
y tendido en el discurso del pan de vida?
La escena comienza con dos afirmaciones
solemnes del evangelista, que nos preparan para presenciar
lo que parece que va ser la culminación de la obra de Jesús.
Primero nos lo presenta como el Enviado divino en trance de
cumplir definitivamente su misión: «Entonces Jesús, sabiendo
que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había
venido y a Dios volvía...». Pero, además, nos muestra el
móvil y la actitud fundamental con que cumple esa misión: «Y
él, que había amado a los suyos, llevó su amor hasta el
extremo». Tras esta preparación, nos cuenta lo que ocurrió:
Jesús se pone a lavar los pies a sus discípulos, en un gesto
propio de siervos.
Las reacciones que este gesto produce en sus
discípulos, sobre todo en Pedro, y las palabras con que
Jesús lo aclara, nos descubren un doble mensaje. Primero,
que este gesto es algo que sólo Jesús puede hacer porque es
algo que simboliza su misión: el servicio supremo prestado a
los hombres por el Siervo de Dios, la entrega de su vida
para purificarlos. Sin este servicio, los hombres no
tendrían parte con él en su propia filiación y en la
herencia prometida: «Si no te lavo los pies, no podrás
contarte entre los míos». Eso es lo que Pedro no entiende de
momento, pero entenderá más tarde, como dice Jesús. Pero,
después, el Maestro convierte su actuación en ejemplo que
los suyos deben imitar: «Vosotros debéis hacer lo mismo unos
con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he
hecho con vosotros». Es decir, los discípulos se deben
servir unos a otros. Los dos mensajes están íntimamente
unidos: la misión de Jesús tiene como objetivo crear unos
discípulos capaces de amarse unos a otros con una actitud
humilde de servicio. Pero esto no sería posible sin el amor
de Jesús por ellos, sin su palabra y la entrega de su vida,
que les limpia de todo aquello que se opone al amor.
Todos estos mensajes nos descubren el sentido
profundo de la Eucaristía. En ella, Jesús realiza plenamente
su misión en nosotros amándonos hasta el extremo; porque, al
morir por nosotros, nos purifica de nuestros egoísmos, nos
asocia a su propia entrega y nos hace capaces de amarnos
entre nosotros como él nos ha amado. Por eso la Eucaristía
es la fuente y la cima de la vida cristiana, la que nos hace
cristianos y la que hace la Iglesia.