EL
PRIMERO ENTRE VOSOTROS SERÁ VUESTRO SERVIDOR
Se
suele hablar de la "erótica del poder" .
Estar
por encima, ser más que los demás. tener autoridad
sobre los otros.
Qué
arraigado está esto en el ser humano. Parece que no
hemos superado aquel estado de vivir de los instintos:
el instinto de conservación y el instinto que nos hace
pensar que que sólo los fuertes permanecen para
perpetuar la especie.
Y es
que hasta lo vemos en algunas familias. Entre los
esposos de esas familias, siempre hay uno que quiere ser
más que el otro, hasta imponerse con malos tratos. Y,
entre los hermanos, los mayores quieren mandar y ser
obedecidos por los pequeños.
El
mundo de la política, con mucha frecuencia, se
convierte en una lucha por el poder, en un
"quítate tú que me pongo yo". Y la
oposición se convierte en "acoso y derribo";
y el que está en el poder sólo busca cómo hacer para
perpetuarse en él.
El
mundo de los negocios. Ya dicen: Si no eres agresivo, si
vas con actitudes morales, éticas, de comportamiento
justo con todos, no harás fortuna.
Y en
la Iglesia, también. También hay, como se dice hoy,
"trepas", sobretodo entre la jerarquía,
sacerdotes y obispos, aunque ya empieza entre los
seglares.
También
en la Iglesia, como en tiempo de Jesús entre los
escribas y fariseos, hay quien busca primeros puestos,
reverencias y ser llamados "padres" y
"maestros"; también en la Iglesia hay
"funcionarios del templo".
Sin
embargo, qué claras son las palabras de Jesús en el
Evangelio. La Iglesia, comunidad de los seguidores de
Jesucristo, es una asamblea de hermanos, al servicio
unos de otros y, todos, al servicio del Reino de Dios.
Una
comunidad de hermanos en la que el Espíritu Santo
reparte carismas y ministerios.
Y,
así, el ministerio del Papa, los Obispos y los
sacerdotes, son ministerios de servicio a la comunidad
para que ésta crezca en la fidelidad al Señor. La
autoridad, el magisterio, la teología...todo es para
servir al Pueblo de Dios. Nadie puede pedir, en
contrapartida, bienes materiales, primeros puestos,
inclinaciones y genuflexiones.
Que
el Pueblo de Dios valore este ministerio de servicio a
su crecimiento y sea agradecido y lo exprese, es otro
tema.
El
gran regalo que no ha hecho el Señor a los obispos y
presbíteros es el de ser servidores de la Eucaristía:
hacer presente a Cristo en su Palabra y en el Pan y
Vino, su Cuerpo y Sangre que se entrega por nuestra
salvación.
Gratis
lo hemos recibido, gratis debemos darlo.