INTRODUCCIÓN

EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo III
LA PREPARACIÓN
Le reconocieron al partir el pan
2. EL ANUNCIO DE LA
EUCARISTÍA EN LA VIDA DE JESÚS
g) Jesús resucitado
acompaña a sus discípulos en su misión
La última aparición del Resucitado que nos
cuenta san Juan, en el lago de Tiberíades, nos ofrece una
visión maravillosa de la presencia de Jesús en el hoy de la
Iglesia. Y en concreto, su primera parte, la pesca milagrosa
(cf. Jn 21,1-14), simboliza la misión de la Iglesia y la
importancia de la Eucaristía para la evangelización.
Siete discípulos están pescando juntos. Como
el número siete es símbolo de totalidad, se quiere subrayar
que la faena de la «pesca» es de todos y de todos unidos. En
un primer momento, el trabajo resulta inútil: «No lograron
pescar nada». Al amanecer, como el día de la Resurrección,
Jesús se presenta, no en la barca, sino en tierra firme,
aunque cerca. Desde una nueva situación, desde la gloria del
Padre, no abandona a sus discípulos, les sigue de cerca en
sus avatares y dificultades, aunque no se mezcla
directamente en su trabajo. Los discípulos no lo reconocen,
porque están viviendo en la oscuridad de la fe.
Jesús manda echar la red, manda que la
Iglesia evangelice, contra todas las dificultades y cálculos
pesimistas. Y los discípulos, a pesar de no haberlo
reconocido, le hacen caso, echan la red. Y, por haber
secundado la iniciativa de Jesús, consiguen una pesca
espléndida. La red se llena a rebosar, pero no se rompe: la
Iglesia tiene capacidad para recibir en su seno a todos los
hombres, por muy distinta que sea su mentalidad y cultura.
Y, ante el milagro, reconocen a Jesús, ¡sólo él podía hacer
esto! Acercan la barca con la red llena a la orilla, que
estaba cerca: no era mucha la distancia que les separaba de
la tierra prometida donde se encuentra el Resucitado.
«Al saltar a tierra vieron unas brasas, con
peces colocados sobre ellas, y pan». Jesús mismo les ha
preparado esta comida. Pero les pide a los discípulos una
aportación: «Traed ahora algunos de los peces que habéis
pescado». Esta aportación viene del fruto de la «pesca».
«Jesús se acercó, tomó el pan en sus manos y se lo repartió;
y lo mismo hizo con los peces». Jesús les sirve la comida,
como había hecho tantas veces, y, sobre todo, la noche antes
de su muerte.
La Eucaristía se celebra en la frontera entre
este mundo y el venidero, es comida terrena que prepara y
anuncia el banquete final en la tierra prometida. Es puro
don del Resucitado, pero exige la aportación de los
invitados, una aportación que supone la participación en la
misión de Jesús. La Eucaristía es, a la vez, punto de
llegada de la tarea evangelizadora y fuente de donde emana
toda su vitalidad.