REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

LES DEJÓ ENCARGADOS DE SUS BIENES

Pones la televisión. conectas la radio, compras el periódico, entras en internet..., y el alma se te cae a los pies.

Cuánta corrupción, cuánta violencia, cuántos recortes a la libertad de expresión, cuántos derechos ciudadanos que se quieren aplastar.

Peor aún, nos estamos instalando en el terreno de la mentira, de la difamación, de la persecución a los oponentes.

Y lo peor es que los auténticos valores, los que construyen la persona, van siendo relegados y se propicia un tipo de comportamiento en el que , se dice, todo vale, que cada uno es dueño de sí mismo y de hacer lo que le dé la gana, que no hay una conducta moral, que el fin justifica los medios y que el valor supremo es la libertad, entendida como hacer en cada momento lo que a uno le dé la gana.

Cuántas palabras altisonantes en los dirigentes de la sociedad que, al final, se quedan huecas, vacías, sin contenidos; se quedan en eso, en palabras.

¿Y los cristianos? ¿Qué estamos haciendo los cristianos para mejorar el mundo? ¿O, tal vez, estamos metidos o apoyamos este tipo de sociedad que se está construyendo?

Cuántas veces hemos cantado en el pasado aquel himno que decía: Tu Reino es vida, tu Reino es verdad ; tu Reino es justicia, tu Reino es paz; tu Reino es gracia, tu Reino es amor. Venga a nosotros tu Reino, Señor".

Visto en estas claves, parece que el Reino de Dios más que acercarse, se aleja.

¿Y a quién ha encargado el Señor comenzar a construir este Reino hasta que, cuando Él vuelva glorioso, lo lleve a su plenitud? A los suyos, a sus discípulos, a sus "criados".

A todos los que nos decimos seguidores de Jesucristo, individualmente y en comunidad, en Iglesia.

A cada uno se nos han dado talentos según nuestras capacidades. El Señor reparte carismas y ministerios para ir "negociándolos" en función del crecimiento del Reino de Dios

Cada uno en nuestro ambiente, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras asociaciones y partidos políticos, en nuestra Iglesia, debemos trabajar los cinco, los dos, el talento que el Señor nos ha confiado hasta que vuelva.

Si el reinado del pecado gana terreno al reinado de Dios, ¿ no será porque hemos enterrado el talento confiado?

Hay que desenterrar el talento, hay que presentarse como cristianos, con nuestros hechos y con nuestras palabras; hay que apoyar con todos los medios, éticos y legales, todo lo que vaya a favor de un mundo más según Dios quiere y hemos de rechazar con todas las fuerzas, lo que retarda la instauración del Reino de Dios en el mundo.

Necesitamos convicción, fuerza y valentía.

La Eucaristía es pan de los fuertes, pan de los peregrinos que caminan hacia la plenitud del Reino de los Cielos, realizándolo ya aquí en la tierra.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

HASTA LA VUELTA DEL SEÑOR, LOS PROTAGONISTAS SON LOS SIRVIENTES

La parábola de los talentos, como la de las diez doncellas, de hace una semana, tiene un fuerte matiz escatológico, con insistencia en la tarea que cada uno recibe en este tiempo de espera de la venida del Señor.

El que va al extranjero es una persona importante que libremente, porque así lo quiere, confía sus bienes a los criados, de acuerdo con la capacidad de cada uno de ellos, puesto que los conoce en profundidad. Hasta la vuelta del Señor, los protagonistas son los sirvientes, que usan de modos distintos los bienes que se les confiaron: dos de ellos arriesgan lo que tienen y -sin que se diga cómo- consiguen duplicar los bienes, mientras que el tercero -con miedo de perderlo todo- guarda temerosamente lo que se le confió. El punto más importante de la parábola es la reprobación del tercero de los empleados, que viene preparada por las palabras del señor a los dos primeros: ambos reciben la misma alabanza, no por la cantidad de capital que han conseguido, sino porque los dos pusieron en juego los bienes confiados y los hicieron progresar, y el señor les dice que en esto consiste la fidelidad. La invitación hecha por su señor tiene resonancias de recompensa escatológica.

No ocurre así con el tercero de los empleados. Este excusa su falta de actividad en el respeto, el miedo y las exigencias de su amo; ni siquiera se atrevió a colocar el dinero en un banco. Se quedó con los brazos cruzados quizá porque creía que su señor regresaría pronto y se ocuparía personalmente de lo que era suyo. No ha tenido interés alguno en aumentar los bienes en que el señor le hizo participar gratuitamente.

¿A quién iba dirigida la parábola de Jesús? En general, a todos aquellos que ponen en primer lugar la propia seguridad y comodidad en lugar de buscar el crecimiento de los bienes del Señor. Concretamente, quizás a los que se consideraban guardianes de la Ley, muy preocupados para que ellos no faltasen en nada y por guardarla en toda su auténtica pureza y muy poco, en cambio, por buscar auténticos intereses de Aquel que se la confió. El tercer siervo es llamado "negligente y holgazán", en contraposición con los otros dos, que son fieles y cumplidores. De este modo nos vamos dando cuenta de que la espera debe ser en todo momento activa y responsable. El que hace fructificar el don recibido, recibe aún más, mientras que quien no da fruto alguno pierde incluso el primer don con que el señor lo había asociado a sí mismo. Este último empleado, finalmente, es sacado fuera y separado de la fiesta a la que han sido invitados los demás.

JOSÉ ROCA
(
Mercabá)

 

 

 

REFLEXIÓN - 3

LA MEJOR DEFENSA

Siempre han existido dos posturas ante la vida. La de quienes «se parapetan» ante las dificultades, y la de los que «se arriesgan». La de quienes «meten su dinero en un calcetín» o lo esconden bajo siete llaves, y la de quienes prefieren «invertirlo», tratando de sacar de él la máxima rentabilidad. La táctica del «cerrojo», y la del «ataque».

Como en el fútbol. Hay equipos que alinean jugadores ante la portería, limitándose a tapar huecos: ¡el cerrojazo! Pero todos recordamos también aquellos nombres míticos --Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza-- pura «delantera», hechos para «atacar y abrir brecha». Pues bien. Jesús quiso advertirnos que en lo espiritual pasa lo mismo. Hay quienes ponen en juego todos los dones que Dios les ha concedido, y, con ellos, siguiendo la táctica del «ataque», producen «frutos de vida eterna». Y hay quienes, partidarios de la táctica del «cerrojo», se limitan a defender narcisistamente sus talentos, sus cualidades, guardándolos celosamente como bienes personales e intransferibles.

No parece gustarle mucho esta postura al Señor. Un día se acercó a una higuera. Y, al ver que no tenía fruto, la maldijo. Lo mismo le pasó a este hombre del «único talento», del que nos habla el evangelio de hoy. Escuchó la condena del Señor: «Eres un empleado negligente y holgazán».

En efecto, no le gustan al Señor las tácticas del «cerrojo», las posturas del «no hacer», aunque sea por «miedo». Todos los pecados de «omisión» serán el argumento único del Jesús definitivo y Rey del Universo: «Tuve hambre y no me disteis de comer. Tuve sed y no me disteis de beber. Estuve enfermo y no...». El Señor se compadecerá siempre del pecador que reconozca sus equivocadas aventuras, sus desmanes, sus alocadas decisiones. Pero permanecerá inflexible ante el «árbol que no dé frutos».

Lo primero, por razones de desilusión. No hay cosa más triste, amigos, que los proyectos abandonados, las «sinfonías incompletas». ¿No os habéis encontrado nunca un «esbozo» de casa, el esquema de una construcción frustrada? Allá están las vigas y las columnas, como promesa imposible de unas paredes que nunca existieron, de un hogar que nunca albergó a nadie. Puro esqueleto. Puro sueño.

Pues bien, eso es el hombre. Cuando, habiendo recibido dones, gracias y cualidades, por una política de miedos e indecisiones, por su no-correspondencia a la gracia, se queda con su «talento enterrado», con su no-participación, con su eterno: «Yo podría; pero no me decido». ¡Qué gran desilusión para un Dios-soñador!

Y lo segundo, por razones de justicia y responsabilidad: «Yo os elegí para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure». No hay que olvidarlo. San Pablo nos ayuda a tener las ideas muy claras en este punto. El, al hablarles a los de Corinto, nos recuerda que los carismas recibidos no son para el propio provecho, sino que, «en cada uno, se manifiesta el Espíritu para el bien común». Y así, uno ha recibido del Espíritu el hablar con sabiduría, otro el hablar con inteligencia; hay quien recibe el don de la fe, otro el don de curar; éste hace milagros, éste profetiza. Nadie puede enterrar, pues, sus talentos. Por eso luego, siguiendo el símil del «cuerpo humano», dirá: «El ojo no puede decir a la mano: no te necesito; ni la cabeza puede decir a los pies: no os necesito». En una palabra, todos los dones son necesarios, valiosísimos, complementarios.

ELVIRA

(mercaba)