LUZ
Y VIDA
En
todas las épocas se dan situaciones de oscuridad y
muerte.
Cuando
analizamos los grandes desastres en los que el mundo
está metido, nos damos cuenta de que somos muy pocos
los que vivimos bien . A nosotros no nos han dejado en
la calle y sin nada los duros golpes de la naturaleza;
no nos tocan nada los miles y miles de personas que han
perdido familiares y bienes; están muy lejos, no son
nuestros parientes. Tampoco nos afecta el hambre, la
violencia de la guerra, la incultura, las enfermedades
serias de los países pobres, muchos de ellos en la
miseria. Comparados con ellos vivimos bien, mejor dicho,
muy bien.
Por
eso no sé si nos podemos sentir interpelados por la
Palabra de Dios de hoy: "El pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de
sombras y una luz les brilló".
Si
creemos que vivir en la luz es tener muchas cosas, no
veremos las grandes oscuridades que hay también en
nosotros y la necesidad que tenemos de esa "luz
grande".
Conscientes
de las propias oscuridades, de las propias situaciones
de pecado y muerte, los cristianos debemos llevar al
mundo un mensaje de luz y de vida: "Acreciste la
alegría... porque la vara del opresor y el yugo de su
carga, el bastón de su hombro, lo quebrantaste",
porque el Reino de los cielos está cerca.
Por
eso, hoy, la llamada de Jesús a la conversión es ,
sobre todo, para los que nos decimos sus seguidores,
para los que somos portadores de su mensaje de luz y
esperanza.
Si
en nosotros se apaga la luz de Cristo, si nos falta la
esperanza de que el Reino de los cielos es una realidad
que ya ha comenzado, si los demás no ven en nosotros
signos de ayuda, de cercanía, de que estamos a su lado
en los problemas y las oscuridades de la vida,
necesitamos convertirnos.
Y
la conversión no es a hacer unas cosas u otras; la
conversión es al seguimiento de Jesucristo. También a
nosotros nos ha dicho como a Pedro y Andrés, a Santiago
y Juan: "Venid y seguidme", enrolaos en mi
tarea de ser "pescadores de hombres". Pero
Jesús quiere una entrega decidida, como la de los
primeros discípulos y, después, apóstoles:
"Inmediatamente dejaron las redes y le
siguieron", Pedro y Andrés, "Inmediatamente
dejaron la barca y a su padre y lo siguieron",
Santiago y Juan.
No
hay tiempos más o menos difíciles para la vivencia de
la fe, para el seguimiento de Jesucristo. Aunque nos
parezca que los nuestros son malos, los ha habido mucho
peores. Hoy el problema está más en nosotros que fuera
de nosotros. Queremos ser cristianos, seguidores de
Jesucristo, y no dejar de lado modelos de vida no
cristianos que presenta nuestra sociedad y que nos
atraen.
Unidad
en torno a Cristo pedía San Pablo a los cristianos de
Corinto.
La
Eucaristía es fuente de luz y de vida. Cómo la
necesitamos para aprender a ser luz en nuestros
ambientes y para ser portadores de vida en tantas
situaciones de muerte.
No
perdamos la esperanza, porque el reinado de Dios ya ha
comenzado.