REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

NO SEAS CREYENTE DE PACOTILLA

Los israelitas entendían la palabra "prójimo" como el paisano y todo lo más  como el de la misma raza y nación. Era algo así como no causar perjuicio a la propia sangre.

De esta estrechez de miras surge el amor cristiano. Este no tiene espacios y no se circunscribe a lugares, ni a tiempos.

Predominaba en aquellos días, mientras hablaba Jesús de un mundo nuevo, la ley del Talión:Ojo por ojo, diente por diente>>. Era la ley de la venganza. Quien no la llevara a cabo era un cobarde. Momentos difíciles para decir:<< Amarás a tu prójimo como a ti mismo>>. Parecían palabras insultantes contra siglos y siglos de tradición.

La ley del talión se dio para que el hombre no se desmadrara, y, al buscar la justicia  , hiciera una injusticia, causando un daño de diez al que sólo le había inferido un daño de cinco.

Cristo, en su Evangelio de hoy, avanzando más, nos propone: el no inferir daño alguno al que nos lo ha causado. El mal hay que ahogarlo con la abundancia del bien; no de otro modo. ¡Vaya criterio! Les resultaría extraño y hasta vergonzoso.

Cuando una madre vio que le habían violado a su hija, sintió pena y rabia. Pero pronto llamó al violador y le dijo:¿ Conoces a Cristo? Sí, claro. Me siento avergonzado de lo que he hecho. Me dejé llevar por la pasión. Mira, hijo, le dijo esta mujer: Te perdono. Vete en paz y no vuelvas a hacer más locuras. Y a su marido: Déjate de venganzas. No vuelvas a ser un creyente de pacotilla.

La violencia engendra más violencia y desemboca en una espiral que sólo termina con la muerte de uno de los bandos- el vencido – y con el descrédito, a la postre, del vencedor, el otro.

Con la no–violencia llegó a  triunfar en la India el gran pensador y gobernante Gandhi contra Inglaterra. Luther King luchó contra el <<apartheid>> en Norteamérica y ganó la partida sufriendo la muerte. Muchas veces esta pasividad ante la violencia da más frutos que empleando el mismo estilo.

San Juan habla muy claro:<< La victoria que vence al mundo es la fe>>. Hay que dedicarse a anunciar la fe antes que llevar armas para derrotar al que me haga frente. En esto se demuestra la valentía, aunque para los cobardes sea un acto de cobardía. La venganza la hace cualquier fanático. El amor y el perdón está solamente a manos de un creyente.

Mantén a tu lado la atmósfera de la fe, la ilusión de perdonar y notarás que por tu vida herida por alguien que te ha hecho el mal, brota una brisa nueva, ajena a todo lo que sea la ley del talión, que con palabras fuertes criticó y ridiculizó el mismo Jesús. Supera los radicalismos intransigentes y fomenta el diálogo, respetando las opiniones, aunque te parezcan equivocadas.

Felipe Santos Campaña SDB

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

LA AUDACIA DEL AMOR

Seguimos escuchando la enseñanza de Jesús en su Sermón de la Montaña. Nuestro auténtico Maestro sigue profundizando en la ley del A.T., proponiéndonos las características del obrar cristiano.

¿Qué es ser cristiano sino ir haciendo nuestro el proyecto de vida de Cristo? ¿y nuestra su mentalidad, y su escala de valores, por encima -y a veces en contra- de la mentalidad y los valores de esta sociedad en la que vivimos? Por eso, cada domingo somos invitados a mirarnos al espejo de Cristo: a escuchar y aceptar su Palabra viva, orientadora. Hoy, sobre nuestra relación con el prójimo.

-La ley del amor

Ya desde el A.T., como hemos escuchado en la primera lectura, se nos urge a que amemos: a que evitemos el odio, o el silencio cuando es cómplice del amor fraterno, o la venganza, o el rencor.

Se nos da ya una buena "medida" de amor: amar al prójimo como a ti mismo...

Se nos dice que así imitamos a Dios y somos santos como Él. ¿Cuál es la actitud de Dios que debemos imitar? Nos lo ha hecho repetir el salmo responsorial: "el Señor es compasivo y misericordioso".

No podemos decir que honramos a Dios si luego no imitamos su manera de actuar con nosotros: lento a la ira, comprensivo, perdonador, rico en clemencia... La caridad con el hermano aparece como una consecuencia absolutamente ligada a nuestra fe en Dios. Jesús, en el evangelio, ha concretado más esta ley del amor. Ya no debe regir para los suyos la ley del talión, aunque todavía hoy sea lo más espontáneo: ojo por ojo (no me habla, pues yo no le hablo; me critica, pues yo le critico a él). Los seguidores de Jesús deben aprender la nueva ley, la ley del amor. No vengarse del mal con el mal, sino intentar vencerlo con el bien. "Poner la otra mejilla", regalarle también la túnica", "recorrer con él no sólo una milla, sino dos", son expresiones muy plásticas del nuevo estilo.

El amor es dar gratuitamente. Lo otro (saludar al que ya nos saluda, tratar bien al que ya nos trata bien o para que nos trate bien) es más bien negocio. Cristo no nos enseña sólo un estilo civilizado de convivencia, sino uno claramente superior: un estilo basado en el amor gratuito, desinteresado, cosa que no nos enseña precisamente este mundo.

-Un amor bien entendido

Amar no significa siempre callar. El silencio a veces sería colaboración con el mal. A veces el amor incluye, como ya nos dice la primera lectura, la corrección fraterna: unos padres no pueden consentir los malos caminos de sus hijos, los hijos deben saber decir también una palabra oportuna a sus padres, y lo mismo en la comunidad parroquial o en la religiosa. Amar no debe significar cruzarse de brazos y renunciar a una posible acción comprometida en la lucha contra las situaciones injustas.

Pero lo que sí comporta este nuevo estilo es hacer estas cosas desde una actitud de amor, y no de rencor o de venganza. Lo de la mejilla o lo de la túnica no hay que tomarlo necesariamente al pie de la letra, sino desde su urgencia de actitud pacífica, no violenta ni vengativa. Cuando a Jesús le dieron una bofetada, en la Pasión, no puso la otra mejilla, sino que preguntó serenamente por qué le golpeaban, qué mal había hecho.

-Tenemos buenos maestros de esta ley del amor

El modelo primero, que nos proponen las lecturas de hoy, es Dios mismo. "Sed santos como yo", decía la primera lectura. Y ya hemos visto qué retrato de santidad de Dios nos ofrecía el salmo: el Dios lleno de misericordia. También en el evangelio se motiva nuestra actitud fraterna con los demás mirando a Dios: "así seréis hijos de vuestro Padre": Dios, al hacer llover o salir el sol sobre todos, nos da ejemplo de un corazón universal y no vengativo.

El que mejor nos ha podido enseñar esta doctrina es Cristo Jesús, que con su modo de actuar y sus palabras nos ha dado este mensaje de perdón y de amor. En Él es donde mejor hemos podido experimentar en verdad que Dios es amor. Es Él el que ha cumplido en plenitud la nueva ley del amor. Y no porque no luchara contra el mal, ni se callara ante las situaciones que intentaba corregir. Cristo denunció el mal. Pero perdonó. Murió pidiendo a Dios que perdonara a los que le mataban. Dios nos enseña a superar la ofensa con el amor, no con otra ofensa justiciera.

-La novedad y la audacia de esta ley del amor

Una vez más aparece que el estilo de vida que nos enseña Jesús es claramente nuestro, contra corriente, difícil, audaz. No sólo nos dice que no odiemos. Nos pide más: que amemos incluso al "enemigo", aunque estemos luchando contra el mal. La gran fuerza que transformaría el mundo si los cristianos la entendiéramos en la práctica, es el amor. Cuando, antes de ir a comulgar con Cristo en la Eucaristía, nos damos el gesto de paz con los de al lado, éste es un gesto amable, pero serio: es nuestro compromiso de que entendemos el "amén" que damos a Cristo como íntimamente relacionado con el "amén" que en la vida le vamos a decir a nuestros hermanos.

J. ALDAZABAL (SDB) (+)
(mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 3

RAZONABLE O NO RAZONABLE

Lo que Jesús nos dice no es nada razonable. Lo razonable, lo humanamente razonable, es pagar con la misma moneda. Ese es el fundamento del derecho o de nuestra discutible justicia: el que la hace, la paga. Pero así, todo lo razonablemente que se quiera, hemos llegado a esta situación de violencia, de guerra y carrera de armamentos. Así, razonablemente, hemos montado una convivencia inaguantable. Así hemos cohonestado nuestra justicia con toda clase de injusticias y atropellos. Así hemos producido enemigos por todas partes. Por eso, si queremos salir de ese callejón sin salida, hemos de dejar nuestra razonable y prudente manera de actuar, para seguir la locura del evangelio, que es la locura de la cruz: dar la vida por amor a los que se la quitan. Amar al enemigo es salirse de la prudencia humana, de la razonable prudencia humana, para entrar en el ámbito de la prudencia cristiana, la de Cristo.

-¿Qué nos pide Jesús? Frente al enemigo caben distintas actitudes. Podemos, por ejemplo, suponer que no es enemigo, por la sencilla razón de que nosotros no nos sentimos enemigos suyos. En ese supuesto, no haremos nada, dejaremos las cosas como están y, por consiguiente, dejaremos al enemigo en su situación. Es la actitud más cómoda.

Pero es altamente peligrosa. Porque muy bien podría ocurrir que la razón de su enemistad estribe en la injusticia que le estamos infringiendo (somos culpables) o que están infringiendo los otros, en cuyo caso nos haríamos cómplices. Es la actitud de los egoístas, de los indiferentes, de los insolidarios.

Otra posibilidad frente al enemigo es hacerle frente con sus mismos medios, pagarle con la misma moneda, violencia por violencia, odio por odio. En tal caso siempre saldrá vencedor el odio y todos seremos las víctimas. Es la actitud más generalizada, la más razonable, al parecer, la lógica. Es la lógica de todos los sistemas defensivos, la lógica de la carrera de armamentos, la lógica de los medios de disuasión, la lógica de la violencia y de la guerra. Muy lógica, ciertamente, pero absolutamente contraria al evangelio.

La tercera actitud es la que Jesús pide a sus seguidores, la que nos pide hoy a todos nosotros, la que hemos escuchado en el evangelio y conviene volver a escuchar y a leer una y otra vez.

Amar al enemigo es hacer el bien al que nos hace mal, es poner la otra mejilla al que nos hiere en la una; pero es también no consentir con la injusticia del enemigo. Por eso no podemos estar siempre ofreciendo la otra mejilla, porque así nos iríamos haciendo cómplices de la injusticia y violencia del enemigo. Amar al enemigo es desarmarlo, liberarlo, rescatarlo, librarlo de su injusticia, recuperarlo para la justicia, ganarlo para la amistad, integrarlo en la espiral del amor. Y todo eso sin violencia, sin amenazas, sin odio, sin armas, sin recurrir a la fuerza. Pero también sin desmayar, sin contemporizar con su violencia y con su injusticia, sin abandonarlo a su suerte, sin desesperar en su capacidad para cambiar y volver al amor.

EUCARISTÍA