"BIENAVENTURADOS"
En una
sociedad cada vez más descreída y en la que
muchos de los creyentes en Cristo parece que
nos vamos escondiendo para que no se fijen
en nosotros, para que nos dejen tranquilos,
van debilitándose grandes fiestas
cristianas, fruto de la herencia de muchas
generaciones, del sustrato cristiano de
nuestra cultura y se van sustituyendo por
engendros que nada tienen que ver con
nosotros, pero que algunos aprovechados les
sacan buenos beneficios.
Qué
importancia tenía antiguamente, y no tan
antiguamente, las fiestas de Todos los
Santos y la Conmemoración de los fieles
Difuntos.
Ahora,
socialmente, casi han desaparecido, si bien
es cierto que aún se visitan los
cementerios.
Preguntad a
los jóvenes y a los niños por Todos los
Santos y los difuntos o por "Halloveen", con
sus disfraces y sus fiestas. Hasta las
familias cristianas y los colegios católicos
han entrado por el aro y se afanan por hacer
los disfraces y organizar las fiestas con
las calabazas de luz.
De la
fiesta de Todos los Santos y los Difuntos, a
la fiesta de los monstruos. Buen cambio.
Estaremos orgullosos.
Pero
vayamos a lo nuestro, que es la fiesta de
Todos los Santos.
Celebramos
a los que han llegado al final del camino.
Y, si Cristo es el Camino, celebramos a
aquellos que en su vida fueron fieles,
intentaron hacerlo presente en sus vidas.
Cada uno en su tiempo, con su edad, en su
situación; cada uno en su lugar de origen,
en su cultura; cada uno con sus valores
grandes o sencillos... "De toda nación,
raza, pueblo y lengua", que decía el
Apocalipsis.
Entre ellos
están los nuestros y estaremos también
nosotros.
Porque,
como también nos decía el Apocalipsis,
fuimos marcados en la frente en el Bautismo.
Esta marca
nos hizo hijos de Dios, sin mérito de
nuestra parte, porque el Padre nos ama. Y
estamos llamados a verle tal cual es.
Como tantos
hermanos nuestros a lo largo de la historia,
también nosotros debemos recorrer el camino.
Recorrer el
camino es ser testigos de Jesucristo en el
mundo, con más fuerza cuanto las
circunstancias son más adversas.
Y la
concreción de ese camino: las
Bienaventuranzas.
En un mundo
donde se adora al dios dinero, donde, para
conseguirlo, se cometen las mayores
fechorías, "Bienaventurados los pobres en el
espíritu".
Cuando la
risotada, la fiesta fácil, la droga, el
alcohol, el sexo como diversión es, para
muchos, ser felices, bienaventurados
los que comparten su vida con los que
lloran, los que sufren, los marginados.
En la
cultura del pelotazo, del enriquecimiento
rápido, del engaño y la mentira,
bienaventurados los sufridos, los honrados,
los que cumplen con sus deberes, los que
piensan más en los demás que en sí mismos.
En un mundo
donde se cometen tantas injusticias,
bienaventurados los que se esfuerzan por
construir un mundo más justo, más humano,
más fraterno, empezando por ellos mismos.
Bienaventurados los que entregan su vida a
los demás, los que tienen un corazón
compasivo, los que van con la verdad por
delante, los que enarbolan la bandera de la
paz.
Algunos los
llamarán tontos, otros dirán que son ilusos,
otros los perseguirán porque su vida se ha
convertido en una denuncia, pero "su
recompensa es grande en el cielo" donde
formarán parte del número de los santos. |