Han
estado Jesús y sus discípulos en Cesarea de Filipo; allí,
tras la pregunta a cerca de él, Pedro ha contestado:
"Tú eres el Cristo", el Mesías.
Y
Jesús les dice algo que les costará entender: el Hijo del
hombre debe sufrir mucho, ser desechado por los ancianos,
sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a
los tres días.
Así
pues, dos aspectos del mesianismo de Jesús: el sufrimiento
y la gloria del Mesías.
La
escena de la transfiguración está representada con
elementos de la manifestación de Dios en el Sinaí: la nube
que envuelve, la montaña, la majestad, la presencia de
Moisés, las tiendas... y con otras imágenes tomadas
del Antiguo Testamento: las vestiduras brillantes, la
presencia de Elías...
Y
como en el bautismo, la voz del Padre: "Este es mi Hijo
amado, escuchadlo".
Así
pues, el texto nos quiere afirmar que Jesús es el Mesías
glorioso del que hablaba el libro de Daniel, el "Hijo
de hombre" en quien se cumple lo anunciado por la ley y
los profetas, cuyos representantes son Moisés y Elías,
presentes en el acontecimiento.
Pero
este momento hermoso no debe hacer olvidar el sufrimiento y
la muerte salvadora; por eso, poco después, cuando bajan de
la montaña, les dice que el Hijo del hombre sufrirá mucho
y será despreciado.
De
camino, después de curar a un muchacho que tenía un
"espíritu mudo", siguió con el tema de la
Pasión.
La
Transfiguración debía robustecer la fe de los apóstoles
ante un futuro de sufrimiento y muerte que se avecinaba y
que era incomprensible.