REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

"EL CENTRO"

A veces nos encontramos con personas que se dicen cristianas y cuando les preguntas qué es ser cristianos te responden que ser cristianos es ir a misa, bautizar a los hijos, casarse por la Iglesia, dar limosna...

Ser cristianos es algo más que eso; ser cristianos es ser de Cristo.

El centro de la vida cristiana no es el cumplimiento de cosas, sino Jesucristo, el Señor.

Ser cristiano es decirle sí a Jesucristo y seguirle.

¿Y quién es Jesucristo? Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, el Dios encarnado en Jesús de Nazareth que vino a salvarnos del pecado y de la muerte eterna y a abrirnos las puertas del Reino de Dios.

En un momento de su vida terrena se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan, se les presentó en su gloria.

San Pedro nos dice que él estuvo allí, que oyó en la montaña la voz del Padre: "Este es mi Hijo amado, mi predilecto".

Así, pues, en el centro de nuestra fe, de nuestra vida, de nuestros comportamientos, debe estar Jesucristo; así seremos verdaderos cristianos.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

"CAMINANDO TRAS JESÚS"

Ya leímos este evangelio en el segundo domingo de Cuaresma. En los capítulos 8 y 9 de Mc, también en Mateo 17, 1-9 constituyen una bisagra: Jesús pasa de Galilea a Jerusalén, de la aceptación al rechazo de su persona, de la proclamación del Reino al anuncio de su pasión.

Entre la primera y la segunda predicación de la pasión, Marcos coloca la escena de la Transfiguración. Un texto difícil, es cierto, pero teológicamente hablando muy denso. Sus diferentes elementos como son el vocabulario, las imágenes empleadas y las referencias al Antiguo Testamento nos indican que el texto participa de las características de una epifanía apocalíptica.

La nube, la voz celestial, la presencia de Moisés y Elías nos evocan la manifestación de Dios sobre la montaña del Sinaí (cf. Ex 19,16ss y 1R 19,9ss). El rostro resplandeciente y la túnica blanca nos recuerdan la visión del Hijo del hombre que hemos leído en la primera lectura. En Cristo se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf. Dn 7).

Pero el relato se abre también a la actitud de los discípulos en su camino tras Jesús. "Éste es mi Hijo amado; escuchadlo" propone al discípulo la actitud receptiva de la escucha. Escucha que no sólo incluye la palabra, sino también la aceptación de la persona del nuevo Siervo de Yahvé (cf. Is 42,1, citado por Mc).

Cristo, el auténtico Hijo del hombre, invita al creyente a descubrir la presencia divina en su predicación y en su obra. Jesús puede también transfigurar nuestra vida, puede ayudarnos a descubrir la presencia de Dios en nuestra historia, y a ser sus testigos ante un mundo secularizado.

JORDI LATORRE
Mercabá