XXIII Domingo de Tiempo Ordinario (B)

 

Effetá!"

 

Eucaristías anteriores

 

Introducción

* El Banquete del Señor: La preparación

Primera Lectura

* Isaías 35, 4-7a

Salmo Responsorial

* Salmo 145

Segunda Lectura

* Santiago 2, 1-5 

Aclamación

* Mateo 4, 23

Evangelio

* Marcos 7,  31-37

Reflexión 1

* "No doy la talla" 

Reflexión 2

* "El poder curativo de Dios"

Reflexión 3

*  "Sordos y mudos"

Hoja parroquial

* Hoja parroquial para imprimir

Eucaristía idiomas

* Alemán - Inglés - Francés

   

 

 

INTRODUCCIÓN

EL BANQUETE DEL SEÑOR
Miguel Payá - Página franciscanos

Capítulo III
LA PREPARACIÓN
Le reconocieron al partir el pan

Cuando Jesús, la noche antes de morir, instituyó la Eucaristía y dijo: «Haced esto en memoria mía», quiso que recordásemos su muerte y resurrección, y que, a través de este recuerdo, su sacrificio redentor se hiciera presente entre nosotros para comunicarnos toda su eficacia salvadora. Pero, como la muerte y la resurrección del Señor son la síntesis y la culminación de toda su vida y de toda su predicación, hacer memoria de ellos significa recordar de algún modo todo lo que Jesús hizo y dijo. Sobre todo hay que hacer memoria de una serie de acontecimientos y alusiones, que encontramos a lo largo de toda la vida de Jesús, y que preparan y explican la importancia y sentido de esta comida tan especial que es la Eucaristía.

Más aún, Jesús mismo, al instituir la Eucaristía, quiso relacionar, tanto su signo de banquete como su significado profundo, con una serie de acontecimientos y profecías de la Antigua Alianza. De ahí que los escritos del Nuevo Testamento, y la propia liturgia eucarística, utilicen con frecuencia una serie de pasajes del Antiguo Testamento, a los que consideran como figuras de la Eucaristía y también como claves para entenderla: «Aunque Cristo estableció con su sangre la nueva alianza, los libros íntegros del Antiguo Testamento, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento y a su vez lo iluminan y lo explican» (Vaticano II, Dei Verbum, 16).

Asumiendo estas convicciones, nosotros intentaremos ahora penetrar en la inmensa riqueza de la Eucaristía; primero, desde su prehistoria, es decir, desde aquellas figuras del Antiguo Testamento que la anuncian, y, después, desde algunos hechos y dichos de Jesús que la preparan y explican.

 

 

PRIMERA LECTURA.
Isaías 35, 4, 7a

No todos los desterrados de Babilonia tenían ganas de volver a su tierra devastada y destruida.
     El autor del segundo Isaías pide a los decididos que animen a los que vacilan.
     Dios no les ha abandonado y todo volverá a ser como antes: cegueras, sorderas y cojeras pasarán. Al paso del Señor brotarán ríos en el desierto

 

PRESENTACIÓN

Nos encontramos con un canto de ánimo y esperanza. 

El segundo Isaías busca levantar el espíritu de los exiliados en Babilonia. Habrá un segundo éxodo, volverán de nuevo a la tierra de sus mayores, que es la suya.

Algunos han perdido la esperanza de volver, otros están ya asentados y no les ilusiona la vuelta, a otros les va bien y no piensan cambiar una situación segura para volver a empezar.

El profeta invita a aquellos que aún creen en las acciones de Dios, a que levanten el ánimo de los hermanos. Dios no se ha olvidado de ellos; Él viene y "trae el desquite". Ellos siguen siendo su pueblo.

Él viene en persona y los signos serán las curaciones corporales y espirituales.

Los que no pueden ver, verán la salvación; los que no pueden oír, escucharán la Buena Noticia; los que no pueden hablar, cantarán; hasta los cojos saltarán de alegría.

Cuando Juan el Bautista preguntó a Jesús si él era el Mesías, el Liberador, Jesús respondió con estas palabras de Isaías.

Hasta el desierto que hay que cruzar para volver a su tierra, se alegrará al paso del Señor y brotarán en él ríos y torrentes, todo será un vergel.

"Los redimidos de Yhavhé volverán,
entrarán en Sión entre aclamaciones, 
y habrá alegría eterna sobre sus cabezas.
¡Regocijo y alegría les acompañarán!
¡Adiós, penar y suspiros! (Is 35,10)

Cuántas veces, Señor, soy de los cobardes; dudo, no me fío.

Sin embargo tú eres luz para mis pasos; abres mis oídos a tu palabra; puedes hacer brotar vida en el desierto de mi corazón

LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS 35, 4-7a

Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará

Decid cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL
Salmo145

PRESENTACIÓN

La idea central del salmo es la confianza en Dios: solamente en Él tiene el hombre auxilio seguro.

"Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, 
y su esperanza en Yhavhé su Dios.

Así, pues, el salmista se invita a sí mismo a alabar a Dios.

"Alaba, alma mía, al Señor;
alabaré al Señor mientras viva"

No puede ser igual la suerte del que confía sólo en los hombres, aunque sean poderosos.

"No pongáis vuestra confianza en príncipes,
en un hijo de hombre que no puede salvar"

Podemos confiar en quien ha creado el cielo y la tierra y, además, es fiel.

"Alaba, alma mía, al Señor,
que mantiene su fidelidad perpetuamente"

Especialmente muestra su solicitud con los necesitados, oprimidos, hambrientos, ciego, contrahechos, peregrinos, huérfanos y viudas.

"que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos"
"El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan.

Ese Dios tiene su morada en Sión, en la Ciudad Santa.

"El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad"

Tú  eres fiel a tus promesas más allá de nuestros merecimientos.

Estás cerca de los atribulados, te haces uno con ellos cuando los poderosos los desprecian y los oprimen.

Te doy gracias, Señor, porque no vas a dejar en la cuneta a los caídos.

SALMO 145

R/ ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
R/ ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
R/ ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión de edad en edad
R/ ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

SEGUNDA LECTURA
Santiago 7, 31-37

Sigue concretando Santiago el tema de la fe y las obras: fe en cristo y favoritismos, no casan; menos aún en la asamblea litúrgica y, menos aún, a causa de las diferencias sociales o económicas. El señor dijo: Bienaventurados los pobres.

 

PRESENTACIÓN

Ya había hablado Santiago de que la religión pura era acercarse a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones.

Ahora da un paso más: la comunidad cristiana debe ser signo de Cristo en todo, de manera especial en la preferencia de por los pobres, sus bienaventurados.

El caso concreto que se nos presenta no sólo es típico, sino también piedra de tropiezo, pues en la Iglesia hemos tropezado y tropezamos en ella con frecuencia.

Miramos y juzgamos demasiadas veces por las apariencias.

Y es que los ricos son poderosos e influyentes aquí abajo, y nos sentimos tentados de tenerlos cerca, por si los necesitamos para las cosas materiales y de este mundo.

Pero para el Señor sólo es rico aquel que se hace pobre, el que se hace pequeño, como niño, sin poderes ni influencias.

Si el Señor, siendo rico, se hizo pobre, nació entre los pobres, vivió pobremente, el discípulo debe seguir su camino.

Juzgar por las apariencias es juzgar con criterios malos.

El mundo es un gran teatro en el que cada uno tiene su papel y los ropajes para representarlo. Acabada la función, Dios es el que juzga a cada uno, pues conoce lo más íntimo de su ser.

La comunidad cristiana es una comunidad de hermanos unidos por la fe; si hay alguna opción preferencial, ésta debe ser para los últimos. El verdadero rico, se pone el último y sirve y ayuda, en lo que necesita, al pobre.

Me avergüenzo, Señor, porque yo también he juzgado por las apariencias y no he sabido verte en los pobres del mundo.

LECTURA DE LA CARTA DE SANTIAGO 2, 1-5

¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?

Hermanos míos: No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: "Por favor, siéntate aquí en el puesto reservado." Al pobre, en cambio: "Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo." Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

Palabra de Dios

ACLAMACIÓN
Mateo 4, 23

Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino, y curaba toda enfermedad en el pueblo.

EVANGELIO
Maros 7, 31-37

No le había ido bien a Jesús su ministerio de la palabra en su tierra, Galilea. Sale al exterior a tierras de Tiro, Sidón y la Decápolis.
      Allí curará a un sordomudo. Hará unos gestos no habituales en él.
       La salvación, la liberación de la que habla el segundo Isaías, ha llegado: "Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

 

PRESENTACIÓN

La curación del sordomudo es uno de los pocos episodios exclusivos de San Marcos.

No le ha ido bien el ministerio en Galilea y se ha retirado yendo hacia tierra de Tiro, Sidón y la Decápolis. Ha decidido dedicarse más a los suyos.

Pero también es conocido por esas tierra su poder curativo y le presentan un sordomudo para que lo cure.

Él se aparta de la gente: la multitud no acaba de entender sus signos.

Y, a diferencia de otras curaciones en las que únicamente interviene la palabra, realiza los gestos de meter el dedo en el oído y tocarle con saliva la lengua. 

Marcos nos trae la palabra empleada por Jesús: "Effetá" y su traducción: "¡ábrete! , y es que para los judíos, el ciego, el mudo y el sordo, lo eran porque tenían esos órganos cerrados.

Estos gestos y estas palabras han pasado al ritual del bautismo, y es posible que ya se emplearan en los rituales de la iglesia primitiva.

La gente pondera el hecho; y las palabras que dicen: "hace oír a los sordos y hace hablar a los mudos", recuerdan el texto del profeta Isaías de la primera lectura.

Cuando camine por la vida ciego y sordo a tu palabra, dime también a mi "Effetá", para que pueda proclamar a todo el mundo tu amor y tu bondad

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS  7, 31-37

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", esto es "Ábrete". Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos."

Palabra de Dios

 

REFLEXIÓN - 1

"NO DOY LA TALLA"

Cuando escuchamos la Palabra de Dios, ¿pensamos que es para nosotros? o más bien la vamos aplicando a los demás: esto le va bien a fulano, esto otro a mengano, lo otro al de más allá...

¿Y a mí? ¿es que a mí no me habla el Señor? - ¡Claro que sí!, pero hago oídos sordos y cierro los ojos. En el fondo, como dice Isaías, soy un "cobarde de corazón". Tengo miedo a enfrentarme con la Palabra de Dios porque mi vida no da la talla.

No doy la talla en mi amistad con Dios, pues muchas veces me aparto  cuando no logro lo que quiero. En el fondo, no quiero ser para Dios, sino que Él sea para mí.

Y no doy la talla conmigo mismo, pues estoy lleno de egoísmos, envidias, bajezas...

Y no doy la talla en la entrega generosa a los demás. Busco primeros puestos, influencias, me acerco más a aquel de quien puedo sacar algún beneficio... Los pobres, los que sufren injusticias y esclavitudes, no son rentables...

No doy la talla, pero el Señor, hoy, en su Palabra, me da ánimos y esperanza.

"Sed fuertes, no temáis", dice el Señor. Yo estoy con vosotros y vengo a salvaros.

Aunque estés ciego, verás; aunque estés cojo, saltarás como un ciervo; aunque estés más seco que el desierto, brotará un río dentro de ti.

No nos desanimemos en nuestro camino cristiano, no queramos recorrerlo en solitario, el Señor quiere recorrerlo con nosotros y nos da el Pan de su Palabra, que nos guía e ilumina, y el Pan de la Eucaristía, que nos fortalece en los momentos de debilidad.

REFLEXIÓN - 2

" EL PODER CURATIVO DE DIOS"

Como de costumbre, la primera lectura y el evangelio, apoyados por el salmo de meditación, coinciden en el aspecto que la Palabra de Dios nos quiere transmitir hoy. Esta vez, el poder curativo de Dios para con nuestros males.

El profeta Isaías consuela a su pueblo, en horas difíciles, y le asegura -con un lenguaje al que estamos más acostumbrados en las semanas del Adviento- que Dios va a infundir fuerza a los cobardes, y la vista a los ciegos, y el oído a los sordos, y el habla a los mudos, y aguas abundantes al desierto.

El salmo amplía todavía más el campo de esta salvación que nos concede Dios, porque habla de los oprimidos y hambrientos, de los cautivos y peregrinos. Y nos invita a elevar a Dios nuestra alabanza agradecida: "Alaba, alma mía, al Señor".

Estas palabras del profeta y del salmista nos preparan para escuchar cómo Cristo, en una de esas escenas breves, plásticamente contadas por san Marcos, cura a un sordomudo, y le devuelve el oído y el habla. ¡Cuántas veces aparece Jesús en el evangelio atendiendo a los enfermos, dedicándoles tiempo y ánimos, y curándoles milagrosamente! Con razón comentaba la gente: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". Los planes de Dios son planes de salud y de vida. A la miseria humana responde su inmensa misericordia, que se nos ha manifestado sobre todo en Cristo Jesús, que tiende su mano a toda persona que sufre, para curarla y darle esperanza.

NOS PUEDE CURAR A NOSOTROS, SORDOS Y MUDOS

Jesús nos tendría que curar también a nosotros, porque a veces somos sordos y mudos. No oímos lo que tendríamos que oír: la Palabra de Dios, o también las palabras de nuestros hermanos. Y no hablamos lo que tendríamos que hablar: en la alabanza a Dios y también en nuestras palabras de ayuda a los hermanos.

En el rito del Bautismo hay un gesto -libre, pero expresivo-, el del "effetá", o "ábrete", en el que el ministro toca los labios y los oídos del bautizado, mientras dice: "el Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su palabra y proclamar la fe...". Un cristiano tiene que saber escuchar y saber hablar a su tiempo. Según en qué ambiente, es bueno ejemplificar en qué ocasiones debemos escuchar y en qué ocasiones hablar.

AYUDAR A LOS DEMÁS A CURARSE DE SUS MALES

Desde hace dos mil años la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús, no sólo se goza en ser curada por su fuerza sanadora, que sigue eficazmente presente en los sacramentos, sino que ha recibido el encargo de curar a los demás, de transmitirles esa misma fuerza salvadora. Ahora no vemos a Jesús por nuestros caminos. Pero la comunidad cristiana -cada cristiano- deberíamos ser sus signos vivientes.

La comunidad cristiana, con la Palabra evangelizadora, con los Sacramentos, tiene que ir comunicando esperanza y atendiendo a los pobres y a los que sufren. Atendiendo a los muchos "sordos" y "mudos", los que no se han enterado todavía de la Buena Noticia del amor de Dios. A los que no encuentran voz para hacerse oír. Ser seguidores de Jesús no sólo es saber y creer cosas sobre él, sino imitar su estilo de actuación en la vida.

J. ALDAZÁBAL

 

REFLEXIÓN - 3

"SORDOS Y MUDOS"

"No hay peor sordo que el que no quiere oír" y podríamos para frasear:"ni peor mudo que el que no quiere hablar.

En nuestra sociedad, que adora las cosas materiales, la comodidad, la libertad, entendida como un hacer lo que uno quiere sin cortapisas, Dios, su Palabra, sus mandamientos... son un estorbo. Así, pues, hay que callarlo, hay que enmudecerlo; que no se oiga su voz, pues puede complicarnos la vida fácil.

Y si no podemos callarlo, hagámonos los sordos.

Muchos de los que hoy se hacen sordos a la voz de Dios y se su portavoz la Iglesia, un día pertenecieron a ella, fueron cristianos, recibieron los sacramentos..., pero han cerrado sus oídos, han encontrado unos cantos de sirena que les halagan y siguen tras ellos, creyendo que les van a dar la felicidad.

Quieren demostrar que se puede vivir sin Dios, más aún, que Dios es un obstáculo para vivir bien.

Y así, piensan que hay que sacar a Dios de las escuelas, de la familia, del matrimonio, de la sociedad, de la política..., de la vida.

No se dan cuenta que sacando del mundo a Dios, Amor y Padre Misericordioso, pondremos en su lugar ídolos: personas, cosas, ideologías..., a las que seguiremos y daremos culto.

Los "grandes" de la tierra, en cuanto les dejamos, se endiosan, se ponen por encima, nos manipulan, nos engañan con palabras bonitas, vacías de contenido, nos utilizan para sus intereses y cuando ya no les servimos, nos tiran y nos pisan como a una colilla.

No se puede vivir sin Dios; o lo tenemos a nuestro lado porque creemos en él, o nos lo fabricamos y adoramos al "becerro de oro" de turno.

Pero si hay muchos sordos a Dios, también hay muchos mudos, incluso entre nosotros.

Creen en Dios, pero cuando van a la iglesia, al templo. A la salida se han vuelto mudos: viven como si Dios no existiera, son incapaces de comunicar sus creencias, les da vergüenza presentarse como creyentes en Dios y cristianos.

Hay algunos sordos que, cuando les hablas fuerte al oído, oyen; pero si el que tiene que hablarles se hace el mudo...

Pidámosle al Señor en la Eucaristía que diga también sobre nosotros, tantas veces mudos, y sobre los que le han cerrado sus oídos: "Effetá", ábrete.

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