"SORDOS
Y MUDOS"
"No
hay peor sordo que el que no quiere oír" y
podríamos para frasear:"ni peor mudo que el que no
quiere hablar.
En
nuestra sociedad, que adora las cosas materiales, la
comodidad, la libertad, entendida como un hacer lo que
uno quiere sin cortapisas, Dios, su Palabra, sus
mandamientos... son un estorbo. Así, pues, hay que
callarlo, hay que enmudecerlo; que no se oiga su voz,
pues puede complicarnos la vida fácil.
Y
si no podemos callarlo, hagámonos los sordos.
Muchos
de los que hoy se hacen sordos a la voz de Dios y se su
portavoz la Iglesia, un día pertenecieron a ella,
fueron cristianos, recibieron los sacramentos..., pero
han cerrado sus oídos, han encontrado unos cantos de
sirena que les halagan y siguen tras ellos, creyendo que
les van a dar la felicidad.
Quieren
demostrar que se puede vivir sin Dios, más aún, que
Dios es un obstáculo para vivir bien.
Y
así, piensan que hay que sacar a Dios de las escuelas,
de la familia, del matrimonio, de la sociedad, de la
política..., de la vida.
No
se dan cuenta que sacando del mundo a Dios, Amor y Padre
Misericordioso, pondremos en su lugar ídolos: personas,
cosas, ideologías..., a las que seguiremos y daremos
culto.
Los
"grandes" de la tierra, en cuanto les dejamos,
se endiosan, se ponen por encima, nos manipulan, nos
engañan con palabras bonitas, vacías de contenido, nos
utilizan para sus intereses y cuando ya no les servimos,
nos tiran y nos pisan como a una colilla.
No
se puede vivir sin Dios; o lo tenemos a nuestro lado
porque creemos en él, o nos lo fabricamos y adoramos al
"becerro de oro" de turno.
Pero
si hay muchos sordos a Dios, también hay muchos mudos,
incluso entre nosotros.
Creen
en Dios, pero cuando van a la iglesia, al templo. A la
salida se han vuelto mudos: viven como si Dios no
existiera, son incapaces de comunicar sus creencias, les
da vergüenza presentarse como creyentes en Dios y
cristianos.
Hay
algunos sordos que, cuando les hablas fuerte al oído,
oyen; pero si el que tiene que hablarles se hace el
mudo...
Pidámosle
al Señor en la Eucaristía que diga también sobre
nosotros, tantas veces mudos, y sobre los que le han
cerrado sus oídos: "Effetá", ábrete.
|