Hoy celebramos la muerte, con su testimonio
martirial, de los dos Apóstoles; no porque
murieran juntos, sino porque desde el principio
la comunidad unió su recuerdo, viéndolos como
las dos columnas de la Iglesia. Recordemos que
además hay otra fiesta de Pedro (la cátedra) y
de Pablo (la conversión).
Pero
hoy no se trata sólo de la fiesta de dos mártires,
por importantes que sean, sino de la identidad
misma de la Iglesia en cuanto "apostólica".
La Iglesia tal como la quiso Cristo, fundada
visiblemente en el ministerio de los apóstoles,
sobre todo de Pedro: "sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia". Es como la fiesta
del origen de la comunidad cristiana: "tú
entregaste a la Iglesia las primicias de tu obra
de salvación mediante el ministerio apostólico
de San Pedro y san Pablo" (colecta de la
vigilia), "fueron fundamento (exordium) de
nuestra fe cristiana" (colecta de la
fiesta). Es como si hoy dijéramos con énfasis:
"creo en la Iglesia que es una, santa, católica
y apostólica...
-DIFERENTES
Y COMPLEMENTARIOS Con ocasión de esta fiesta
solemos comparar las personalidades de Pedro y
Pablo. El mismo prefacio de hoy da dos
pinceladas en esta dirección: "Pedro fue
el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro
insigne que la interpretó; aquél fundo la
primitiva Iglesia con el resto de Israel; éste,
la extendió a las gentes".
Pero
no habría que exagerar este contraste: Pedro y
Pablo no se pueden catalogar como símbolos de
"la autoridad" y "el
carisma" (entre otras cosas porque también
Pedro fue un auténtico carismático, y Pablo un
defensor de la autoridad), o del particularismo
y la universalidad (fue Pedro el que ya antes de
Pablo admitió a la primera familia pagana a la
fe, la de Cornelio). Es verdad que en toda la
historia de la Iglesia ha habido y sigue
habiendo tensión dialéctica entre estos
valores, como ya lo hubo en el episodio de
Antioquía entre ellos dos. Pero habría que
presentar a Pedro y Pablo como complementarios:
con sus caracteres diversos, ambos tuvieron en
común la fe y el amor entusiasta por Cristo y
su seguimiento testimonial hasta la muerte.
"Por caminos diversos ambos congregaron la
única Iglesia de Cristo" (prefacio). De
Pedro el evangelio acentúa su confesión de fe,
el encargo de confirmar en la fe a sus hermanos,
la misión de apacentar la grey de Cristo, como
símbolo de la unidad eclesial; Pablo es el
infatigable difusor de la fe entre las naciones.
Ambos, desde luego, aparecen en el NT como
pecadores y débiles.
-APLICACIONES
La homilía -y toda la celebración- debería
acentuar nuestra confesión de fe en la Iglesia.
La fe cristiana supone también aceptar a la
Iglesia tal como la ha querido Cristo: en este
caso, fundada sobre los apóstoles y sus
sucesores, el papa y los obispos. Habría que
presentar esta característica, no tanto en tono
apologético, sino teológico, y con
consecuencias de sensibilidad práctica. La
aceptación del papa y de los obispos, no porque
valen mucho y son muy sabios, o porque aciertan
en todo (ojalá tuvieran todo esto): sino por
motivos teológicos. Cristo lo ha querido así.
Ha querido salvar a la humanidad a través de
una Iglesia centrada en el ministerio de unos
hombres, sobre todo del papa y los obispos. Las
estructuras (tanto de la Iglesia local como de
la universal) no son superfluas. Hoy es un buen
día para recordar que toda Eucaristía que
celebra la comunidad cristiana está legitimada
por la comunión eclesial que formamos con el
obispo, con los demás obispos y con el papa.
El
nombrar, como hacemos, en la Plegaria Eucaristía,
al papa y a nuestro obispo, es un signo de esta
comunión. No somos un grupo aislado, ni
parroquial ni de jóvenes ni de una comunidad
religiosa: somos parte y realización concreta
de una Iglesia universal edificada sobre los Apóstoles
y sus Sucesores, fundamentos visibles, y en último
término sobre Cristo y su Espíritu.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL
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