INSTRUCCIÓN
GENERAL DEL MISAL ROMANO
Capítulo V
DISPOSICIÓN Y ORNATO DE LAS IGLESIAS
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
II.
ARREGLO DEL PRESBITERIO
PARA LA ASAMBLEA (SYNAXIS) SAGRADA
304. Por reverencia para con la
celebración del memorial del Señor y para con el banquete en que
se ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el altar
donde se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que en
lo referente a la forma, medida y ornato se acomode a la
estructura del mismo altar.
305. Obsérvese moderación en el ornato del
altar.
Durante el tiempo de Adviento el altar
puede adornarse con flores, con tal moderación, que convenga a
la índole de este tiempo, pero sin que se anticipe a la alegría
plena del Nacimiento del Señor. Durante el tiempo de Cuaresma se
prohíbe adornar el altar con flores. Se exceptúan, sin embargo,
el Domingo Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y
las fiestas.
Los arreglos florales sean siempre
moderados, y colóquense más bien cerca de él, que sobre la mesa
del altar.
306. Sobre la mesa del altar se puede
poner, entonces, sólo aquello que se requiera para la
celebración de la Misa, a saber, el Evangeliario desde el inicio
de la celebración hasta la proclamación del Evangelio; y desde
la presentación de los dones hasta la purificación de los vasos:
el cáliz con la patena, el copón, si es necesario, el corporal,
el purificador, la palia y el misal.
Además, dispónganse de manera discreta
aquello que quizás sea necesario para amplificar la voz del
sacerdote.
307. Colóquense en forma apropiada los
candeleros que se requieren para cada acción litúrgica, como
manifestación de veneración o de celebración festiva (cfr. n.
117), o sobre el altar o cerca de él, teniendo en cuenta, tanto
la estructura del altar, como la del presbiterio, de tal manera
que todo el conjunto se ordene elegantemente y no se impida a
los fieles mirar atentamente y con facilidad lo que se hace o se
coloca sobre el altar.
308. Igualmente, sobre el altar, o cerca
de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado,
que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es
importante que esta cruz permanezca cerca del altar, aún fuera
de las celebraciones litúrgicas, para que recuerde a los fieles
la pasión salvífica del Señor.