XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,30-34:
Un lugar para el descanso
Autor: Padre Javier
Leoz
1.- En cierta ocasión un hombre creyente, que amaba
profundamente a Dios, se puso a discernir sobre su vida delante
de la presencia del Señor diciéndole con gran pesar: “Señor...
perdóname por no haber estado a la altura en mi afán
evangelizador. Por las veces en que he desparramado inútilmente
tu Palabra. Olvida los momentos en que he estropeado tu obra por
meter demasiado mi mano. Por la siembra que nunca dio el fruto
oportuno... perdóname porque mi paso por los caminos de la vida
no ha sido, precisamente, huella de tu presencia ni de tu
envío... ¡perdóname Señor!
Después de haberse sincerado, ese hombre que temía pero quería
con todo su ser a Dios, recibió una respuesta en el silencio:
“no seas tan duro contigo mismo...mira hacia atrás”. Y girando
el cabeza, aquel que sólo veía fracaso en su vida cristiana,
comprobó que detrás de sí existía una gran playa con miles de
huellas. Levantando el rostro le preguntó a Dios: “Señor. Tú que
todo lo sabes, ¿qué significa este paisaje?”. Y Dios le
contestó: “Hijo mío... esas huellas son las buenas palabras y
las buenas obras, el testimonio y los trabajos que miles y
millones de personas (entre ellas tú también) habéis realizado
en mi nombre y al servicio de la humanidad”.
2.- Es mucho lo que hacemos (otra cosa es saber si estamos
realizando lo que más conviene para estar en sintonía con Jesús
Maestro)... pero la siembra queda en el surco. ¿Por qué no
confiar más en Dios y pensar que El, cuando quiera, dará
cumplido crecimiento? Las actividades nos comen. Corremos el
riesgo de ser meros activistas en el campo de la Fe. El Señor
quiere que profundicemos en nosotros mismos....que descansemos
en el Espíritu....que tomemos tiempo para “un refresco
espiritual y material”.
La Iglesia no solamente puede ser un lugar de disciplina y de
moral, de predicación y de normas, de conversión y de afanes
evangelizadores, también debe ser una casa de disensión y de
descanso, de diálogo y de calma, de paz y de contemplación, de
relax en el espíritu y en el cuerpo.
Después de finalizar el curso, el Director de un Instituto, les
decía a sus profesores: “ha sido duro el año, dediquémonos en
este día a estar simplemente juntos”. El Señor, que sabe muy
bien como andan los elementos de nuestro sistema nervioso,
también nos invita a pararnos un momento....a recuperar la
calma....a tomarnos las cosas con más paz y con menos sentido
crítico. No todo lo que hacemos en su nombre....lo hacemos tan
mal.
3.- Verano... un lugar tranquilo para valorar lo positivo de
nuestra Fe. Para relativizar aquellas situaciones tensas que
existen entre nosotros. Para intensificar nuestras relaciones
con Dios que, siempre, producen descanso y serenidad. Para hacer
ordinario lo que, el trabajo y el estrés cotidiano, lo hacen
imposible en el resto del año.
¡Venid a un lugar tranquilo! Escuchar al Señor y presentarle el
balance de nuestra vida, sentarnos a su mesa y reparar nuestras
fuerzas, mirarle a los ojos y recuperar la sonrisa perdida es
–ni más ni menos- lo mejor que nos puede ocurrir a todo
cristiano que deseamos hacer un “stop” en el gran maratón
evangelizador y poner el corazón a punto y dar al cuerpo un más
que merecido descanso.
¡Vamos!... que el Señor tampoco quiere que caigamos extenuados
en el camino. ¡Seamos más bondadosos con nosotros mismos
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XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,30-34:
Venid aparte para descansar un poco
Autor: P.
Raniero Cantalamessa, ofmcap
Jeremías 23, 1-6;
Efesios 2, 13-18;
Marcos 6, 30-34
En
el pasaje del Evangelio Jesús invita a sus discípulos a
separarse de la multitud, de su trabajo, y retirarse con Él a un
«lugar solitario». Les enseña a hacer lo que Él hacía:
equilibrar acción y contemplación, pasar del contacto con la
gente al diálogo secreto y regenerador con uno mismo y con Dios.
El
tema es de gran importancia y actualidad. El ritmo de vida ha
adquirido una velocidad que supera nuestra capacidad de
adaptación. La escena de Charlot enfrascado en la cadena de
montaje en Tiempos modernos es la imagen exacta de esta
situación. Se pierde, de esta forma, la capacidad de separación
crítica que permite ejercer un dominio sobre el fluir, a menudo
caótico y desordenado, de las circunstancias y de las
experiencias diarias.
Jesús, en el Evangelio, jamás da la impresión de estar agitado
por la prisa. A veces hasta pierde el tiempo: todos le buscan y
Él no se deja encontrar, absorto como está en oración. A veces,
como en nuestro pasaje evangélico, incluso invita a sus
discípulos a perder tiempo con Él: «Venid también vosotros
aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco».
Recomienda a menudo no afanarse. También nuestro físico, cuánto
beneficio recibe de tales «respiros».
Entre estas «pausas» están precisamente las vacaciones de verano
que estamos viviendo. Son para la mayoría de las personas la
única ocasión para descansar un poco, para dialogar de manera
distendida con el propio cónyuge, jugar con los hijos, leer
algún buen libro o contemplar en silencio la naturaleza; en
resumen, para relajarse. Hacer de las vacaciones un tiempo más
frenético que el resto del año significa arruinarlas.
Al
mandamiento: «Acordaos de santificar las fiestas», habría que
añadir: «Acordaos de santificar las vacaciones». «Deteneos
(literalmente: vacate, ¡tomaos vacaciones!), sabed que yo soy
Dios», dice Dios en un salmo (Sal 46). Un sencillo medio de
hacerlo podría ser entrar en la iglesia o en una capilla de
montaña, en una hora en que esté desierta, y pasar allí un poco
de tiempo «aparte», solos con nosotros mismos, ante Dios.
Esta
exigencia de tiempos de soledad y de escucha se plantea de forma
especial a los que anuncian el Evangelio y a los animadores de
la comunidad cristiana, quienes deben permanecer constantemente
en contacto con la fuente de la Palabra que deben transmitir a
sus hermanos. Los laicos deberían alegrarse, no sentirse
descuidados, cada vez que el propio sacerdote se ausenta para un
tiempo de recarga intelectual y espiritual.
Hay
que decir que la vacación de Jesús con los apóstoles fue de
breve duración, porque la gente, viéndole partir, le precedió a
pié al lugar del desembarco. Pero Jesús no se irrita con la
gente que no le da tregua, sino que «se conmueve», viéndoles
abandonados a sí mismos, «como ovejas sin pastor», y se pone a
«enseñarles muchas cosas».
Esto
nos muestra que hay que estar dispuestos a interrumpir hasta el
merecido descanso frente a una situación de grave necesidad del
prójimo. No se puede, por ejemplo, abandonar a su suerte, o
aparcar en un hospital, a un anciano que se tiene al propio
cargo, para disfrutar sin molestias de las vacaciones. No
podemos olvidar a las muchas personas cuya soledad no han
elegido, sino que la sufren, y no por alguna semana o mes, sino
por años, tal vez durante toda la vida. También aquí cabe una
pequeña sugerencia práctica: mirar alrededor y ver si hay
alguien a quien ayudar a sentirse menos solo en la vida, con una
visita, una llamada, una invitación a verle un día en el lugar
de vacaciones: aquello que el corazón y las circunstancias
sugieran.
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XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,30-34:
Venid aparte para descansar un poco
Autor:
Mons. Jesús Sanz
Montes, of
Al regreso de aquella correría
apostólica, los discípulos debieron volver tan cansados como
pletóricos de alegría. Eran muchas las cosas que habían dicho y
hecho “en Nombre de Jesús”, sabiéndose enviados por él. Pero
estaban cansados. Jesús los tomó aparte y dirá a aquellos que le
seguían más de cerca: “venid un poco aparte, a un lugar
solitario, y descansad un poco”.
No es sólo un momento de relax
el que les propone Jesús, sino un descanso con Él. Por eso se
los lleva un poco aparte, aún a costa de no atender en el
entretanto a toda la muchedumbre que andaba de acá para allá.
Ellos tendrían necesidad de contarle al Maestro tantas cosas, y
éste, a su vez, querría conocer qué tipo de resonancia o
reacción había producido en ellos esta primera salida misionera.
Para poder luego seguir subiendo hacia Jerusalén, era
imprescindible pararse con el Señor a solas, gustando lo único
que es necesario, como el mismo Jesús explicará a Marta en el
célebre diálogo en su casa de Betania.
Porque si el discípulo habla
sin haber escuchado antes la Palabra necesaria, y si actúa sin
haber contemplado previamente la Presencia imprescindible, corre
el riesgo de convertirse en jaleador de sus inventos, en
vendedor de sus ideas, en urgidor de sus prisas, en imponedor de
sus visiones, sea cual sea la clave ideológica desde la que lo
haga; si la misión del evangelizador cristiano no nace de otra
Palabra escuchada y de otra Presencia acogida, se arriesga a no
ser una misión cristiana.
Y en este Evangelio, como
siempre en la historia cristiana, cuando de verdad se ha
descansado con Jesús bebiendo en las fuentes de su Palabra y su
Presencia, entonces Él no retiene ni se queda privadamente con
los que más de cerca le seguían. No ha actuado así el Señor
jamás, sino todo lo contrario: “cuando llegaron a la otra
orilla, se conmovió por la gente que andando había ido a
esperarlos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y se
puso a enseñarlos”.
Este es el gesto de Jesús y el
gesto de sus discípulos: Pedro, ¿me amas? Pues apacienta mis
ovejas (Jn 21). Siempre así. Apacentar las ovejas de Cristo,
curar sus heridas, vendar sus quebrantos, consolar sus pesares e
infundir la esperanza, pero no antes de haber amado al mismo
Cristo. No son rivales Dios y los hombres. Son dos amores
fundidos aunque no confundidos, diversos pero inseparables. Toda
una lección y todo un programa para quienes por compromiso con
nuestro bautismo hemos de evangelizar, descansando junto a Jesús
y conmoviéndonos por los hermanos.
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