NO
ES FÁCIL
Recuerdo
haber escuchado alguna vez a maestros de
espiritualidad a cerca de la importancia de
ocupar los primeros puestos.
Primeros
puestos en el mundo de la economía y el
comercio, primeros puestos en el mundo de la
educación, primeros puestos en el mundo de
la política...
La razón
que daban era que, desde esos puestos, se
podría llegar a más gente, se podía hacer
más bien, podría hacerse más fácilmente un
mundo según quería el Señor.
Algunos,
desde esos puestos, fueron unos buenos
servidores. Muchos, aceptaron el puesto, la
categoría y todo lo que llevaba aparejado y
no tanto sirvieron, cuanto se sirvieron.
No podemos
olvidar que dentro de cada uno de nosotros
hay una tendencia a ser más que los demás, a
tener más que los demás, a mandar más que
los demás.
Hay que
tener unas razones muy fuertes y profundas
para renunciar a ese camino y ponernos en el
contrario.
¿A quién no
le gusta un cargo? ¿A quién no le gusta
tener gente que le obedezca?. Lo estamos
viendo en todos los estamentos, sociales,
políticos, religiosos. ¡Cuántos buscan
poder, primeros puestos!
En el mundo
de la política es ya una desvergüenza.
En aras de
mantener o conseguir el poder, se difama, se
miente, se espía...; al final, todo vale
para conseguir el "quítate tú que me pongo
yo". Estos días lo estamos viendo con una
claridad meridiana. Al final, para muchos,
lo que importa es conseguir el puesto, no
solucionar los problemas.
Es difícil
lo que nos pide Jesús a los cristianos,
porque también nosotros tenemos tentaciones
de grandeza, aunque sepamos que no pueden
prosperar.
Pero Jesús
no se ha ido con rodeos, ha sido bien claro:
" los jefes de los pueblos los tiranizan y
los grandes los oprimen". ¡Qué poco cambian
las cosas!
"Vosotros,
nada de eso".
Entre los
de Jesús, la grandeza viene por la actitud
de servicio, por la disponibilidad, por la
entrega de la vida en favor de los demás.
Esto vale
para nuestros comportamientos en la familia:
más servidores que servidos.
También en
la sociedad: asociaciones. grupos,
partidos... podemos estar en actitud de
servir a los demás y al bien común. No es el
camino para lograr puestos.
En la
Iglesia debería ser uno de nuestros
principales distintivos. así, las
comunidades cristianas serían más
testimoniales y misioneras.
Decían de
los primeros cristianos: "Mirad cómo se
aman". Y amar es darse, es poner lo que uno
es y lo que uno tiene al servicio de los
demás.
"El Hijo
del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar la vida por todos".
Para
algunos, vivir así es de tontos. Para
nosotros es seguir de cerca al Señor, vivir
según sus enseñanzas.
Pidámosle
en esta Eucaristía la fuerza necesaria, pues
nosotros solos no podemos nada.
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