DOS
CAMINOS
El evangelio nos ha
situado ya en el término del camino de Jesús, en
vísperas de su muerte: los caminos se cierran, los
poderosos confabulaban para liquidarle, la mayoría del
pueblo se queda a la expectativa. Sólo un pequeño grupo
de hombres y mujeres lo sigue.
El evangelio de Mc nos
presenta los últimos hechos y palabras de Jesús en
Jerusalén como un resumen de enseñanzas y de su vida. Y
aquí hallamos la peculiar importancia del texto que
hemos escuchado: es de una absoluta sencillez, pero en
esta sencillez hallamos una doble afirmación -las dos
caras de la moneda- decisiva para entender el Evangelio
de JC.
-"Cuidado con..."
En primer lugar, en la
cruz de la moneda, encontramos la descalificación de los
ricos. Pero en este caso no se trata de ricos en dinero
sino de ricos en religión. Me explico: se trata de
aquella gente que se siente satisfecha de sus
conocimientos religiosos y de sus prácticas religiosas.
Y que, igual que a los ricos en dinero les encanta que
se les reconozca y que se reverencie su "categoría",
también a estos "ricos en religión" les chifla que se
les tenga como los mejores, que se les reverencie muy
especialmente, que se les reserve las primeras filas. Es
su orgullo y ¡ay! de los se atrevan a tratarles como
simples ciudadanos normales.
Me parece que por más
que el Evangelio nos presente tantas veces esta dura
crítica de Jesucristo contra la satisfacción orgullosa
de los fariseos, nosotros siempre peligramos de caer en
esta tentación. Es posible que no seamos conscientes de
ello, que la revistamos con diversas vestimentas, pero
es necesario reconocer que es muy fácil detectar en
muchos cristianos este estúpido orgullo de creerse
mejores que los demás, de querer que ello se nos
reconozca públicamente, que -por ejemplo, en la
televisión o en la prensa- se nos trate como si fuéramos
de una categoría privilegiada que no admite ni críticas
ni bromas.
Y siempre que alguien
pretende sacar de su cristianismo algún privilegio, es
necesario que recordemos las diáfanas palabras de Jesús
en aquellos momentos que culminaba su camino entre
nosotros: "Cuidado con ellos". No "cuidado" con los que
critican, sino "cuidado" con los que no toleran ser
criticados.
-El elogio de la
generosidad sencilla
En segundo lugar, en la
otra cara de la moneda, nos queda -perenne a través de
los siglos- el elogio de la pobre y desconocida viuda
que da sencillamente "dos reales". Pero que con sus dos
reales fue más generosa que todos los demás porque supo
dar todo lo que tenía.
Generosidad sencilla y
discreta, tan sencilla y discreta como la de tantos
otros gestos de tantos otros hombres y mujeres que nunca
saldrán en los diarios, ni en la TV, que nunca
conseguirán ninguna condecoración, ante quienes nadie se
inclinará para saludarles; serán ellos quienes deberán
inclinarse ante el amo, la señora, el jefe. Pero el
Mesías del Reino de Dios, el Hijo del Padre del cielo,
cuando se termina su camino, nos quiere señalar el
modelo. Y por eso llama a sus discípulos y les revela la
grandeza de aquella pobre viuda, que ya se iba humilde y
desconocida entre la multitud.
Ella ni se enteró, como
tantos de sus hermanos y hermanas -antes, después y
ahora- tampoco se enteran de que ellos son los primeros
en el reino de Dios.
No dar importancia a
los que hacemos, no dar importancia a lo que somos.
Porque nada es mérito nuestro sino todo es gracia, todo
es don de Dios. Y saber compartir con sencillez y
generosidad nuestra vida con los demás. Por ejemplo,
como se nos recuerda hoy, con los emigrantes, con las
gentes de otros países que se han visto obligados a
buscar trabajo entre nosotros. Compartir con sencillez,
este el resumen de la enseñanza de Jesús al término de
su camino, éste es el camino del cristiano.
Compartir ahora
nosotros la Eucaristía significa querer vivir así.
Porque compartimos la entrega generosa y sencilla de
Jesucristo, a través de estos signos tan sencillos y
pobres como son este pan y este vino, pero que son toda
su vida entregada hasta la muerte por nosotros.
J. GOMIS |