UNA
VIDA LLENA
*
UNA ACTIVIDAD INTENSA
La
narración de los inicios del ministerio de Jesús en
Galilea por parte del evangelista Marcos presenta un
cuadro que podríamos titular “un día en la vida de
Jesús” (Mc 1,16-39). Una jornada llena de actividad:
hace dos domingos escuchábamos cómo llamaba a los
primeros discípulos (v.16-20); el domingo pasado veíamos
cómo predicaba en la sinagoga y curaba a un hombre poseído
de un espfritu inmundo (v.21-28); y hoy escuchamos cómo
continúa la jornada con múltiples actividades: cura a
la suegra de Pedro, cura a muchos enfermos y
endemoniados, reza, se va a predicar a otros lugares...
(v.29-39). Prácticamente no descansa, porque lo vemos
con actividad incluso “al anochecer, cuando se puso el
sol”, y otra vez “de madrugada”. Ciertamente, la
actividad de Jesús era intensa, tenía ansiedad por
llevar a cabo su misión, se sentía responsable de una
tarea de parte de Dios que no podía aplazar y que no
le permitía distracción.
En
la 1ª
lectura
Job vive una inquietud parecida, dice que pasa las
noches en blanco: “Al acostarme pienso: ¿Cuándo me
levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas
hasta el alba”. También san Pablo vivía esa desazón
por hablar y actuar en nombre de Dios, tal como vemos
hoy en la segunda lectura, de la Primera carta a los
Corintios: “Hermanos, el hecho de predicar no es para
mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de
mi si no anuncio el Evangelio!.., es que me han
encargado este oficio”.
Ojalá que todos los cristianos tuviésemos esa
actitud de urgencia, de inquietud, de interés por las
cosas de Dios y por vivir de forma coherente y
comprometida. Sin caer en el activismo ni en el estrés,
debemos estar atentos a no distraernos, a no perder el
tiempo y las ocasiones para llevar a cabo nuestra misión
evangelizadora.
* ACTUAR CONTRA EL
SUFRIMIENTO
El domingo pasado ya veíamos cómo la predicación de
Jesús iba acompañada de obras, de signos de curación.
Hoy vuelve a aparecer: Jesús cura primero a la suegra
de Pedro, y después cura a muchos enfermos y
endemoniados. Vemos, pues, cómo una de las principales
actitudes de Jesús es estar atento a las necesidades de
los demás, sobre todo de los que tienen problemas, de
los que lo pasan mal. Ante las realidades de sufrimiento
que hay a su alrededor (tanto sufrimiento físico como
psíquico), Jesús actúa llevando la salud, la alegría,
la esperanza, el consuelo. Y esa acción curativa de Jesús
es la mejor expresión del
mensaje que él predicaba. Es la buena noticia de Dios
que canta el salmo: “El Señor sana los corazones
destrozados, venda sus heridas... El Señor sostiene a
los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados”.
También nosotros debemos llevar a cabo esas acciones
curativas hacia los necesitados como una de las
prioridades de nuestra vida cristiana personal y
comunitaria. Una buena noticia salvadora, por cierto,
que hay que hacer llegar tanto a la gente próxima
(familia, amigos) como a todos.
*
IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
Continúa
el relato de la jornada de Jesús, y dice que al día
siguiente, “se levantó de madrugada, se marchó al
descampado y allí se puso a orar”. La oración
personal y profunda era la fuerza interior que sostenía,
animaba y daba sentido a toda la acción de Jesús. Todo
lo que hacía, lo hacía como un signo del amor de Dios
que él había experimentado primero, y se sentía
empujado a actuar en su nombre. Sin oración toda la
acción hacia fuera, para un cristiano, pierde el
sentido, y tiene el riesgo de quedar vacía o de perder
la orientación correcta. Va bien recordarlo en este
mundo nuestro tan activo, tan activista, en el que todos
vamos siempre atareados, a menudo incluso agobiados... Y
también a veces en nuestra misma tarea pastoral: tantas
reuniones, y actividades, y encuentros... No perdamos de
vista esa dimensión contemplativa, de oración, sin la
que todo lo demás no tiene sentido, porque es como si
la faltase el alma.
*
PREDICAR POR TODAS PARTES
Finalmente,
dice que a Jesús vienen a buscarle sus discípulos,
cuando todavía estaba rezando, y le dicen que todo el
mundo le busca. Y se va con ellos, a predicar por toda
Galilea, porque esa es su misión, como reconoce él
mismo. Predicar, dar testimonio, vivir y transmitir esa
buena noticia del evangelio que a nosotros nos llena y
que queremos compartir con los demás. Es lo mismo que
ya hemos comentado de san Pablo en la segunda lectura,
que predicaba como una necesidad de su fe: “Y hago
todo esto por el Evangelio, para participar yo también
de sus bienes”. Nosotros también deberíamos vivir
ese entusiasmo de Pablo: sentimos felices por la fe que
vivimos, y por eso casi espontáneamente nos saldría
ese deseo de transmitir, de contagiar esa alegría y esa
felicidad. Una predicación hecha de palabras y obras:
“Así recorrió toda Galilea, predicando en las
sinagogas y expulsando los demonios”. Todos debemos
vivir esas actitudes de Jesús: el amor a los demás, la
oración, y el testimonio.
XAVIER
AYMERICH
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