PRESENTACIÓN
Una intensa y suave
acción de gracias se eleva a Dios desde el corazón de
quien reza, después de desvanecerse en él la pesadilla
de la muerte. Este es el sentimiento que emerge con
fuerza en el Salmo 29. Este himno de gratitud posee una
gran fineza literaria y se basa en una serie de
contrastes que expresan de manera simbólica la
liberación obtenida gracias al Señor.
"Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado"
De este modo, al
descenso «a la fosa» se le opone la salida «del abismo»
(versículo 4); a su «cólera» que «dura un instante» le
sustituye «su bondad de por vida» (versículo 6); al
«lloro» del atardecer le sigue el «júbilo» de la mañana
(ibídem); al «luto» le sigue la «danza», al «sayal»
luctuoso el «vestido de fiesta» (versículo 12).
"Señor,
sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando
bajaba a la fosa"
Pasada, por tanto, la
noche de la muerte, surge la aurora del nuevo día. Por
este motivo, la tradición cristiana ha visto este Salmo
como un canto pascual. Lo atestigua la cita de apertura
que la edición del texto litúrgico de las Vísperas toma
de una gran escritor monástico del siglo IV, Juan
Casiano: «Cristo da gracias al padre por su resurrección
gloriosa».
El que ora se dirige en
varias ocasiones al «Señor» --al menos ocho veces--, ya
sea para anunciar que le alabará (Cf. versículos 2 y
13), ya sea para recordar el grito que le ha dirigido en
tiempos de prueba (Cf. versículos 3 y 9) y su
intervención liberadora (Cf. versículos 2, 3, 4, 8, 12),
ya sea para invocar nuevamente su misericordia (Cf.
versículo 11). En otro pasaje, el orante invita a los
fieles a elevar himnos al Señor para darle gracias (Cf.
versículo 5).
Las sensaciones oscilan
constantemente entre el recuerdo terrible de la
pesadilla pasada y la alegría de la liberación.
Ciertamente, el peligro que ha quedado atrás es grave y
todavía provoca escalofríos; el recuerdo del sufrimiento
pasado es todavía claro y vivo; hace muy poco tiempo que
se ha enjugado el llanto de los ojos. Pero ya ha salido
la aurora del nuevo día; a la muerte le ha seguido la
perspectiva de la vida que continúa.
El Salmo demuestra de
este modo que no tenemos que rendirnos ante la oscuridad
de la desesperación, cuando parece que todo está
perdido. Pero tampoco hay que caer en la ilusión de
salvarnos solos, por nuestras propias fuerzas. El
salmista, de hecho, está tentado por la soberbia y la
autosuficiencia: «Yo pensaba muy seguro: "no vacilaré
jamás"» (versículo 7)
"Señor,
te daré gracias por siempre"
Beato Juan Pablo II
(SALMO 29 )
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado,
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida.
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
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