DE
BUENO, PARECE TONTO La
sociedad en que vivimos es una sociedad competitiva,
"agresiva", se dice. Sólo los primeros
cuentan, los demás son "relleno". Un ejemplo
de esto lo tenemos en el mundo del deporte, de los
negocios, de la política.
Cuánta
importancia se da al éxito, al medrar, al subir
puestos, a tener buenos contactos e influencias. No se
da tanta importancia a los métodos empleados para
conseguirlo.
Cuántos
padres están obsesionados por los estudios de los
hijos, no porque tengan mayor cultura, o mejor
"amueblada" la cabeza, sino para que tengan un
buen trabajo, ganen mucho dinero y sean importantes.
Hay
padres cristianos que dicen a sus hijos: Si te pegan,
pega tú más fuerte. No estés nunca por debajo de los
demás.
Una
frase que se suele decir con bastante desprecio: Es tan
bueno, que parece tonto.
Y
es que, ante los demás, ante la sociedad, no se valora
la sencillez, la humildad, la sinceridad, el servicio a
los demás, el ponerse en el último puesto. Tal vez se
valora la labor de los misioneros, pero son, se dice,
gente rara.
Sin
embargo, todos vemos los desastres que provocan en las
familias, pueblos y naciones, el ansia de poder, de
mandar, de estar sobre los demás.
De
esta soberbia, de este afán por dominar a los otros,
surgen las guerras, violencias, terrorismos y muertes;
surge el abuso de poder y el desprecio y persecución a
los opositores; la soberbia, el orgullo y el egoísmo
están en la raíz de este mundo dividido en ricos y
pobres, fuertes y débiles, amos y siervos, opresores y
oprimidos, entre los que utilizan a los demás en
provecho propio y los que son engañados y manipulados.
Algunos
piensan que el mundo de los hombres es como el de los
animales, en el que impera la ley del más fuerte.
Los
cristianos afirmamos que, si hemos sido creados a imagen
y semejanza de Dios, y Dios es Amor, sólo a través del
amor se puede llegar a la verdadera felicidad. Y amar es
darse, amar es poner todo lo que uno es y tiene al
servicio de los demás; es, como decía el evangelio,
ponerse en el último puesto, ya nos pondrá el Señor
los primeros en el Reino; es no vivir buscando
privilegios, influencias y "enchufes", sino
acoger a los pobres, a los débiles, a los que cuentan
poco para los hombres, pero mucho para Dios.
Si
Dios se ha hecho hombre en Jesús de Nazareth y éste no
se aprovechó de su categoría de Dios, sino que se
anonadó, pasando como uno de tantos, y entregó su vida
en la cruz por nuestra salvación, este es el camino que
Dios quiere y, a través de él, seremos verdaderamente
felices en la tierra, esa felicidad que nace desde
dentro al estar liberados de muchas ataduras, y,
sobretodo, seremos eternamente felices en el cielo.
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