SIGUIENDO
SUS HUELLAS Necesitamos
que se nos recuerde, como lo ha hecho la 1ª Lectura,
tomada del libro de la sabiduría, que "nuestros
pensamientos son mezquinos y nuestros razonamientos
falibles".
Somos
mezquinos, estrechos de miras, nuestro horizonte se
acaba pronto. Nosotros, los nuestros, los que están
cerca de nosotros. Los otros nos importan menos. Cuanto
más lejana es la catástrofe, menos se siente.
Es
difícil tener un corazón universal que se sienta
hermano de todos los hombres; es difícil un amor hecho
cercanía y solidaridad con los más necesitados; es
difícil abrazar a todos, porque todos son "yo y
los míos".
Sin
embargo, este es el camino del discípulo de Jesús, el
Dios hecho hombre. Porque Él, siendo Dios, se anonadó
y se hizo hermano de todos; se hizo cercanía
haciéndose igual a nosotros en todo menos en el pecado;
fue solidario, tan solidario que cargó sobre sus
hombros nuestros pecados y, clavándolos con Él en la
cruz, los redimió; y nos abrazó a todos y nos hizo
como Él mismo: hijos de Dios y partícipes de su misma
gloria.
En
la mayoría de las escuelas y centros oficiales se han
quitado los crucifijos, las cruces, como se dice
ordinariamente. Con todo, siguen presentes en escuelas,
en lugares públicos, en las cumbres de las
montañas...; hay cruces de madera, de metales
preciosos, oro y plata, engarzadas de diamantes, en las
coronas de los reyes...; las colgamos en las pareces,
del cuello, las colocamos en lugares importantes de las
casas...; algunos las cuelgan del cuello con el rosario
haciendo de ella una moda, otros la exhiben en el
coche...
Me
parece que no son estas las cruces de las que habla
Jesús; más bien habla de cruces como la suya, que era
el peor suplicio que infligían los romanos a los
judíos; más bien habla de seguirle, aun a riesgo de
ser perseguido y condenado. Esta cruz, junto a la de
Jesús, salva al mundo. Las otras son, para unos,
recuerdos, para otros arte, moda, talismán...
Hace
pocos domingos la palabra de Dios nos recordaba que
donde esté nuestro tesoro allí estará nuestro
corazón. Y cuántos corazones apegados al dinero y,
junto a él, al consumo, al tener, al ser más que los
demás...
Los
Apóstoles, tuvieran mucho o poco, más bien poco,
dejándolo todo le siguieron; Zaqueo: "Daré,
Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en
algo defraudé a alguien, le devolveré el
cuádruplo" (Lc 19, 8b); al joven rico: "vende
lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme"
Nadie
ha dicho que el seguimiento de Cristo es fácil; toca
las fibras más sensibles de la persona: familia,
sufrimiento, dinero...
Para
tomar la decisión de ser un buen discípulo, hay que
pensárselo: como se lo piensa el que va a construir una
casa, para no dejarla a medias; como se lo piensa el rey
que va a dar una batalla a otro rey, para ver si tiene
soldados suficientes.
Que
la decisión que hemos tomado por Jesús sea cada vez
más consciente, más generosa, más confiada.
|