REFLEXIONES  

17 - Noviembre

33º DOMINGO

TIEMPO ORDINARIO


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"Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá:
con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas "

 

 


 

REFLEXIÓN 1

CUANDO TODO SE DERRUMBA, NOS QUEDAS TÚ

Siempre ha habido "profetas" de los últimos tiempos, del fin del mundo. Uno de los momentos más cercanos lo tuvimos con ocasión del fin del siglo y del comienzo de un nuevo milenio. Cuántos pronosticaban que todo terminaría de un momento a otro.

Muchos quisieran, ante un mundo cada vez más dominado por el mal, la injusticia, las desigualdades, las violencias..., que Dios interviniera, que destruyese este mundo e iniciara otro, ese mundo ideal que todos anhelamos.

Pero Dios, creándonos a su imagen y semejanza,  haciéndonos libres, corre con el riego de que usemos mal la libertad y de que no seamos sus imágenes.

Ya le dijo a Noé que no enviaría otro diluvio sobre la tierra; y Jesús nos recordó en la parábola del trigo y la cizaña que van a crecer juntos hasta el día de la siega.

También entre aquellos cristianos de la comunidad de Tesalónica había crecido la idea, algunos se la atribuían a San Pablo, de que el fin del mundo y, con él, la vuelta del Señor, eran inminentes. Algunos optaron por prepararse para este momento: nada de trabajar, nada de hacer nada, esperar. Mientras tanto, la comunidad tenía que cargar con su mantenimiento y, como no tenían nada que hacer, andaban metiéndose en todo.

San Pablo deja bien claro que no se sabe cuándo volverá el Señor y, mientras tanto, que cada uno trabaje para ganarse el propio pan, como lo hace él; y el que no quiera trabajar, que tampoco coma.

Jesús, en el Evangelio, también se refiere al fin de los tiempos: por una parte, Jerusalén y su templo; por otra, el fin del mundo.

Decir a un judío del tiempo de Jesús que de su templo no va a quedar piedra sobre piedra, era ofenderle en lo más sensible. Sin templo, sin culto, sin sacrificios y ofrendas...; en el fondo, para ellos, estar sin templo era estar sin Dios, ya habían tenido esa experiencia durante el destierro.

Dios vive en medio de nosotros aunque no haya templos, aunque se prohíba practicar la religión, aunque se persiga a los que tienen fe. Jamás podrán acabar con los templos de Dios, porque cada persona es templo suyo.

Jesús habla de momentos difíciles, de persecuciones, guerras y violencias. Así sucedió antes y después de la destrucción de Jerusalén y su templo y así sigue sucediendo, pero también dice Jesús: "el final no vendrá enseguida".

El Señor volverá glorioso al final de los tiempos, no sabemos cuándo; nosotros caminamos a su encuentro con la esperanza de llegar a él.

En este camino que es la historia y, en particular, la historia de la Iglesia, habrá momentos difíciles de persecuciones y violencias; momentos en los que habrá que dar la cara por Cristo; momentos en los que todo aquello que era tan importante para nosotros: templos, liturgias, costumbres, tradiciones..., puedan destruirse y hacerlas desaparecer. No perdamos la esperanza.

Cuando todo se derrumbe, nos queda el Señor. Al final, con Él, salimos ganando.

Recordamos las palabras de Jesús: "Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas".

 

 

 

REFLEXIÓN  2

ESPERANZAS INSUFICIENTES

El hombre tiene esperanza cuando cree que las cosas pueden cambiar y piensa que es posible transformar la situación y llegar a disfrutar de una vida más humana. Por eso son muchas las preguntas que comienzan a despertar en el corazón del hombre moderno: ¿Qué esperanza pueden tener hoy los hombres? ¿Qué es lo que pueden esperar? ¿Dónde se puede apoyar su esperanza? ¿Hay algo que nos puede permitir una vida más liberada y humana?

Todos experimentamos la necesidad de vivir más intensamente, más libremente, con mayor plenitud y seguridad. Y casi instintivamente buscamos «algo» capaz de llenar nuestras aspiraciones.

Y cuando nos parece haber encontrado algo que puede realizar nuestras esperanzas, casi sin darnos cuenta, lo «sacralizamos», lo absolutizamos y le rendimos nuestro ser. Por eso son muchos los que, habiendo abandonado toda religión y toda fe en Dios, «sacralizan» ahora la ciencia, el progreso, la política, el dinero, el bienestar, como nuevos "dioses" que nos pueden ofrecer hoy la «salvación». Como decía Bossuet: «Todo es Dios menos Dios mismo».

Pero la humanidad sufre hoy una profunda crisis de realismo. Nuestras esperanzas no se cumplen. Nuestras aspiraciones quedan insatisfechas. Cada vez es más difícil seguir poniendo la esperanza en algo que puede ofrecernos verdadera «salvación». Ya no hay ciencia capaz de garantizar un final feliz de la aventura humana sobre la tierra. No hay sistema económico capaz de ofrecernos un porvenir más seguro. Ninguna ideología capaz de abrirnos un horizonte de esperanza nueva. Ni el colectivismo marxista ni el desarrollo capitalista despiertan una esperanza razonable en las nuevas generaciones. Mientras tanto, el «suicidio colectivo» de la humanidad es ya históricamente posible. Cada vez es más insostenible el «equilibrio de terror» entre los grandes bloques del planeta. La carrera de armamentos crece sin control. Las guerras de hoy pueden desencadenar ya «el holocausto de la especie humana».

La esperanza cristiana no se alimenta del fracaso de otras esperanzas que puede alimentar el hombre. No nace tampoco del resentimiento o el desprecio a los esfuerzos de la ciencia, la economía o la política. Sencillamente descubre que son esperanzas insuficientes.

La fe nos permite descubrir con más claridad que la salvación que buscamos y necesitamos supera todo lo que los hombres nos podemos dar a nosotros mismos. Nuestra tarea es perseverar en esa búsqueda de una salvación final. Orientar todos los esfuerzos de la humanidad hacia esa meta definitiva de una sociedad de fraternidad y libertad. Seguir luchando obstinadamente, pacientemente, incansablemente. Dios nos ha creado creadores. Su promesa nos sostiene: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

 

REFLEXIÓN  3

LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

1. Los tres evangelios sinópticos concluyen el relato del ministerio público de Jesús con un discurso escatológico sobre el fin del mundo, a propósito de una profecía sobre la destrucción de Jerusalén y su templo. Jesús y sus discípulos observan admirados el templo. Lucas no vincula la ruina del templo con el fin del mundo y la aparición del Hijo del hombre. Jesús predice la ruina del templo a quienes se extasían en su belleza y magnificencia. Habrá un nuevo templo del Espíritu, que es Cristo resucitado.

2. Ante la llegada de ciertas catástrofes, Lucas previene a los cristianos frente a determinadas ideas apocalípticas auspiciadas por auténticos impostores: los que suplantan al Mesías y dicen endiosadamente: «yo soy» (afirmación propia de Dios), o los que pregonan que «el momento está cerca» y provocan fiebres pasajeras (no son capaces de discernir los signos de los tiempos, porque no tienen Espíritu ni juicio crítico). Evidentemente, en el mundo se producen constantemente terremotos, epidemias, guerras y hambrunas; pero todas estas cosas no son signos de la llegada del Mesías, sino hechos históricos que manifiestan las fisuras del sistema social. El viejo mundo se deteriora y se destruye sin la justicia del reino.

3. Los cristianos situados en el mundo son perseguidos, difamados o marginados, porque creen en el Evangelio, que trastoca todos los valores, descartan los pseudovalores y esperan el reinado de Dios en plenitud manifestando una actitud crítica frente a los sistemas imperantes. Lo profundamente nuevo del reino rebasa nuestras fuerzas y capacidades. El evangelio de hoy invita a los creyentes a «dar testimonio», a hacer suya la «palabra y sabiduría» de Jesús y a tener confianza en Dios y constancia en el trabajo y la misión.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Cómo desciframos las catástrofes? ¿Tenemos esperanza?

¿Damos crédito a las promesas de Dios para los últimos tiempos?

CASIANO FLORISTAN