LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO III
APOSTOLICIDAD DE LA EUCARISTÍA Y DE LA
IGLESIA
28. En fin, la Iglesia es apostólica en el
sentido de que « sigue siendo enseñada, santificada y dirigida
por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos
que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los
Obispos, a los que asisten los presbíteros, juntamente con el
sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia ».(53)
La sucesión de los Apóstoles en la misión pastoral conlleva
necesariamente el sacramento del Orden, es decir, la serie
ininterrumpida que se remonta hasta los orígenes, de
ordenaciones episcopales válidas.(54)
Esta sucesión es esencial para que haya Iglesia en sentido
propio y pleno.
La Eucaristía expresa también este sentido
de la apostolicidad. En efecto, como enseña el Concilio Vaticano
II, los fieles « participan en la celebración de la Eucaristía
en virtud de su sacerdocio real »,(55)
pero es el sacerdote ordenado quien « realiza como representante
de Cristo el sacrificio eucarístico y lo ofrece a Dios en nombre
de todo el pueblo ».(56)
Por eso se prescribe en el Misal Romano que es únicamente
el sacerdote quien pronuncia la plegaria eucarística, mientras
el pueblo de Dios se asocia a ella con fe y en silencio.(57)
29. La expresión, usada repetidamente por
el Concilio Vaticano II, según la cual el sacerdote ordenado «
realiza como representante de Cristo el Sacrificio eucarístico
»,(58)
estaba ya bien arraigada en la enseñanza pontificia.(59)
Como he tenido ocasión de aclarar en otra ocasión, in persona
Christi « quiere decir más que “en nombre”, o también,
“en vez” de Cristo. In “persona”: es decir, en la
identificación específica, sacramental con el “sumo y eterno
Sacerdote”, que es el autor y el sujeto principal de su propio
sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por
nadie ».(60)
El ministerio de los sacerdotes, en virtud del sacramento del
Orden, en la economía de salvación querida por Cristo,
manifiesta que la Eucaristía celebrada por ellos es un don
que supera radicalmente la potestad de la asamblea y es
insustituible en cualquier caso para unir válidamente la
consagración eucarística al sacrificio de la Cruz y a la Última
Cena.
La asamblea que se reúne para celebrar la
Eucaristía necesita absolutamente, para que sea realmente
asamblea eucarística, un sacerdote ordenado que la presida. Por
otra parte, la comunidad no está capacitada para darse por sí
sola el ministro ordenado. Éste es un don que recibe a través
de la sucesión episcopal que se remonta a los Apóstoles. Es
el Obispo quien establece un nuevo presbítero, mediante el
sacramento del Orden, otorgándole el poder de consagrar la
Eucaristía. Pues « el Misterio eucarístico no puede ser
celebrado en ninguna comunidad si no es por un sacerdote
ordenado, como ha enseñado expresamente el Concilio Lateranense
IV.(61)