SIN
RODEOS
se
le acercó...
No
es necesario un análisis social muy profundo para
descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión
que adoptamos ante las personas que pueden perturbar
nuestra tranquilidad.
Cuántos
rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos.
Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por
quienes nos agobian con sus problemas, penas y
sinsabores.
Se
diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante
todo aquel que puede ser un peligro en potencia para
nuestra felicidad.
Y
cuando no encontramos otra manera mejor de justificar
nuestra evasión ante los problemas y sufrimientos de
personas que nos necesitan, siempre podemos recurrir al
hecho de que «estamos muy ocupados».
Estar
ocupados, activos, en movimiento constante, se ha
convertido en algo que casi forma parte de nuestro mismo
ser. Algo que nos encierra en nuestro pequeño mundo de
preocupaciones y bloquea e impide nuestra relación
amistosa y fraterna con quienes vamos encontrando en el
camino de la vida.
Qué
actualidad cobra la "parábola del samaritano"
en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada
uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios
intereses y gritan cada uno sus propias
reivindicaciones.
Según
Jesús, sólo hay una manera de «tener vida». Y no es
la del sacerdote y el levita que ven al necesitado y «dan
un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano
que camina por la vida con los ojos y el corazón bien
abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su
cercanía.
Cuando
se escuchan sinceramente las palabras de Jesús, sabemos
que se nos llama a pasar de la hostilidad a la
hospitalidad. Sabemos que se nos urge a vivir de otra
manera, creando en nuestra vida y en nuestro corazón un
espacio más amplio para quienes nos necesitan.
Sabemos
que no podemos escondernos detrás de «nuestras
ocupaciones» ni refugiarnos en hermosas teorías. Se
ama a la humanidad cuando se ama a los hombres concretos
que caminan a nuestro lado.
Quien
ha comprendido la fraternidad cristiana, sabe que todos
somos «compañeros de viaje» que compartimos una misma
condición de fragilidad humana y nos necesitamos unos a
otros.
Quien
ha comprendido esto y vive atento a todo ser amenazado
que encuentra en su camino, es un hombre que encuentra
un gusto nuevo a la vida. Es un hombre que «heredará
vida eterna».
JOSE
ANTONIO PAGOLA
(mercabá)