REFLEXIONES  

 

REFLEXIÓN - 1

EL SEÑOR PASA

El que es ciego de nacimiento, por mucho que le expliquen, no podrá imaginar la belleza del bosque en otoño; el que es sordo total, no podrá gozar del Adagio de Albinoni.

De la misma manera, el que no cree en la existencia de Dios, no podrá sentir su presencia en medio de los hombres.

Los creyentes afirmamos que Dios se relaciona con nosotros, se revela, entra en diálogo.

Si cogemos el libro del Génesis y tomamos el ciclo de Abraham, llama profundamente la atención, cómo entre Dios y Abraham hay una relación de amistad y diálogo.

El que vive entre ruidos, prisas, obsesiones; el que entiende la vida como una carrera por subir, por obtener poder, por ganar dinero, por tener cada vez más..., le será difícil encontrarse con Dios, que prefiere el silencio, la sencillez y la soledad.

En el desierto, a la sombra de la encina, junto a su tienda, se encontró Abraham con el Señor en tres hombres que llegan a su puerta.

En la pequeña aldea de Betania, lejos del bullicio de la cercana Jerusalén, Marta y María acogen a Jesús, cada cual a su manera, aunque las dos válidas, priorizando Jesús la escucha de la Palabra.

Cuando en el silencio y la reflexión serena el creyente se pregunta: ¿qué quieres de mí, Señor?, escucha su respuesta.

Nuestro Dios no es un Padre lejano y frío, ausente de la vida de sus hijos.

Es un Dios cercano, tan cercano, que se hace uno de nosotros en el Hijo, que se da en su Palabra, que se queda con nosotros en las especies eucarísticas, pero que llega también a nosotros en las personas que se acercan a nuestro lado.

El Señor se hace presente a través del que tiene hambre y sed, del forastero y del desnudo, del enfermo y el encarcelado.

Toda persona es imagen de Dios y a través de ellas podemos encontrarnos con Él, también la persona más cercana con la que día a día convivimos y con la que entramos en más conflictos.

Necesitamos estar muy atentos y no distraernos con tantas cosas banales. El Señor está pasando por delante de nuestra puerta y no nos damos ni cuenta.

 

 

REFLEXIÓN - 2

VIDA INTERIOR

Hay personas que consideran la vida interior como algo perfectamente inútil y superfluo. En realidad, ni siquiera saben de qué se trata. Son personas que se organizan la vida sólo desde el exterior. Casi todo lo que hacen tiene como objetivo alimentar su personalidad más externa y superficial. Nunca ahondan en su interior.

Si les preguntáis: «¿Quién eres tú?», os dirán su nombre y apellidos, dónde viven, en qué trabajan, cuantos años tienen. Si profundizáis más y preguntáis: «¿Cuál es tu carácter?», bastantes no sabrán ya responder con cierta seguridad, pues no se conocen a sí mismos. Si preguntáis: «¿Quién eres tú en lo más hondo de ti mismo? ¿Qué buscas?», la mayoría se quedarán probablemente callados.

Muchos hombres y mujeres de hoy no saben lo que es estar en contacto con «el fondo» de la persona. No saben cuidar su vida interior.

Se esfuerzan por mejorar su nivel de vida, su apariencia física o su estado anímico. Cuidan el aspecto exterior, pero apenas parecen tener tiempo para pensar en el interior de su casa. Viven como «inquietos y nerviosos por muchas cosas», pero olvidan algo absolutamente necesario al ser humano: su apertura interior a Dios. El hombre contemporáneo ha olvidado con demasiada ligereza que el deseo de Dios vive siempre en lo más hondo de su ser y no puede ser satisfecho con cualquier sustitutivo.

Freud y sus seguidores nos han familiarizado con diversas neurosis, provocadas, con frecuencia, por la represión de los diversos instintos, pero no son las únicas.

El sueco ·Stinissen-W ha hablado de «una neurosis fundamental» del hombre contemporáneo, que tiene su origen en la «represión de Dios». Según él, se trata de «una neurosis más profunda, que resulta de la pérdida de contacto, por parte del hombre, con el nivel trascendente de su ser, y que le precipita en un abismo de absurdo y soledad».

Ninguna terapia psicológica puede curar esta «neurosis fundamental», pues está causada por el hecho de encontrarnos fuera de nuestro ser auténtico. Podremos lograr que nuestra vida sea más agradable en un aspecto u otro, pero el problema más profundo no habrá sido resuelto. San Agustín lo expresó hace mucho tiempo en frase bien conocida: «Nos has hecho para ti, y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en ti.»

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

 

REFLEXIÓN - 3

MARTA Y MARÍA

"No tengo tiempo para nada"

Convocas a padres de niños de catequesis, no acuden: no tienen tiempo. Organizas una reunión, un grupo formativo, no acuden: no tienen tiempo.

En las ciudades la gente siempre va deprisa.

El mundo del trabajo ha establecido unos horarios y unos ritmos, que no dan lugar al sosiego.

También están los que, con un ansia desmedida de ganar y tener, van de un sitio a otro, de un trabajo a otro.

No faltan quienes van de un lado a otro, de una actividad a otra porque tienen miedo al silencio, a la reflexión, a entrar dentro de ellos mismos.

Hoy la palabra de Dios nos presenta a las hermanas Marta y María con dos actitudes diferentes: Marta acoge a Jesús, y su manera de hacerlo es prepararle una buena estancia; María acoge a Jesús, sentándose a escucharle.

Jesús le dice a Marta, y a muchos de nosotros, que anda "inquieta y nerviosa" por muchas cosas, y que hay algo más importante y que dará sentido a todo lo que haga: escuchar las palabras de Jesús.

El cristiano, desde la escucha de la palabra de Dios, desde la oración y la meditación, orienta todas sus actividades para que éstas estén llenas de sentido.

No se dice "no" a la actividad, sino al puro activismo, al hacer por hacer, al correr por correr.

No se plantea ser Marta o María, sino Marta y María.

Que la Eucaristía, la palabra de Dios, la oración y la meditación, orienten nuestras actividades y las llenen de sentido.