LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO IV
EUCARISTÍA
Y COMUNIÓN ECLESIAL
39. Además, por el carácter mismo de la
comunión eclesial y de la relación que tiene con ella el
sacramento de la Eucaristía, se debe recordar que « el
Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una
comunidad particular, no es nunca celebración de esa sola
comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística
del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se
manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible,
como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa,
católica y apostólica ».(79)
De esto se deriva que una comunidad realmente eucarística no
puede encerrarse en sí misma, como si fuera autosuficiente, sino
que ha de mantenerse en sintonía con todas las demás comunidades
católicas.
La comunión eclesial de la asamblea
eucarística es comunión con el propio Obispo y con el Romano
Pontífice. En efecto, el Obispo es el principio visible y el
fundamento de la unidad en su Iglesia particular.(80)
Sería, por tanto, una gran incongruencia que el Sacramento por
excelencia de la unidad de la Iglesia fuera celebrado sin una
verdadera comunión con el Obispo. San Ignacio de Antioquía
escribía: « se considere segura la Eucaristía que se realiza
bajo el Obispo o quien él haya encargado ».(81)
Asimismo, puesto que « el Romano Pontífice, como sucesor de
Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la
unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los
fieles »,(82)
la comunión con él es una exigencia intrínseca de la celebración
del Sacrificio eucarístico. De aquí la gran verdad expresada de
varios modos en la Liturgia: « Toda celebración de la Eucaristía
se realiza en unión no sólo con el propio obispo sino también
con el Papa, con el orden episcopal, con todo el clero y con el
pueblo entero. Toda válida celebración de la Eucaristía expresa
esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la
reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias
cristianas separadas de Roma ».(83)
40. La Eucaristía crea comunión y educa
a la comunión. San Pablo escribía a los fieles de Corinto
manifestando el gran contraste de sus divisiones en las
asambleas eucarísticas con lo que estaban celebrando, la Cena
del Señor. Consecuentemente, el Apóstol les invitaba a
reflexionar sobre la verdadera realidad de la Eucaristía con el
fin de hacerlos volver al espíritu de comunión fraterna (cf. 1
Co 11, 17-34). San Agustín se hizo eco de esta exigencia de
manera elocuente cuando, al recordar las palabras del Apóstol: «
vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por
su parte » (1 Co 12, 27), observaba: « Si vosotros sois
el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está
el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que
sois vosotros ».(84)
Y, de esta constatación, concluía: « Cristo el Señor [...]
consagró en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad. El que
recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz,
no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio
contra sí ».(85)