PRESENTACIÓN
Las
palabras de la carta a los hebreos se dirigen a unas
comunidades en las que va desapareciendo el entusiasmo
de los comienzos y empieza a notarse la vacilación ante
las dificultades y persecuciones por las que pasan.
Ante
esta situación por la que atraviesan los cristianos
hebreos, se preguntan el porqué; llegan a pensar que el
Señor les está castigando, que los ha dejado de su
mano.
El
autor de la carta a los hebreos quiere dejar bien claro
que Dios no hace el mal, pero puede servirse de él para
que redunde en nuestro bien, ya que la vida cristiana no
es una vida en un "mundo feliz", sino lucha y
responsabilidad en un mundo, muchas veces, hostil al
Evangelio.
Cuando
aparece el sufrimiento, los momentos duros, buscamos
quién tiene la culpa; y sentimos la tentación de
echársela a Dios.
Las
tribulaciones habría que entenderlas desde la fe en un
Dios Amor y Misericordia y, así, lejos de considerarlas
como un castigo, servirían para purificarnos y unirnos
más a Dios. Una vida honrada y en paz será el mejor
fruto.
Han
empezado a sufrir la persecución y aquellos que se
sienten más fuertes, deben ser el apoyo de los
débiles, de los que vacilan, de los que se sienten
tentados de echarse atrás, de los que quieren abandonar
la carrera, de la que se hablaba la semana pasada.
No
es nueva esta doctrina; ya lo decía el libro de los
Proverbios: "Hijo mío, no rechaces el castigo del
Señor, no te enfades por su reprensión, porque el
Señor reprende a los que ama, como un padre al hijo
predilecto" (Prov 3, 11-12).
DE
LA CARTA A LOS HEBREOS 12,
5-7. 11-13
El
Señor reprende a los que ama
Hermanos:
Habéis olvidado la exhortación
paternal que os dieron: "Hijo mío,
no rechaces la corrección del Señor,
no te enfades por su reprensión; porque
el Señor reprende a los que ama y
castiga a sus hijos preferidos."
Aceptad
la corrección, porque Dios os trata
como a hijos, pues, ¿qué padre no
corrige a sus hijos?
Ninguna
corrección nos gusta cuando la
recibimos, sino que nos duele; pero,
después de pasar por ella, nos da como
fruto una vida honrada y en paz.
Por
eso, fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes, y
caminad por una senda llana: así el pie
cojo, en vez de retorcerse, se curará.
Palabra
de Dios
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