LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO IV
EUCARISTÍA
Y COMUNIÓN ECLESIAL
43. Al considerar la Eucaristía como
Sacramento de la comunión eclesial, hay un argumento que, por su
importancia, no puede omitirse: me refiero a su relación con
el compromiso ecuménico. Todos nosotros hemos de agradecer a
la Santísima Trinidad que, en estas últimas décadas, muchos
fieles en todas las partes del mundo se hayan sentido atraídos
por el deseo ardiente de la unidad entre todos los cristianos.
El Concilio Vaticano II, al comienzo del Decreto sobre el
ecumenismo, reconoce en ello un don especial de Dios.(89)
Ha sido una gracia eficaz, que ha hecho emprender el camino del
ecumenismo tanto a los hijos de la Iglesia católica como a
nuestros hermanos de las otras Iglesias y Comunidades
eclesiales.
La aspiración a la meta de la unidad nos
impulsa a dirigir la mirada a la Eucaristía, que es el supremo
Sacramento de la unidad del Pueblo de Dios, al ser su expresión
apropiada y su fuente insuperable.(90)
En la celebración del Sacrificio eucarístico la Iglesia eleva su
plegaria a Dios, Padre de misericordia, para que conceda a sus
hijos la plenitud del Espíritu Santo, de modo que lleguen a ser
en Cristo un sólo un cuerpo y un sólo espíritu.(91)
Presentando esta súplica al Padre de la luz, de quien proviene «
toda dádiva buena y todo don perfecto » (St 1, 17), la
Iglesia cree en su eficacia, pues ora en unión con Cristo, su
cabeza y esposo, que hace suya la súplica de la esposa uniéndola
a la de su sacrificio redentor.