DE
LA JUSTICIA, AL AMOR Y LA MISERICORDIASe
dice que una sociedad es avanzada cuando la justicia es
independiente, libre, sin presiones de ninguna clase. Es
difícil encontrarla cuando los poderes públicos
quieren controlarla y arrimarla a sus propios intereses.
Cuando la política se mete en el mundo de la justicia,
ésta se desvirtúa.
Junto
al poder judicial está el poder legislativo; debe
elaborar leyes justas, que los jueces tendrán que
aplicar. Cuando las leyes que aprueban los parlamentos
son injustas, como, por ejemplo, la imposición de la
nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, en
los términos en los que se han aprobado los libros, los
jueces lo van a tener difícil.
Las
sociedades humanas nos tenemos que mover en estos
parámetros: ley - cumplimiento - tranquilidad; ley -
incumplimiento - castigo.
Y
este mismo esquema se pasó a la vida de fe, a la
relación del hombre con Dios. Dios es el Juez Justo por
excelencia. Él también nos ha dado su Ley. Cumplimos,
premio: cielo; no cumplimos, castigo: infierno.
La
vida se convertía en un sinvivir; nuestra existencia
discurría entre miedos. Los directores espirituales, al
menos en mis tiempos de joven, nos recordaban
constantemente que, por mucho que te escondieras, Dios
te veía. Os acordáis de aquello: "Mira que te
mira Dios, mira que te está mirando; mira que vas a
morir, mira que no sabes cuándo". Y, ciertamente,
no se interpretaba aquella mirada como la de un Padre
bueno que te quiere.
¿Dónde
quedó aquella tradición en la que, ya en el Antiguo
Testamento, Dios se revelaba, sobre todo, como Amor y
Misericordia? Gracias a Dios la vamos recuperando,
aunque haya algunos que todavía mantengan que con las
amenazas y el castigo se es mejor, se cumple mejor.
¿Pecado
más grande que aquel del pueblo de Israel en el
desierto, cuando transformó en ídolo con forma de
becerro de oro al Dios que lo había sacado de la
esclavitud de Egipto y lo llevaba a la tierra de la
libertad? Y, sin embargo, ante la súplica de Moisés,
se arrepiente de haber pensado eliminarlos.
Dios
no quiere el pecado, pero ama al pecador y espera que se
arrepienta y vuelva. Lo acoge con los brazos abiertos.
Como
el pastor del Evangelio que va en busca de la oveja
perdida y, cuando la encuentra, se la coloca sobre los
hombros.
Como
la mujer que remueve toda la casa para encontrar la
moneda que ha perdido.
Dios
no es el vigilante; es el pastor que recorre campos,
montes y barrancos para encontrarnos. Nos busca por toda
la casa hasta que da con nosotros y nos ofrece su
perdón.
Si
nos encuentra, si da con nosotros, es decir, si nos
arrepentimos y volvemos a Él, ¿cuánta alegría!; como
la del padre de la parábola cuando se lanza en brazos
de su hijo, aunque tendría que haber sido al revés;
cuando le da las sandalias nuevas, el vestido nuevo, el
anillo de hijo; cuando le organiza la gran fiesta.
Este
es el Dios que nos ha revelado Jesucristo, sobre todo
con el gran signo de dar su vida por nosotros en la
cruz.
Alguno
puede sacar una conclusión equivocada: "pequemos,
que Dios es bueno y perdona".
Más
bien tendríamos que decir: Si Dios es tan bueno y me
perdona cuando, en mi debilidad, peco, voy a responder a
su amor con el mío; voy a cumplir su voluntad, no por
miedo al castigo, sino porque es lo mejor que puedo
darle en agradecimiento.
Dios
es Justo, pero, por encima, es Amor y Misericordia.